CICLO B
TIEMPO DE NAVIDAD
SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR
El tiempo litúrgico de Navidad y de Epifanía está penetrado por el mensaje
de la luz. Epifanía significa manifestación luminosa. La «luz nueva»
encendida en la noche de Navidad (Prefacio de Navidad I), hoy brilla sobre
todo el mundo, como sugiere la imagen de la estrella, cuya luz atrajo a los
Magos de oriente. Dios en muchas ocasiones se había manifestado
mediante el resplandor de su gloria. En esta fiesta celebramos que Dios
manifestó a su Hijo unigénito a los pueblos gentiles por medio de una
estrella (Oración colecta). “Yo soy la luz del mundo –dirá Jesús-. El que me
sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12).
En varias fiestas del tiempo de Navidad se nos relata cómo Dios hecho niño
(hombre verdadero) se había manifestado a gentes del pueblo judío: a
María su madre, a José, a los pastores (hombres rudos y sencillos), a los
sabios y doctores en el templo. El evangelio de hoy nos presenta la
manifestación del Salvador a gentes de otra raza. No eran judíos, sino “de
oriente”, es decir, extranjeros. Gentiles los llama la segunda lectura, en la
que se nos resume el mensaje de la fiesta de hoy: “que también los gentiles
son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en
Jesucristo”.
Los Magos de Oriente quizás eran hombres con conocimientos superiores de
astronomía y filosofía. Su largo camino exterior era prueba de la
peregrinación interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios
y se ponen en camino hacia él. Los Magos, “siguiendo una luz, buscan la
Luz” (Papa Francisco). Eran buscadores de Dios.
El Hijo de Dios se hizo hombre, para que los hombres –todos los hombres-
puedan ser hijos de Dios. De cualquier raza, pueblo y nación. De cualquier
color. La tradición nos refiere que uno de los Magos era de raza negra.
Todos los hombres de cualquier época de la historia, también los del siglo
XXI, estamos llamados a ser hijos de Dios. La fiesta de hoy subraya el
significado universal del nacimiento de Cristo. En el Prefacio
cantamos: "Hoy en Cristo, luz de los pueblos, has revelado a los pueblos el
misterio de nuestra salvación".
Cristo es el único Salvador de los hombres. Todo ser humano se salva a
través de Cristo, que no es un camino más de salvación, ni puede ser
puesto al mismo nivel de otros líderes religiosos, porque en Él está la
plenitud de los medios de salvación. Es el camino único hacia Dios. En las
otras religiones hay algunas verdades, pero no la totalidad. Tolerancia
significa respeto efectivo al derecho que toda persona tiene a la libertad
religiosa. Pero el cristiano debe estar seguro y convencido de que Cristo es
el único Salvador de todos los hombres.
La de hoy es para nosotros una fiesta misionera. Todo el que cree en
Jesucristo como su único Salvador y Señor debe confesar el misterio de la
salvación de los hombres con fe pura y amor sincero. Una fe confesante,
valiente, y consecuente. Con respeto a todos, pero sin complejos, el
cristiano debe proclamar que en Cristo, para luz de todos los pueblos, está
el misterio de nuestra salvación, pues “al manifestarse Cristo en nuestra
vida mortal hemos sido hecho partícipes de la gloria de su inmortalidad”
(Prefacio de la Epifanía).
Esta fiesta nos muestra, sobre todo, que Dios “está en peregrinación hacia
el hombre. No existe sólo la peregrinación del hombre hacia Dios; Dios
mismo se ha puesto en camino hacia nosotros” (Benedicto XVI). Es el gran
don de Dios. Fiesta de Reyes, fiesta de los regalos. En un sermón en la
Epifanía del Señor, San Agustín nos recuerda que "también nosotros,
reconociendo en Cristo a nuestro rey y sacerdote muerto por nosotros, lo
honramos como si le hubiéramos ofrecido oro, incienso y mirra; sólo nos
falta dar testimonio de él tomando un camino distinto del que hemos
seguido para venir".
MARIANO ESTEBAN CARO