“Ustedes son la luz del mundo”
Mt 5, 13-16
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
1EL OFICIO DE LOS APÓSTOLES DE JESÚS: SAL Y LUZ
Estas dos comparaciones sobre el oficio de los apóstoles de Jesús: “sal y luz”, tienen
finalidades algún tanto distintas. La primera mira a la preparación y santidad del
apóstol; la segunda, a que no se oculten los valores necesarios para el apostolado;
ni, incluso, como se ve en otros contextos, porque aguarden persecuciones. Pues la
tierra espera su sal y su luz.
Para las personas que buscan el sentido que anime su vida, la Palabra de Jesús abre
perspectivas siempre inéditas, añade colores sorprendentes e impensables y
proporciona el deseo de un proyecto de vida radicalmente diferente del que pueden
ofrecer las realidades del «mundo». Una vez degustado el «sabor» nuevo de una
existencia iluminada por Cristo, no hay más posibilidad para aquello que a menudo,
y de modo mediocre, satisface fugazmente nuestros deseos de felicidad,
dejándonos insatisfechos y decepcionados. Cuando permitimos que se avive el
anhelo de una vida plena y «en abundancia» (cf Jn 10,10), que dé sentido auténtico
a nuestro ser y a nuestro obrar, permitimos que una fuerza, la del Espíritu, que
trasciende nuestra valía, se manifieste al mundo a través de nosotros. «Sal» y
«luz», tesoro valioso que llevamos en vasijas de barro, son dones no para
retenerlos, sino para verterlos en los lugares donde se ha perdido el gusto y la
esperanza de una vida digna de ser vivida o cuando alguien ha apagado la
confianza.
Ninguna ritualidad exterior puede reemplazar las implicaciones más que
comprometedoras descritas por Isaías: los gestos de compartir, la opción en favor
de quienes sufren la privación injusta y forzada de aquellos bienes necesarios para
vivir y que hacen visible y creíble la fe. La misión, y con ella el discípulo del
Evangelio, conoce los tiempos del mensaje gritado desde las azoteas y la difusión
de la Palabra escandalosa de la cruz hasta los confines del mundo, y también sabe
reconocer los momentos silenciosos, discretos, extraordinariamente potentes de
una caridad solidaria, de la que hablan las «buenas obras» que dan gloria al Padre,
que está en los cielos. La comunidad cristiana no vive separada del mundo, sino
inmersa en los acontecimientos de su tiempo, en los que está llamada a obrar:
como la sal, que en sí no es ninguna comida y sólo unida, mezclada, deshecha en
los alimentos, puede desarrollar su cometido; de la misma forma, la Palabra que el
creyente anuncia tiene que penetrar y vivificar desde dentro los ambientes en los
que es sembrada. Es un quehacer fiel y constante que debe hacerse presente en un
testimonio de vida sencillo y sobrio, a veces trémulo y «débil», pero revestido de la
fuerza de Dios, quien asegura su validez y eficacia.
ORACION
Padre, fuente de misericordia y de justicia, que cuidas de todos tus hijos, escucha el
grito de los pobres, sé refugio del afligido y desconsolado. También en nuestros
días hay desposeídos de bienes, privados de dignidad, hambrientos de pan y de
amor. Y hartos y satisfechos, con almacenes repletos y casas vacías, envanecidos
con sus rezos y ayunos, que huelen a incienso y no perfuman la vida.
En tu Hijo Jesús nos has revelado tu predilección por los pequeños, te has mostrado
compasivo y misericordioso con quienes confían en ti. Él, desnudo y crucificado, le
indica a quien quiere seguirle un camino serio y arriesgado, una puerta estrecha
por donde no se puede pasar si no nos liberamos de las ataduras que suponen el
patrimonio, los bienes, la cultura, las estrategias pastorales.
Padre, no queremos poseer mayor honor ni tener mayor gloria que el nombre de tu
Hijo crucificado y resucitado, más preciado y valioso que el oro y la plata, para
levantar y hacer andar a quien tiene necesidad de esperanza. Su Palabra es la luz
que nos confías para reavivar los lugares aprisionados por las tinieblas; el Evangelio
es la lámpara que no se consume, el sabor incorruptible para incorporar a la
existencia. Entonces brillarán nuestras buenas obras como un sol sin ocaso, porque
ha prendido tu resplandor.