Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Par,
Semana No. 4, Martes
--------------------------------------------
Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti!
* Inclina tu oído, Señor, escúchame. * Contigo hablo, niña, levántate
Textos para este día:
2 Samuel 18,9-10.14b.24-25a.30-19,3:
En aquellos días, Absalón fue a dar en un destacamento de David. Iba montado en
un mulo, y, al meterse el mulo bajo el ramaje de una encina copuda, se le
enganchó a Absalón la cabeza en la encina y quedó colgando entre el cielo y la
tierra, mientras el mulo que cabalgaba se le escapó. Lo vio uno y avisó a Joab:
"¡Acabo de ver a Absalón colgado de una encina!" Agarró Joab tres venablos y se
los clavó en el corazón a Absalón.
David estaba sentado entre las dos puertas. El centinela subió al mirador, encima
de la puerta, sobre la muralla, levantó la vista y miró: un hombre venía corriendo
solo. El centinela gritó y avisó al rey. El rey dijo: "Retírate y espera ahí." Se retiró y
esperó allí. Y en aquel momento llegó el etíope y dijo: "¡Albricias, majestad! ¡El
Señor te ha hecho hoy justicia de los que se habían rebelado contra ti!" El rey le
preguntó: "¿Está bien mi hijo Absalón?" Respondió el etíope: "¡Acaben como él los
enemigos de vuestra majestad y cuantos se rebelen contra ti!" Entonces el rey se
estremeció, subió al mirador de encima de la puerta y se echó a llorar, diciendo
mientras subía: "¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera
muerto yo en vez de ti, Absalón, hijo mío, hijo mío!"
A Joab le avisaron: "El rey está llorando y lamentándose por Absalón." Así la
victoria de aquel día fue duelo para el ejército, porque los soldados oyeron decir
que el rey estaba afligido a causa de su hijo. Y el ejército entró aquel día en la
ciudad a escondidas, como se esconden los soldados abochornados cuando han
huido del combate.
Salmo 85:
Inclina tu oído, Señor, escúchame, / que soy un pobre desamparado; / protege mi
vida, que soy un fiel tuyo; / salva a tu siervo, que confía en ti. R.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, / que a ti te estoy llamando todo el día; /
alegra el alma de tu siervo, / pues levanto mi alma hacia ti. R.
Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, / rico en misericordia con los que te
invocan. / Señor, escucha mi oración, / atiende a la voz de mi súplica. R.
Marcos 5,21-43:
En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió
mucha gente a su alrededor, y se quedó junto al lago. Se acercó un jefe de la
sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con
insistencia: "Mi niña está en las últimas; ven, pon las manos sobre ella, para que se
cure y viva." Jesús se fue con él, acompañado de mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacia doce años. Muchos
médicos la habían sometido a toda clase de tratamientos, y se había gastado en
eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de
Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando que
con sólo tocarle el vestido curaría. Inmediatamente se secó la fuente de sus
hemorragias, y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido
fuerza de él, se volvió en seguida, en medio de la gente, preguntando: "¿Quién me
ha tocado el manto?" Los discípulos le contestaron: "Ves como te apretuja la gente
y preguntas: "¿Quién me ha tocado?"" Él seguía mirando alrededor, para ver quién
había sido. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que había
pasado, se le echó a los pies y le confesó todo. Él le dijo: "Hija, tu fe te ha curado.
Vete en paz y con salud."
Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para
decirle: "Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?" Jesús alcanzó
a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: "No temas; basta que tengas
fe." No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el
hermano de Santiago. Llegaron a casa del jefe de la sinagoga y encontró el alboroto
de los que lloraban y se lamentaban a gritos. Entró y les dijo: "¿Qué estrépito y qué
lloros son éstos? La niña no está muerta, está dormida." Se reían de él. Pero él los
echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró
donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: "Talitha qumi" (que significa:
"Contigo hablo, niña, levántate"). La niña se puso en pie inmediatamente y echó a
andar; tenía doce años. Y se quedaron viendo visiones. Les insistió en que nadie se
enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.
Homilía
Temas de las lecturas: ¡Hijo mío, Absalón! ¡Ojalá hubiera muerto yo en vez de ti!
* Inclina tu oído, Señor, escúchame. * Contigo hablo, niña, levántate
1. El impredecible corazón del Rey David
1.1 Si uno recorre la historia de David encuentra que muchas veces sus decisiones
o reacciones causan absoluta sorpresa a los demás. Su corazón es como una caja
de sorpresas.
1.2 Por ejemplo, cuando Saúl perseguía a muerte a David, y se dieron las
circunstancias para que éste se deshiciera de su gratuito perseguidor, lo que David
decidió fue no atacar al rey, así ese rey fuera su peor e injusto enemigo, que
trataba por todos los medios de matarlo. De esto puede leerse en el capítulo 24 del
primer libro de Samuel.
1.3 Aún más extrañamente: cuando Saúl mismo murió, junto con su hijo Jonatán,
que era muy amigo de David, éste lamentó de corazón la muerte no sólo de su
amigo sino la del rey. El dolor de David tiene un motivo preciso: ha sido asesinado
el ungido del Señor. De esto se puede saber más en el capítulo primero del
segundo libro de Samuel.
1.4 En la lectura de hoy encontramos un caso semejante. Esta vez, el enemigo de
turno es uno de la propia casa: es Absalón, hijo de David, que codicia el trono y
quiere pronto tener todo el poder. Las cosas han llegado a un punto en que es
guerra abierta. Tal es el contexto en que llega la noticia de que Absalón ha sido
abatido, y todo esperan que el rey se alegre, pero muy al contrario, estalla en
llanto y duelo.
1.5 Lo que uno puede aprender de estos hechos es que David es un hombre que, a
pesar de sus fallas, patentes en la Biblia misma, se mueve en un plano distinto. Su
alma no se sacia fácilmente con las cosas de esta tierra, y aunque puede desearlas,
en realidad su corazón no está apegado al poder, ni al dinero, y ni siquiera al
placer. Lo que le hace feliz es la obra de Dios, su unción, su reinado, la hermosura
de su casa, el esplendor de sus victorias. Y por eos el corazón de David parece tan
extraño, porque realmente ama a Dios.
2. ¡Levántate!
2.1 En el evangelio vemos el poder de la palabra de Jesús: "¡levántate!". Yo
necesito esa palabra. Necesito escuchar que Jesús me dice esa palabra porque él,
que es capaz de vencer a la muerte, puede superar lo que ha muerto en mí. Si mis
proyectos, si la gracia preciosa, si mis esperanzas, si mi confianza en un mañana
han muerto, hay uno que tiene una voz poderosa, una voz que, adentrándose en la
caverna de la noche, arranca su presa a la muerte.
2.2 La palabra de Jesús causa un hecho extraordinario: ¡ha resucitado a una
muerta! Y sin embargo lo que sigue es de lo más común y natural: hay que dar de
comer a la niña. En esto hay una enseñanza que debemos recoger. Cristo no viene
a introducirnos en la Isla de la Fantasía, como si por el solo hecho de creer en él
tuviéramos que vivir como en circo, espectáculo tras espectáculo. Muchas veces el
propósito de una sanación es restaurar el orden primero, el orden del Creador, y
esto implica una existencia que puede ser de lo más normal y común. Tal vez sea
ese un motivo para aquella advertencia de no contar a otros lo sucedido.
2.3 Cristo hizo el milagro de esta resurrección en una casa de familia. Y Cristo sigue
visitando casas. La niña no estaba en la sala de recibo ni en la puerta de afuera;
estaba adentro, muy adentro en el amor y en el dolor de esa familia. Cristo quiere
llegar así a las casas: hasta dentro de su amor y su dolor, para también allí
pronunciar su palabra hermosa y potente: "¡levántate!".