VI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
la sabiduría de Dios está en Jesús, no hay que pedir otro signo sino
Él, y seguirle como camino
Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y,
para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús,
suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un
signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo". Y dejándolos,
volvió a embarcarse hacia la otra orilla” (Marcos 8,11-13).
1. Se diría que los fariseos, cuantos más milagros hace Jesús, menos
aceptan creer:
-“ Los fariseos se pusieron a discutir con Jesús... para
probarle ”... Se han bloqueado a priori . No vienen para aclarar las cosas,
para discutir noblemente... sino para "tender un lazo", para "tentar". La
palabra griega usada por Marcos es la misma de la tentación en el desierto:
"fue tentado por Satanás" (Mc 1, 13). Quizá alguna vez podemos probar eso
que Jesús ha tenido que pasar: estar rodeados de gentes que quieren
perdernos, que buscan hacernos dar un paso en falso, que espían nuestros
errores o imperfecciones naturales para ponerlos en evidencia. Jesús ha
tenido que estar a menudo en estado de alerta, de combate, de debate
interior.
-“ Le pedían una "señal del cielo." ” Es la misma tentación grave
del desierto: "haz que estas piedras se conviertan en panes... échate abajo
desde lo alto del Templo..." La misma tentación renace en la conciencia de
Jesús: "¡Muestra quién eres! ¡Haz milagros! ¡Pon en obra tu poder divino!
¡Fuerza a las gentes a creer en ti!" Esta tentación, toda proporción
guardada, acerca Jesús a nosotros: gracias, Señor, de haber conocido esto.
"El, que siendo de condición divina no conservó codiciosamente el ser igual
a Dios, sino que se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo y
haciéndose semejante a los hombres..." (Fil 2,5). En todo semejante menos
en el pecado; también tuvo tentaciones. Y es también la misma tentación
en la agonía de Getsemaní: "que se aleje de mí este cáliz"... es la tentación
de rechazar la vía de la cruz como medio de Salvación, es la tentación de
salvar el mundo por medios más fáciles y menos costosos: "Vamos, danos
una señal del cielo". Cada vez que quisiéramos en nuestras vidas suprimir
las dificultades, nos encontramos con esta misma tentación.
-“ Jesús suspiró profundamente y dijo ”... "suspiró" también en la
curación del "sordo tartamudo" (Mc 7,34). Hay que procurar imaginar este
"gemido", esta queja velada de que no entienden aún…
-“ ¿Por qué pide señales esta generación?” Jesús acaba de hacer
unos "signos", acaba de alimentar a multitudes con 7 panes ¡y con los
restos se llenaron 7 canastas! Confesemos que un tal endurecimiento del
corazón, una ceguera semejante es descorazonante. "Esta generación", esta
expresión, en la boca de Jesús es un término de condenación, que hace
alusión a la "generación del desierto" que contestó a Dios, que puso a Dios
a prueba reclamando siempre nuevas muestras de poder divino. Hace
referencia pues a la incredulidad de aquellos: "cuarenta años me asqueó
aquella generación... cuando me tentaron vuestros padres, a pesar de
haber visto mis obras..." (Sal 95,9-10).
-" En verdad os digo que no se le dará ninguna otra señal a
esta generación . Y dejándolos, se embarcó de nuevo hacia la otra
ribera del lago ”. Gesto de decepción. Vayamos más lejos. Jesús sufre.
Tiene delante de Él unos corazones cerrados. Ni siquiera se puede discutir.
Por lo tanto huyamos. Pasemos a la otra ribera (Noel Quesson).
Muchas veces pedimos señales del cielo, como probando a Dios,
queriendo que atienda ese deseo de saber que podemos hacer algo grande,
como decía el escritor: "Señor, en aquella rama hay un cuervo. Sé que tu
majestad no puede rebajarse hasta mí. Pero necesito una señal. Ordena a
ese cuervo que emprenda el vuelo. Así sabré que no estoy solo en el
mundo. Y observé al pájaro. Pero siguió inmóvil. Me incline de nuevo sobre
la roca. Señor, tienes razón. Tu majestad no puede ponerse a mis órdenes.
Si el cuervo hubiera emprendido el vuelo, yo me sentiría triste aún, porque
este signo lo habría recibido de alguien igual a mí mismo; sería el reflejo de
mis deseos. Y de nuevo me habría encontrado en mi propia soledad. En
aquel preciso instante, mi desolación se convirtió en una inesperada alegría"
(A. de Saint-Exupery). Ante una cosa que ha ido bien por ejemplo en el
tema económico, una persona esperanzada ve la mano de Dios, otra
codiciosa quiere más de lo que ha recibido y no está nunca contenta.
Querían los fariseos un mesías triunfalista, una victoria, algo
extraordinario…
San Agustín se pregunta: “¿Por qué pide esta generaci￳n una se￱al?”
y dice: “Aquí vemos dos cosas: por una parte las obras divinas y por otra,
un hombre. Si las obras divinas no pueden ser realizadas sino por Dios,
¡presta atención y mira si acaso Dios se esconde en este hombre! Sí,
¡estate atento a lo que ves y cree lo que no ves! Aquel que te ha llamado a
creer no te ha abandonado a tu suerte; incluso si te pide creer lo que no
ves, no te ha dejado sin ver algo que te ayuda a creer lo que no ves. ¿La
misma creación ¿es un signo débil, una manifestación débil de creador?
Además, aquí lo tienes haciendo milagros. No podías ver a Dios, pero podías
ver al hombre, pues Dios se hizo hombre para que sea una sola cosa
aquello que tú ves y que tú crees”.
2. “ Santiago, servidor de Dios y del Señor Jesucristo, saluda a
las doce tribus de la Dispersión”. Empezamos hoy la lectura de la Carta
de Santiago que nos acompañará durante dos semanas. El autor conoce
muy bien la espiritualidad judía y cita mucho el Antiguo Testamento y
escribe a los cristianos convertidos del judaísmo y que ahora están
esparcidos: « las doce tribus dispersas ». Más que una carta es una
exhortación homilética sobre el estilo de vida que deberían llevar los
seguidores de Jesús. Sus consignas son muy concretas, sacuden el excesivo
conformismo y son de evidente actualidad para nuestras comunidades de
hoy como iremos viendo: la fortaleza ante las pruebas, la relatividad de las
riquezas, la no acepción de personas. Comenzamos con una serie de
consejos prácticos: saber aprovechar las pruebas de la vida, que nos van
haciendo madurar en la fe; dirigir con confianza y perseverancia nuestra
oración a Dios; no estar orgullosos precisamente de las riquezas, si las
tenemos, porque son flor de un día.
Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean
sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser
probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de
obras perfectas, a fin de que vosotros lleguéis a la perfección y a la
madurez, sin que os falte nada ”. Nos conviene escuchar estos consejos
de sabiduría cristiana. Las pruebas de la vida las deberíamos aceptar con
elegancia espiritual, porque nos ayudan a purificarnos, a crecer en fe y a
dar temple a nuestro seguimiento de Cristo. No se trata de que vayamos
buscando sufrimientos, ni de que adoptemos una postura pasiva y
resignada, sino de que ejercitemos nuestro aguante cuando vienen, sin
exagerar posturas trágicas y depresivas. Desde luego, es difícil lo que pide
Santiago: ¿quién llega a alegrarse de las pruebas de la vida?
Si a alguno de vosotros le falta sabiduría, que la pida a Dios, y
la recibirá, porque él la da a todos generosamente, sin exigir nada
en cambio ”. Una de las cosas que más podemos pedir a Dios en nuestra
oración es la verdadera sabiduría: «En caso de que alguno de vosotros se
vea falto de acierto, que se lo pida a Dios». Cuántas veces en nuestra vida
debemos tomar decisiones, personales y comunitarias, y experimentamos la
dificultad de un buen discernimiento. Santiago nos invita, en estos casos y
cuando nos vienen las pruebas, a orar con fe, sin titubear. Recordamos la
escena de Pedro que se lanzó al agua para acercarse a Jesús, pero dudó y
se empezó a hundir: le salió espontánea una oración breve y humilde:
«Señor, sálvameᄏ: “ Pero que pida con fe, sin vacilar, porque el que
vacila se parece a las olas del mar levantadas y agitadas por el
viento. El que es así no espere recibir nada del Señor, ya que es un
hombre interiormente dividido e inconstante en su manera de
proceder ”.
Esta verdadera sabiduría la aplica la carta a un tema que se repetirá
después: los ricos no tienen por qué estar demasiado orgullosos, porque no
hay cosa más efímera que la riqueza: “ Que el hermano de condición
humilde se gloríe cuando es exaltado, y el rico se alegre cuando es
humillado, porque pasará como una flor del campo: apenas sale el
sol y calienta con fuerza, la hierba se seca, su flor se marchita y
desaparece su hermosura. Lo mismo sucederá con el rico en sus
empresas” . Santiago no duda en decir que el de condición humilde tiene
una «alta dignidad», mientras que la del rico es una «pobre condición», al
contrario de lo que este mundo insiste en decirnos; nos hace bien relativizar
las cosas exteriores y llamativas.
3. “Antes de ser afligido, estaba descarriado; pero ahora
cumplo tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien: enséñame tus
mandamientos”. Muchas veces es necesario pasar por el crisol de la
prueba para reconocer el amor que Dios nos tiene. Dios siempre vela por
nosotros como un Padre lleno de amor y de ternura. Él jamás da ni dará
marcha atrás en el amor que nos tiene, pues lo que Dios da lo da de una
vez y para siempre. Por eso sigue: “Me hizo bien sufrir la humillación,
porque así aprendí tus preceptos”.
Si nosotros hemos vivido como ovejas descarriadas y sólo mediante
la prueba nos acordamos del Señor, hemos de ver que incluso esos
momentos difíciles Dios los permite para que reflexionemos y volvamos a
Él, como el hijo pródigo decide volver cuando se encuentra en una gran
penuria, después de haberlo poseído todo. En los momentos de prueba no
nos desesperemos, ni le reclamemos a Dios; escuchemos más bien sus
palabras con la confianza de que no nos abandonará a nuestra suerte; Él
escucha nuestra voz y sale a nuestro encuentro para perdonarnos. Ojalá y
en adelante caminemos en su presencia como hijos fieles a su amor y no
como hijos rebeldes. Le decimos en nuestra oración, que ponemos bajo la
intercesión de la Santísima Virgen: “Para mí vale más la ley de tus
labios que todo el oro y la plata. Yo sé que tus juicios son justos,
Señor, y que me has humillado con razón. Que tu misericordia me
consuele, de acuerdo con la promesa que me hiciste”.
Llucià Pou Sabaté