VII domingo del tiempo ordinario. A
¿Cómo es posible amar a los enemigos?
La Palabra: “Amad a vuestros enemigos y haced bien a los que os aborrecen; si
uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra” (evangelio).
1. Normalmente y siguiendo el instinto de venganza que todos llevamos dentro, no
es infrecuente que por un diente que nos ha quitado arranquemos al otro toda la
dentadura, y por uno ojo que nos ha dañado, le arrebatemos los dos. Por eso ya es
un correctivo saludable para ese instinto de venganza, la normativa del Antiguo
Testamento: “ojo por ojo y diente por diente”. Sin abolir ese saludable correctivo, el
evangelio da un paso desconcertante: amar a los propios enemigos y a quienes nos
hacen daño.
2. Lo más normal es eliminar al enemigo y a todo el que nos perjudica. Lo menos
que podemos desear para el enemigo en cuanto enemigo es que desaparezca del
mapa. En eso están de acuerdo Tomás de Aquino y Freud. Pero, ¿cómo entender el
evangelio del amor a los enemigos? Sencillamente, porque si miramos a los seres
humanos desde Dios, en ellos, sean como sean, hay algo divino y por tanto amable
y digno de respeto. Podemos y debemos rechazar los sentimientos y acciones
perversas que frecuentemente afloran en la conducta de los seres humanos, que de
manera injusta nos causan daño, y sin embargo, mirándolos desde el corazón de
Dios, en vez de odio en nosotros, con el rechazo por el mal que hacen brota el
amor y la comprensión que vencen al odio y a la violencia.
3. En este sentido, es sugerente la invitación a poner la otra mejilla cuando nos
abofetean. Tal como suena, no debe ser una norma pues cuando a Jesús, en
vísperas de su muerte, le abofeteó un soldado, no puso la otra mejilla sino que
reaccion￳ interpelando: “¿por qué me golpeas?”. La clave para leer este evangelio
es la referencia: “así seréis hijos de vuestro Padre que está en los cielos y hace salir
su sol para buenos y para malos, para justos e injustos”. Acompa￱ar a los seres
dos kilómetros cuando, según la ley, se cumple acompañándole uno; dar también la
camisa cuando te quitan la chaqueta, perdonar cuando nos hacen mal y amar a los
enemigos, todo ese programa propuesto en el Sermón de la Montaña parece una
utopía ilusoria e imposible para los seres humanos. Solo es comprensible como
expresión de la novedad que comienza a existir en la vida de los hombres y de las
mujeres cuando se abren a la Presencia benevolente de Dios, “Abba”, animados por
el espíritu y siguiendo la conducta de Jesucristo. Entonces experimentamos que sí
es posible lo que a primera vista, y de tejas abajo, parece imposible.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net