VI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
el pecado es la mala levadura de la que nos previene Jesús, que cuando le
dejamos actuar genera la muerte
“En aquel tiempo, a los discípulos se les olvidó llevar pan, y no
tenían más que un pan en la barca. Jesús les recomendó: -«Tened
cuidado con la levadura de los fariseos y con la de Herodes.» Ellos
comentaban: -«Lo dice porque no tenemos pan.» Dándose cuenta,
les dijo Jesús: -«¿Por qué comentáis que no tenéis pan? ¿No
acabáis de entender? ¿Tan torpes sois? ¿Para qué os sirven los ojos
si no veis, y los oídos si no oís? A ver, ¿cuántos cestos de sobras
recogisteis cuando repartí cinco panes entre cinco mil? ¿Os
acordáis?» Ellos contestaron: -«Doce.» -« ¿Y cuántas canastas de
sobras recogisteis cuando repartí siete entre cuatro mil?» Le
respondieron: -«Siete.» Él les dijo: -«¿Y no acabáis de entender?»
(Marcos 8,14-21).
1. Vemos hoy la soledad de Jesús, ya rechazado por los fariseos,
rodeado de incredulidad… -“ Los discípulos al embarcar se olvidaron de
tomar consigo panes, y no tenían en la barca sino un pan. Jesús les
daba esta consigna: "¡Mirad de guardaros del fermento de los
fariseos y del fermento de Herodes!" Pero ellos iban discurriendo
entre sí porque no habían llevado panes ”. El "fermento" de los fariseos
es considerado como fuente de impureza y de corrupción. Lo que ahora
llamamos "fariseísmo" es lo que Jesús critica. En la literatura judea-
helenista la metáfora de la levadura se aplicaba frecuentemente no a
cualquier "corrupción" moral, sino muy concretamente al orgullo, a la
soberbia, a la hipocresía. En el pasaje paralelo Lucas añade expresamente:
"Guardaos de la levadura (esto es, de la hipocresía) de los fariseos" (Lc
12,1). En nuestra vida personal, podemos tener a veces una actitud interior
de envidia, de rencor, de egoísmo, que puede estropear toda nuestra
conducta: ¿cuál es esa levadura mala que hay dentro de nosotros y que
inficiona todo lo que miramos, decimos y hacemos? Al contrario, cuando
dentro hay fe y amor, todo queda transformado por esa levadura interior
buena. Los actos visibles tienen una raíz en nuestra mentalidad y en
nuestro corazón: tendríamos que conocernos en profundidad y atacar a la
raíz.
San Pablo lo aplicará también a la comunidad: «¿No sabéis que un
poco de levadura fermenta toda la masa? Purificaos de la levadura vieja,
para ser masa nueva, pues sois ázimos».
-“ Por qué discutís por no tener pan? Todavía no comprendéis?
¿Sois obtusos de entendimiento? ¿Teniendo ojos no veis y teniendo
oídos no oís? Ellos son también "ciegos" y no entienden en absoluto a
Jesús! Esta ininteligencia, esa incredulidad, debe interpelarnos hoy también
a nosotros. ¿No estamos a veces muy orgullosos de nuestra Fe, muy
seguros de nosotros mismos? Y sin embargo ¿no somos también a menudo
ininteligentes e incrédulos? Señor, ven en ayuda de nuestra falta de Fe.
Haznos humildes. Guarda nuestras mentes y nuestros corazones abiertos,
alertados, siempre atentos, disponibles para nuevos progresos. Purifícanos,
Señor, del "fermento" de la suficiencia, sánanos de nuestras certidumbres
orgullosas. Mantén en nosotros, Señor, un espíritu de búsqueda (Noel
Quesson).
Nos gustaría decirle que le entendemos y que no tenemos el
entendimiento ofuscado, pero no nos atrevemos. Sí que osamos, como el
ciego, hacerle esta súplica: «Señor, que vea» (Lc 18,41), para tener fe, y
para ver, y como el salmista dice: «Inclina mi corazón a tus dictámenes, y
no a ganancia injusta» (Sal 119,36) para tener buena disposición, escuchar
y acoger la Palabra de Dios y hacerla fructificar.
Será bueno también, hoy y siempre, hacer caso a Jesús que nos
alerta: «Abrid los ojos y guardaos de la levadura de los fariseos» (Mc 8,15),
alejados de la verdad, “maniáticos cumplidores”, que no son adoradores en
Espíritu y en verdad (cf. Jn 4,23), y «de la levadura de Herodes», orgulloso,
despótico, sensual, que sólo quiere ver y oír a Jesús para complacerse.
Y, ¿cómo preservarnos de esta “levadura”? Pues haciendo una lectura
continua, inteligente y devota de la Palabra de Dios y, por eso mismo,
“sabia”, fruto de ser ᆱpiadosos como niños: pero no ignorantes, porque
cada uno ha de esforzarse, en la medida de sus posibilidades, en el estudio
serio, científico de la fe (...). Piedad de niños, pues, y doctrina segura de
teólogos» (San Josemaría).
Así, iluminados y fortalecidos por el Espíritu Santo, alertados y
conducidos por los buenos Pastores, estimulados por los cristianos y
cristianas fieles, creeremos lo que hemos de creer, haremos lo que hemos
de hacer. Ahora bien, hay que “querer” ver: ᆱY el Verbo se hizo carneᄏ (Jn
1,14), visible, palpable; hay que “querer” escuchar: María fue el “cebo”
para que Jesús dijera: «Dichosos más bien los que escuchan la palabra de
Dios y la guardan» (Lc 11,28; Lluís Roqué Roqué).
2. “ Dichoso el hombre que soporta la prueba, porque, una vez
aquilatado, recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a
los que lo aman”. Superada la prueba, se recibirá la «corona de la vida»
que ha prometido el Señor a los que le aman. La tentación, el mal, la
prueba... Hoy más que nunca es ésta una de las objeciones más corrientes
contra Dios: «Si Dios es bueno, como decís, ¿por qué?...» Santiago
contesta. El mal, lo que daña es pasajero. Es una «prueba», en el sentido
moderno de la palabra, cuando se «pone a prueba una máquina, o cualquier
elemento técnico» para asegurarse de su «valor», calidad y buen estado. Lo
mismo ocurre con el hombre que, destinado al gozo y a la felicidad, pero
habiendo de pasar por la prueba... recibirá la «corona de la vida», una vez
reconocido su «valor». Si cree en ello, ya desde ahora el hombre puede
hallar gozo en sus pruebas, sabiendo lo que «Dios ha prometido»: se trata
aquí de la virtud de la esperanza. Una «corona de la vida» (1 Cor 9,25; Ap
2,10): símbolo de alegría, de felicidad, de victoria... recompensa mesiánica,
prometida para los últimos tiempos.
Un cristiano, ante las tentaciones que le salen al paso, no tiene que
echar la culpa a Dios ni a ningún factor de fuera. Nos vienen de nosotros
mismos: “ Cuando alguien se ve tentado, no diga que Dios lo tienta;
Dios no conoce la tentación al mal y él no tienta a nadie. A cada uno
le viene la tentación cuando su propio deseo lo arrastra y seduce; el
deseo concibe y da a luz el pecado, y el pecado, cuando se comete,
engendra muerte”. Es un análisis psicológico y religioso de nuestra
debilidad humana. De Dios sólo nos vienen dones y fuerza. El sólo sabe
ayudar y nos ha destinado a ser «primicia de sus criaturas». Nada malo es
directa ni inmediatamente querido por Dios . Dios «no nos afrenta»,
sólo esparce bondades. Y Santiago continúa argumentando: Dios es santo,
inaccesible al mal, no puede querer el mal ni puede proponerlo al hombre.
Luego, ¿de dónde viene la tentación? Viene de la naturaleza de las cosas:
de la creación, que forzosamente es imperfecta porque no es Dios... y del
deseo del hombre, imperfecto también. Si se insiste en el primer párrafo -
Dios se sirve de las pruebas para probar nuestro valer y para conducirnos a
la corona de la vida-... si se insiste en el segundo -Dios no nos prueba
directamente-... se puede decir «Dios me ha enviado esta prueba», o bien
«no es Dios quien me ha enviado esta prueba.» Todo depende de las
perspectivas que tomemos… pero el mal seguirá siendo un misterio. Mejor
pensar que Dios es bueno, que de ahí sacará un bien…
- “Mis queridos hermanos, no os engañéis. Todo beneficio y
todo don perfecto viene de arriba, del Padre de los astros, en el cual
no hay fases ni periodos de sombra. Por propia iniciativa, con la
palabra de la verdad, nos engendró, para que seamos como la
primicia de sus criaturas”. Dios es todo bondad, todo amor, todo luz! En
El no hay tiniebla alguna. ¡Sólo puede «querer» el bien! Con su Palabra de
verdad, quiso darnos la vida (Noel Quesson).
3. Dios no tienta a nadie. Ni inclina a nadie al mal, aunque
popularmente digamos que Dios nos envía tales o cuales pruebas y
tentaciones. Somos nosotros mismos los que nos tentamos, porque somos
débiles, porque no nos sabemos defender de las astucias del mal y hacemos
caso de nuestras apetencias: el orgullo, la avaricia, la sensualidad. Tenemos
siempre delante la tremenda posibilidad de hacer el bien o el mal, de seguir
un camino u otro. A veces con las ideas claras de a dónde tendríamos que
ir, pero con pocas fuerzas, y la tentación constante de hacer lo más fácil. De
Dios sé que podemos estar seguros de que lo suyo es ayudar: « cuando me
parece que voy a tropezar, tu misericordia. Señor, me sostiene;
cuando se multiplican mis preocupaciones, tus consuelos son mi
delicia », como dice el salmo de hoy. Él nos va educando -también a través
de nuestras caídas- a lo largo de toda nuestra vida. El que supera la prueba
«recibirá la corona de la vida que el Señor ha prometido a los que le
aman».
Cuántas veces le pedimos a Dios: «no nos dejes caer en tentación»,
«líbranos del mal». Esta fuerza de Dios es la que hará posible que se
cumpla su plan sobre nosotros: «que seamos como la primicia de sus
criaturas». Pedimos a nuestra madre santa María que no sólo nos salvemos
nosotros, sino que ayudemos a otros a seguir el camino que Dios quiere.
Llucià Pou Sabaté