V domingo del tiempo ordinario. A
Cómo hacernos presentes los cristianos en la sociedad
La Palabra: “Vosotros sois la luz del mundo. Vosotros sois la sal de la tierra”
(evangelio).
1. En el Sermón de la Montaña el evangelista Mateo ha presentado el programa
para ser felices: vivir con espíritu de pobres apostando para que todos puedan vivir
con dignidad y no acaparando individualis-tamente para sí mismo. En esa conducta,
Jesús llama a sus seguidores “la luz del mundo” y “la sal de la tierra”. Para ser luz
del mundo, los cristianos debemos considerarnos miembros de la sociedad, sin
creernos superiores a nadie, compartiendo los gozos y las esperanzas, las
dificultades y las tristezas, como los demás. La sal no actúa separada de los
alimentos, sino formando un solo cuerpo con ellos. La comunidad cristiana no está
por encima, junto a, y mucho menos en contra de la sociedad humana. Es parte de
esta sociedad que ha elegido como camino de su vida el proyecto de Jesucristo.
2. Para iluminar, la luz solo necesita ser luz; por el hecho de ser, ilumina; tampoco
los cristianos necesitamos manifestaciones triunfalistas por las calles para decir:
aquí estamos nosotros; es suficiente una conducta honrada, sin doble vida, para
iluminar. Aná-logamente la sal da sabor sin falta de hacer milagros, sencillamente
siendo sal; cuando se vuelve insípida, es pisoteada como ya en tiempos de Jesús
ocurría en los montones de sal a orillas del Mar Muerto. Los cristianos responden a
su vocación de ser luz y sal “haciendo buenas obras”, es decir, dando de comer al
hambriento, acogiendo al excluido socialmente, tratando de curar a los enfermos,
trabajando por una sociedad en justicia que salvaguarde la dignidad de todos.
Viendo estas buenas obras, los demás podrán vislumbrar la verdad de Dios
develado en Jesucristo y aceptar el evangelio como programa de su vida.
3. Luz y sal son dos metáforas inseparables que nos aproximan a la existencia
cristiana. Digo inseparables porque es inútil pretender iluminar sin ser sal. Es decir,
sin estar dentro del tejido social, comprometidos con los demás ciudadanos para
construir una sociedad más justa. Solo siendo sal, podremos ser luz, ofrecer el
evangelio de modo creíble. No como alternativa excluyente, sino como apoyo y
ampliación de horizonte para todas las búsquedas honradas de un porvenir mejor
que, también suscitadas por el Espíritu, pujan en el dinamismo de nuestra
sociedad. Una vez más, la presencia pública de los cristianos en la sociedad civil no
debe tener aires triunfalistas ni de superioridad. Solo “sus buenas obras” pueden
anunciar el evangelio como camino para el desarrollo de todo el ser humano y de
todos los seres humanos.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net