Sabe pintar el gato y se espanta del garabato.
Domingo 8º. Ordinario Ciclo A
Teniendo casi como música de fondo un programa de televisión, me ocurrió estar
oyendo todas las tremendas banalidades de los y las artistas de cine, de todos
aquellos que desfilan en lo que llaman la alfombra roja, los vestidos con los que
pretenden deslumbrar a sus admiradores, las joyas con las que adornan sus cuellos
y sus dedos, y los peinados a cual más exóticos, que a veces más que a
admiración, mueven a risa, y me ocurrió pensar entonces en la Madre Teresa de
Calcuta, que fue una mujer admirable, que se dio a la tarea de consagrarse junto
con sus religiosas, al servicio de los más pobres, que hizo de su vida una defensa
sin límites de los no nacidos, y que gracias a su empeño y a su labor entre los más
pobres de los pobres, se hizo merecedora de varios premios, entre ellos, el premio
Kennedy e incluso el premio Nobel de la Paz. Ella se presentó siempre con el mismo
sari, un hábito blanco con filos azules, sin importarle ninguna otra cosa, ningún
nuevo tocado, ningún sombrero, ni siquiera un ligero maquillaje. Su rostro burdo,
destacaba aquella sonrisa y aquel deseo de entrega, de generosidad, olvidándose
de sí misma para hacer la felicidad de aquellos a los que ella amaba, hasta
prodigarles lo que más necesitaban en el momento de morir en la total pobreza,
una sonrisa, un cariño y un poco de amor.
Gracias a la figura de Teresa, he logrado comprender el mensaje de Cristo el día de
hoy, que nos invita a confiar en la Providencia de Dios, y que se convierte en un
fuerte llamado a trabajar confiadamente para conseguir el pan de cada día, pero sin
preocupación, sin sobresalto, sin avaricia: “por eso les digo que no se preocupen
por su vida, pensando qué comerán o con que se vestirá. ¿Acaso no vale más la
vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren a las aves del cielo, que
no siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros, y sin embargo, el Padre celestial
las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza
de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?” Visto así, que
agradable es ver el ingenio que los pajarillos ponen para hacer sus nidos y para
conseguir el alimento de cada día, sus semillitas, sus gusanitos, las pequeñas
ramitas con las que se alimentan, y todo ello sin preocupación, y cuando en un
lugar falla el alimento o encuentran un peligro para su vida, simplemente
emprenden el vuelo y se alejan en busca del sustento diario. No era la pretensión
entonces en labios de Cristo que los hombres vivieran en una tonta e ingenua
despreocupación por el alimento o el vestido, pues los oyentes de Jesús eran gente
de campo, de trabajo, que sabían de la ardua labor que significaba el sembrar sus
campos o levantar sus cosechas, sino quitar la inquietud y la preocupación del
corazón.
De esta misma manera podemos seguir escuchando a Cristo: “¿Y por qué se
preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni
hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se
vestían como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece
y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca
fe?”. podemos poner entonces cuidado en admirar la belleza de las flores aun las
que crecen con tremenda dificultad en las ranuras del concreto en los edificios o en
el pavimento, pero tendremos que admirarnos de que haya pobres que no tengan
con que vestir, y no acostumbrar a pensar que esa es la voluntad del Señor, pues
en los planes de Dios no entraba la pobreza, pues destinó los bienes de la tierra
para que todos pudiéramos disfrutar, y la pobreza la inventamos los hombres y
seremos los hombres, confiados en la Providencia de Dios, los que tenemos que
crear condiciones de vida, donde haya pan para todos y vestido y techo para todos
los que han sido llamados al banquete de la vida.
Desde esta perspectiva, desde un lenguaje poético, podemos captar el profundo
realismo de Cristo que nos invita: “busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y
todas estas cosas se les darán por añadidura”. Y también entenderemos cómo nos
llama Cristo Jesús a decidirnos por él decidiéndonos por la paz, el amor y la vida
nueva de los hijos de Dios en el Reino: “Nadie puede servir a dos amos, porque
odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al
segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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