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HOMILÍA
5° DOMINGO TIEMPO ORDINARIO CICLO A
Lecturas Bíblicas:
Isaías 58, 7-10
1° carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 2, 1-5
Evangelio según san Mateo 5, 13-16
LA SAL Y LA LUZ BIENAVENTURADAS
Sólo en el contexto de las bienaventuranzas predicadas por Jesús (componen
en Mateo un mismo discurso), se puede comprender los títulos que el Señor
da a sus discípulos: Uds. son sal, Uds. son luz. ¡Felices los que en la tierra son
sal, porque no los corromperá la muerte! ¡Felices los que son luz, porque en
el cielo verán la Luz de Dios!
Estos dos símbolos, la sal y la luz, protagonizan la escena de las lecturas
bíblicas de este domingo. Son como parábolas tomadas de la vida cotidiana y
que, aún hoy, podemos entender sin dificultad. Dos imágenes concretas que
contienen y plasman una misma enseñanza.
La sal. La sal da sabor a las comidas. Cuando Jesús afirma que sus discípulos
son la sal de la tierra está señalando que la misión del cristiano es dar sabor,
sentido, alegría, humor al mundo entero, a toda la humanidad. Es algo
semejante a lo que afirma la Carta a Diogneto (uno de los textos patrísticos
más antiguos): los cristianos son el alma del mundo. La convivencia humana,
sin el aporte de la fe, es como un plato sin sabor, le falta algo, y algo
importante, como saben los buenos chef.
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En el Antiguo Testamento, las víctimas ofrecidas en los sacrificios debían ser
sazonadas (Lev. 2,13), y ofrecer sal al forastero era signo de hospitalidad y
acogida. Y san Pablo exhorta a tener una conversación sazonada, amena (Col.
4. 6). 1
La sal también preserva a los alimentos de la corrupción, los conserva, y nos
da idea de superar la “fecha de vencimiento”, muerte y lo caduco del tiempo.
Cuando Jesús afirma que sus discípulos son sal de la tierra, quiere también
hablarles metafóricamente de su vocación de eternidad.
Ustedes son la sal de la tierra. Por ello, en el antiguo ritual del bautismo, se
usaba la sal, para significar que a través de este sacramento Dios le estaba
comunicando la sabiduría y la inmortalidad. 2
Una sabiduría, sin embargo, que supera la sabiduría meramente humana, la
de los sabios y prudentes de la tierra, como nos da a entender san Pablo en el
texto de la carta a los corintios que hoy leímos. El apóstol no se presentó
ante los griegos con una elocuencia humana sino divina.
¡Cuánta necesidad tiene hoy la tierra secularizada, desazonada, de la sal de
los discípulos de Cristo! ¡Cuánta necesidad de superar la precariedad, lo
provisorio, lo que tiene fecha de vencimiento, la visión de corto plazo!
¡Cuánta tierra desazonada hoy, sin amabilidad, sin fraternidad, sin auténtica
sabiduría, hasta sin humor!
Pero para ser eficaz, la sal de los discípulos no debe perder su sabor. De ahí la
necesidad que hoy predica el Papa Francisco de volver a la autentic idad
evangélica, de hacernos corrección fraterna, de ser primeramente los
cristianos para los cristianos, sal que evite la corrupción. Sólo así, sólo así, la
Iglesia podrá ser, hacia fuera de ella misma, como misionera, sal para esta
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Cf. Aldazábal, José Enséñame tus caminos, domingos Ciclo A, Buenos Aires, Ágape, 2007.
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Cf. Aldazábal, José Enséñame tus caminos, domingos Ciclo A, Buenos Aires, Ágape, 2007.
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tierra. Por eso se nos repite: Iglesia discípula y misionera, primero discípula, y
siempre discípula, para ser auténticamente misionera, creíble, eficaz. No es
casual que los ataques a la Iglesia se hagan hoy buscando poner de
manifiesto las incoherencias de algunos de sus hijos, sal que ha perdido su
sabor.
Jesús no se aplicó a Sí mismo esta imagen, nunca dijo “Yo soy la Sal”, como
afirmó “Yo soy la Luz”. Y sin embargo, lo que dice de sus discípulos, lo podría
de decir con mayor razón de sí mismo. “Yo soy la Sal del mundo”.
La luz. Cristo es la Luz del mundo. Los discípulos somos como la luna respecto
del sol, reflejamos la luz de Cristo.
El tema de la luz aparece también en la primera lectura de este domingo. El
creyente será luz si practica obras de justicia y caridad fraterna. También el
salmo interleccional nos habla de la luz, asociada a los justos, los hombres
buenos.
Y luego, en el evangelio, las palabras de Jesús: Ustedes son la luz del mundo.
Y las otras dos comparaciones que complementan la imagen: no se esconde
una ciudad en lo alto de una montaña ni una lámpara bajo un cajón en una
casa. La luz está para iluminar y no para ser escondida.
Está claro el mensaje, la luz del discípulo se hace visible por sus buenas obras,
por sus obras de misericordia con sus hermanos. No es la luz de la razón, la
de la ciencia, la de la sabiduría o elocuencia humana (diría san Pablo a los
corintios), la de las estrellas del mundo del espectáculo o mediático. Es la luz
de la caridad, del amor, del servicio, de la misericordia, del perdón. Y eso
comienza por casa, por la familia: la luz de la lámpara que no debe
esconderse.
La liturgia de la luz en la Vigilia Pascual, los cirios encendidos sobre el altar de
la misa, y en la celebración del sacramento del bautismo la vela encendida
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que se entrega a los padres y padrinos: “Reciban la Luz de Cristo”, para que
mediante su testimonio ayuden a mantener encendida la luz que en ese gran
día se encendió en el niño bautizado, para que cuando el Señor vuelva, pueda
salir al encuentro de Él con la lámpara encendida….aplican en nuestras vidas
esta metáfora del evangelio de hoy.
La sociedad secularizada es una civilización de la luz artificial: las luminarias
de las carteleras publicitarias, de los fuegos de artificios, de las ciudades
como símbolo de progreso y de fiesta, aún entre los paganos (un ejemplo son
los carnavales). Y sin embargo, con la contradicción de la pobreza de los
ciudadanos que aún no tienen luz eléctrica en sus hogares…
También para esta sociedad moderna iluminada y a la vez en tinieblas, sigue
vigente y actual la voz de Jesús que afirma “Yo soy la Luz del mundo” y
exhorta a sus discípulos a reflejar esa luz. Ustedes son la luz del mundo. No
sean luces extinguiéndose, medias luces, luces apagadas, tinieblas, confusión,
como la sal insípida. La sociedad hoy necesita que los discípulos de Jesús les
demos un mensaje claro, entendible, concreto, y respaldado por la
coherencia de la vida.
Eso está claro en el texto, y no debemos olvidar el contexto del sermón de las
bienaventuranzas: Sin el mensaje social del evangelio no pueden entenderse
estas imágenes de la sal y de la luz. Igualmente, sin la dimensión misionera
universal , tampoco pueden comprenderse estas imágenes (sal de la tierra, luz
del mundo, ciudad visible en la montaña).
Pbro. Hernán Quijano Guesalaga
Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús,
Paraná, Argentina
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Sábado 8 y Domingo 9 de febrero de 2014