VI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Jesús anuncia su Pascua por vez primera, y tiene que regañar a Pedro
porque no entiende la pasión en la cruz
«Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de
Filipo y en el camino preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los
hombres que soy yo? Ellos le respondieron: Unos que Juan el
Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas. Entonces él
les pregunta: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo
Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. Y les ordenó que no hablasen a
nadie sobre esto.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer
mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los
sacerdotes y por los escribas y ser muerto, y resucitar después de
tres días. Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo aparte,
se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus
discípulos, increpó a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí, Satanás!,
porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los
hombres» (Marcos 8,27-33).
1. Jesús es el «Mesías que va a entregar su vida por los demás».
Mañana nos dirá que acogerle a él es acogerle con su cruz, con su misterio
pascual de muerte y resurrección. “ Iba Jesús con sus discípulos a las
aldeas de Cesarea de Filipo ”... Marchan hacia países paganos, lejos de
las muchedumbres de Galilea. Jesús sabe lo que quiere hacer: someter a
prueba la Fe de sus discípulos.
-“ Caminando les hizo esta pregunta "¿Quién dicen las gentes que
soy yo ?””. «Y vosotros, quién decís que soy yo?». Es la pregunta de la fe,
de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la
experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre
Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros.
-“ Pedro, tomando la palabra, responde "¡Tú eres el Mesías!" ” -
Cristo, en griego-. Así, el grupo de los Doce va mucho más allá de las
respuestas corrientes de las gentes. Se trata pues del reconocimiento de la
identidad profunda de Jesús: Jesús no es solamente "uno de los profetas",
por los cuales Dios conducía la historia a su término... El es el término, el
fin mismo, "aquel que los profetas anunciaban", el Mesías, el Ungido, el
"Xristos".
-“ Y les encargó muy seriamente que no hablaran a nadie de
El ”. Es el "secreto mesiánico", evitar su divulgación prematura.
Hace falta que pase por la muerte y la resurrección para que su
identidad sea manifestada: -“ Y por primera vez comenzó a enseñarles
cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho y que
fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y
los escribas, y que fuese muerto y resucitase después de tres días.
Jesús decía todo esto claramente”. Con este anuncio termina la primera
parte del relato de Marcos y comienza lo que llaman una sección nueva.
Hasta la "pasión" de Jesús, tendremos tres relatos parecidos y los tres
añaden cada vez el anuncio de la "muerte y resurrección"… forman un
crescendo: en el último, Jesús dará todos los detalles.... esto sucederá "en
Jerusalén", será "entregado a los paganos", "le escupirán" y "le
flagelarán"...
-“ Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. Pero Jesús,
volviéndose reprendió severamente a Pedro: "Quítate allá Satanás,
porque tus pensamientos no son los pensamientos de Dios, sino los
de los hombres ”. Hasta los discípulos esperan es un mesías humano, en el
éxito, un mesías político, un liberador de aquí abajo. Y Jesús una vez más
experimenta esta sugestión como una tentación satánica. Y yo, ¿qué es lo
que espero de Dios, de la Iglesia? (Noel Quesson).
2. –“ Hermanos, no entre la acepción de personas en la fe que
tenéis en nuestro Señor Jesucristo glorificado ”. Hoy también se pide a
la Iglesia que no se inmiscuya en los asuntos humanos, que no hable de las
«desigualdades sociales». Santiago contesta: « sois precisamente
vosotros los que inmiscuís en la fe la acepción de personas ».
-“ Supongamos que entra en vuestra asamblea un hombre bien
vestido y con un anillo de oro y, a la vez, otro, pobre y mal vestido.
Os dirigís al que va bien vestido y le decís: «Siéntate aquí, instálate
bien.» Y decís al pobre: «Quédate ahí de pie» o bien «siéntate en el
suelo.» ¿No será esto hacer distinciones entre vosotros?” Cuando
uno reprocha a la Iglesia entrar en tales consideraciones, es porque se
siente aludido. Esas «desigualdades» a las que no se quiere renunciar, nos
favorecen. Eso es juzgar con criterios malos o falsos. "Criterios falsos..."
Referencias ridículas, superficiales.
-“ ¿Acaso no ha escogido Dios a los pobres según el mundo?”
Desconfiemos de nuestras preferencias, no son las de Dios. Dios prefiere a
los pobres. Dios elige estar de su parte. Es una cuestión grave que se
plantea siempre a la Iglesia. Es una cuestión grave que se nos plantea a
cada uno.
-“ Dios los ha hecho ricos en la fe y herederos del Reino que
prometió a los que le aman. La única «riqueza», la única
«superioridad» verdadera es la fe”. Los más desheredados, los más
humildes, cuando tienen esa riqueza son tan dignos de consideración como
los que tenemos por afortunados. ¡Verdaderamente es así!
-“ En cambio vosotros despreciáis al pobre”. ¿No son acaso los
ricos los que os oprimen? Santiago no se anda con rodeos. Y no hay que
renunciar a esos temas por el hecho de ser a menudo explotados por
cualquier otra causa que la de los pobres.
-“ Si cumplís plenamente la Ley: «Amarás a tu prójimo como a
ti mismo, obráis bien. Pero si hacéis diferencias entre las personas,
cometéis pecado.»” Señor, repítenos, incansablemente, que debemos
amar, y que el amor empieza por la justicia, y tiende a la igualdad. Sostiene
a todos los que son víctimas en nuestra sociedad de hoy... ayuda a los que
luchan por su dignidad y por su medio de sustento... haznos artífices de la
justicia social... ayúdanos a comprometernos en el servicio de los más
desheredados... (Noel Quesson).
3. Dios ha elegido a los pobres de espíritu, y no a los ricos, para
cumplir sus planes. El salmo ha sido elegido para hacer eco a este aspecto
de la lectura. A los que escucha el Señor es a los afligidos y a los humildes:
« Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha... que los humildes lo
escuchen y se alegren ».
En nuestra vida tenemos muchas ocasiones de caer en la trampa de
la acepción de personas, o sea, de mostrar preferencias por unos en razón
de su simpatía, sus cualidades o sus riquezas. Y, consecuentemente,
menospreciar a los demás. Nos va bien la lección de Santiago (J.
Aldazábal). No es de extrañar que el Vaticano II, en el documento de
liturgia, tuviera que mandar que «en la liturgia no se hará acepción de
personas o de condición social, ni en las ceremonias ni en el ornato
exterior» (SC 32).
Antes de ir a comulgar, el darnos la mano como gesto de paz con los
que tenemos al lado, conocidos o no, de la misma edad y condición social o
no, es un ejercicio de universalidad y de fraternidad que nos puede ir
corrigiendo precisamente de esta tentación de la acepción de personas que
critica Santiago. El signo de la paz en la misa nos puede servir para
recordar esa doctrina.
Llucià Pou Sabaté