V Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sabado
Hoy, como ayer, los hombres construyen ídolos y acaban esclavos de
diosecillos. Jesús nos eleva hacia Dios, y nos da alimento: multiplica los
panes y atiende nuestras necesidades espirituales y corporales, cuando nos
confiamos a Él
Uno de aquellos días, como había mucha gente y no tenían qué
comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de
esta gente; llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer, y, si
los despido a sus casas en ayunas, se van a desmayar por el camino.
Además, algunos han venido desde lejos.» Le replicaron sus
discípulos: « ¿Y de dónde se puede sacar pan, aquí, en despoblado,
para que se queden satisfechos?» Él les preguntó: «¿Cuántos panes
tenéis?» Ellos contestaron: «Siete.» Mandó que la gente se sentara
en el suelo, tomó los siete panes, pronunció la acción de gracias, los
partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos
los sirvieron a la gente. Tenían también unos cuantos peces; Jesús
los bendijo, y mandó que los sirvieran también. La gente comió
hasta quedar satisfecha, y de los trozos que sobraron llenaron siete
canastas; eran unos cuatro mil. Jesús los despidió, luego se
embarcó con sus discipulos y se fue a la región de Dalmanuta
(Marcos 8,1-10).
1. –“ Por aquellos días, hallándose rodeado de una gran
muchedumbre que no tenía qué comer, llamó a los discípulos ”... La
escena que se contará es una "segunda multiplicación de los panes". Pero
aquí todos los detalles son empleados por Marcos para mostrarnos que la
"mesa de Jesús" está abierta a todos, incluidos los paganos. Si la primera
fue en territorio judío para judíos, ahora estamos en pleno territorio de la
Decápolis. En la primera se nos dice que Jesús "bendijo" los panes, término
familiar a los judíos ("eu-logein" en griego), aquí Jesús "da gracias",
término familiar a los paganos ("eu-caristein" en griego).
El evangelio de ayer era un anuncio del bautismo. El de hoy nos
orienta hacia la Eucaristía. Jesús está siempre presente, con los mismos
gestos.
- “Quedan "doce cestas"” palabra usada sobre todo por los judíos
("Doce" es la cifra de las "doce tribus de Israel"... -La primera comunidad
"judeo-cristiana" estaba organizada alrededor de los "doce", como los "doce
patriarcas" del primer pueblo de Israel.) / Quedan "siete canastas", palabra
usada sobre todo por los griegos (Siete" es la cifra de los "siete diáconos"
que organizaron la primera comunidad helenística -suceso extremadamente
importante para introducir a los paganos en la Iglesia y darles la impresión
de estar a la misma mesa: Hch 6.)
-“ Dando gracias, los partió ”... Es una comida "de acción de
gracias" -eucaristía en griego- La alusión es muy clara. Esta relación no
puede pasar desapercibida a un lector cristiano: allí también, los primeros
oyentes de Marcos se reconocían... el rito esencial de su comunidad era la
"cena del Señor". ¿Qué es la misa para mí, hoy? (Noel Quesson).
Jesús, compadecido de la muchedumbre que le sigue para escuchar
su palabra sin acordarse ni de comer, provee con un milagro para que
coman todos. Con siete panes y unos peces da de comer a cuatro mil
personas y sobran siete cestos de fragmentos.
Había mucha gente, se nos dice en otro sitio que la gente buscaba a
Jesús con la intención de hacerlo rey (Jn 6,15). Jesús no quiere un
liderazgo, por desgracia había mucho farsante entonces, como Flavio
Josefo, por ejemplo, escribe: "Había individuos falaces e impostores que
bajo la apariencia de una inspiración divina promovían revueltas y
agitaciones, inducían a la gente a realizar actos de fanatismo religioso y la
llevaban al desierto, como si Dios tuviera que mostrarles allí los signos de
su inminente libertad" ( De bello judaico 2, 259). Bajo esta luz adquiere
especial importancia la indicación de que Jesús "obligó" a los discípulos a
alejarse y de que él, después de haber despedido a la gente, se retiró a
rezar a la montaña (6, 46). Jesús no quiere fomentar las esperanzas de la
gente (que expresan la misma tentación con que se enfrentó en el
desierto), sino que se aleja de ellas, encontrando en la oración la claridad
de su camino mesiánico hacia la cruz y el ánimo para recorrerlo (Bruno
Maggioni).
" Me da lástima de esta gente ", dice Jesús. Hermanos, nuestro Dios
es un Dios compasivo. ¡No nos engañemos! El amor que se hace piedad y
compasión tiene una fuerza que no es la de nuestras compasiones
humanas, ni tampoco la de esas compasiones impotentes que suscitan el
sarcasmo de nuestros contemporáneos. El amor no se define por la lástima,
sino por la admiración. Cuando Dios dice: "me da lástima", no hay en él
ninguna condescendencia, ninguna afectación intolerable, sino, más bien,
esta revelación inaudita: Dios es un enamorado. "¿Es que puede una madre
olvidarse de su criatura? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré" (Is
49,15). Dios está apasionado, Dios está loco. Como un enamorado, porque
ama, lo deja todo: su tranquilidad, su reputación, su renombre.
¿Qué puede ver de bueno en nosotros? ¿Cómo puede hacer de
nuestra tierra agotada, ingrata, pervertida o sublevada el objeto de
semejante amor? ¿Qué pudo obligar al Hijo a tomar la cruz? "Me da lástima
esta gente". Y Dios rompe su propio cuerpo, para saciar con él a esta tierra
que ni siquiera conoce el hambre que padece.
Dios se tiende sobre el leño del Gólgota, para así levantar a una
humanidad que aún no ha llegado a ver agotado su deseo. "Me da lástima
de esta gente". Sólo Dios puede decir con verdad estas palabras, porque
sólo él admira suficientemente a nuestra tierra.
Sólo él puede conocer lo que esa frase significa, porque sólo él
conoce al hombre tal y como lo soñaba él al atardecer del día sexto. Sólo
Dios puede repetirla sin condescendencia, porque sólo él puede hacer lo
necesario para que se convierta en realidad aquel sueño olvidado. "Me da
lástima de esta gente". Sólo Dios tiene derecho a pronunciar estas palabras,
por haber pagado un alto precio para que la lástima se trocara en
purificación. "Tomad y comed: esto es mi cuerpo entregado por vosotros y
por todos los hombres" ( Dios cada día , Sal terrae).
-“ Recogieron siete canastas de los mendrugos sobrantes ”. En
las dos multiplicaciones de panes hay abundancia, y de sobra.
2. El pecado de idolatría de Jeroboán es por motivos políticos.
También hoy vemos que el poder político tiene la tentación de servirse de la
religión para sus fines. Jeroboán construye en los antiguos santuarios de
Betel y Dan dos becerros de oro. Establece fiestas y sacrificios. Y pone
sacerdotes tomados del pueblo, sin que pertenecieran a la tribu de Leví.
Nosotros podemos tener ídolos, dioses falsos a los que dedicar parte del
corazón y de la fe. Estamos avisados de que el pecado nos lleva a la
destrucción: « Este proceder llevó al pecado a la dinastía de Jeroboán
y motivó su destrucción y exterminio de la tierra ». Vemos esa
tendencia a desviarnos del recto camino: « Hemos pecado con nuestros
padres... nuestros padres se hicieron un becerro, adoraron un ídolo
de fundición, cambiaron su Gloria por la imagen de un toro que
come hierba, se olvidaron de Dios su salvador »...
3. “ Hemos pecado con nuestros padres, hemos cometido
maldades e iniquidades. Nuestros padres en Egipto no
comprendieron tus maravillas”. A lo largo de la historia, las infidelidades
han sido múltiples: “En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un
ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que
come hierba”. También en nuestro tiempo hay paganismo, como
entonces: “ Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho
prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos junto al
mar Rojo”.
Señor, te doy gracias, pues eres misericordioso con tu pueblo…
« Cuando por desobediencia perdió tu amistad, no le abandonaste al
poder de la muerte » (plegaria eucarística IV). Pedimos a la intercesión de
santa María estar centrados en la Eucaristía, que hoy vemos como la
abundancia de bien, la multiplicación que Cristo nos regala a nosotros: su
cercanía y su presencia, su Palabra, su mismo Cuerpo y Sangre como
alimento. ¿Qué alimento mejor podemos pensar como premio por seguir a
Cristo Jesús? Esa comida eucarística es la que luego nos tiene que impulsar
a repartir también nosotros a los demás lo que tenemos: nuestros dones
humanos y cristianos, para que todos puedan alimentarse y no queden
desmayados por los caminos tan inhóspitos y desesperanzados de este
mundo (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté