Viernes 14 de Febrero de 2014
Santoral: Valentín, Cirilo, Metodio
1Reyes 11,29-32; 12,19 Se independizó Israel de la casa de David
Salmo responsorial: 80 Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz.
Marcos 7,31-37 Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del
lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además,
apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la
gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y,
mirando al cielo, suspiró y le dijo: "Effetá", esto es: "Ábrete". Y al momento se le
abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les
mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más
insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: Todo lo ha
hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Pensemos…
Todos necesitamos sanación y todos buscamos, de alguna manera, un
milagro que venga de Dios. Pero nuestra fe y nuestra oración ni son constantes, ni
tienen mucha confianza. De ahí que andemos como a la deriva, al garete en este
inmenso mar de circunstancias y problemas.
Entonces…
Muchos iniciamos, desde pequeños en el calor familiar una tradición en la fe,
pero muy pronto perdemos la hoja de ruta y nos desviamos. Perdemos los hábitos
de oración, agarramos otras costumbres. Ya la misa dominical y los sacramentos
no son parte del equipaje de la vida y empezamos a desarrollar una nuevas forma
de ver y relacionarnos con Dios. Todo a mi manera. Cada cual como le vaya
pareciendo. Todo dentro de un gran relativismo.
Todo porque los padres y los adultos no se esforzaron en el ejemplo. Todo
se derrumbó. Alcanzamos la edad adulta.
El evangelio de hoy nos coloca un claro ejemplo de cómo la comunidad le
pide al Señor la sanación del enfermo y tiene por resultado la sanación para que
hable y vea perfectamente. Aquí dos cosas. La primera, la misericordia de Dios. El
amor de Dios que nunca se esconde y la segunda, la petición de todos. Es como
volver a la responsabilidad que se ha dejado por el correr de la vida y ahora, en
medio del dolor ante la enfermedad, se recurre a Dios para que tenga clemencia y lo
sane.
Debemos, todos sin excepción, volver a Dios, no tanto para pedir, sino para
tomar conciencia del deber de dar ejemplo y nunca dejar de enseñar valores,
comportamientos y moralidad en el camino hacia Dios. Porque las enfermedades
físicas se pueden curar y de hecho siempre hay milagros. Pero esas enfermedades
internas que nos alejan de la realidad (no ver, no hablar) nos hacen cómplices de
muchas situaciones de injusticia y de inmoralidad.
Padre Marcelo
@padrerivas