VII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Sábado
El niño es el símbolo de la sencillez y disponibilidad, de dependencia y
obediencia.
«Le presentaban unos niños para que les impusiera las manos; pero
los discípulos les reñían. Al verlo Jesús se enfadó y les dijo: Dejad
que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de éstos
es el Reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de
Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendecía
imponiéndoles las manos » (Marcos 10,13-16).
1. –“ Presentáronle unos niños para que los tocase; pero los
discípulos los reprendían” . Jesús, gracias por ser tan "humano",
próximo a nosotros... que te enojas cuando algo es injusto... eres
tierno, amoroso, sensible, abrazas... no me gusta ver a los apóstoles
¡ que regañaban a los niños !
Jesús nos dice: -" Dejad que vengan a mí los niños, y no se lo
estorbéis, porque de ellos y de los que se asemejan a ellos es el
Reino de Dios ". No se trata pues tan sólo de un amor natural,
encantador, es que para Jesús, el Reino de Dios está reservado a los
que se hacen niños. Los niños son capaces de entrar en relación con
Dios de un modo muy auténtico.
Ante el desprecio que había entonces hacia los niños, se comenzará a
bautizar a los niños pequeños, integrarles a la vida de la comunidad
litúrgica, hacerles participar de la eucaristía… Las tomas de posici￳n de
Jesús "en favor de los niños", en este contexto tienen una resonancia
capital: el niño ¡es una persona! Y delante de Dios tiene un valor
infinito.
-“ En verdad os digo: quien no acoge el Reino de Dios como lo
hace un ni￱o, no entrará en él”. El niños es muchas veces maestro
para los adultos. No se trata de infantilismo, ni nostalgia de la
inocencia y del frescor puro de nuestra infancia... Es una invitación a
ponernos en relación con Dios en una total "dependencia" de El: el
niño es aquí el símbolo de la sencillez y disponibilidad, de dependencia
y obediencia. El niño no calcula, se da todo él, de una pieza, sin
discutir, sin hacer comentarios... mientras que el adulto tiende a
perderse en el análisis complicado de sus razonamientos. El niño dado
como ejemplo a los adultos es el que se echa en brazos de su madre y
¡que confía plenamente en ella... para todo! El niño no puede vivir si
no es amado. Vive de este amor. Depende vitalmente de este amor.
Es para él una cuestión de vida o muerte (Noel Quesson).
Estamos en el núcleo de la vida cristiana, la filiación divina: «¿Qué
mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único le hizo Hijo
del Hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios. Busca
dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu
justicia; y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura
gracia de Dios» (San Agustín). La realidad de la filiación divina -soy
hijo de Dios- lleva a entender la vida cristiana como una «vida de
infancia»: a sentirse y actuar en todo momento como hijo de Dios.
Como dicen los franceses, “enfant de Dieu”, pues hijo se escribe
“ni￱o”: « Ser pequeño: las grandes audacias son siempre de los niños.
-¿Quién pide... la luna? -¿Quién no repara en los peligros para
conseguir su deseo? / «Poned» en un niño «así», mucha gracia de
Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús,
toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir. y
tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como
indudablemente Dios los quiere» (J. Escrivá, Camino 857).
2. En la conclusión de su carta, Santiago considera ahora algunos
casos particulares: cuando se está contento... cuando se está
enfermo... cuando uno se siente pecador...
Sinceridad. Verdad y honradez en la palabra. " Que vuestro sí sea un
sí y vuestro no un no ". Que se comprometan de verdad en lo que
dicen, sin ninguna necesidad de tener que apuntalar su palabra con
apoyos que por sí solos no son garantía de verdad. « No juréis ni por
el cielo ni por la tierra ...».
-“ Hermanos, ¿sufre alguno entre vosotros? ᄀQue ore!” Esto
parece muy sencillo. Es la reacción de la gente sencilla, de la gente de
pueblo, ¡de todos los pueblos! Rezar es el consuelo, el único a veces
junto a la compañía de los seres queridos. Pues nos hace mirar las
cosas de otro modo, con ojos de Dios. Sucede incluso que algunos no
saben rezar más que en este caso: cuando las cosas marchan mal...
Pero es normal. Lo que no es normal es que no sepamos dirigirnos
suficientemente a Dios, cuando marchan bien. Señor, te confío mis
preocupaciones. Me detengo a expresarlas concretamente... a orar
partiendo de mis dificultades, de mis penas.
-“ ﾿Está alguno alegre? ᄀQue cante salmos!” Esto parece también
muy sencillo. Cuando se es feliz, ¡se «canta»! Pues bien, seamos de
los que «cantan» a Dios. No es por azar que la reforma litúrgica ha
sido pensada sobre todo para «hacer participar» a la asamblea del
canto y de la plegaria expresada corporalmente. Y aun estando solo,
en una plegaria silenciosa es preciso que yo sea un alma alegre, un
alma que canta ante Dios, un alma de acción de gracias y de alabanza.
Hay ciertamente muchas cosas buenas que puedo contar a Dios.
¡Tantas maravillas que ha hecho! ¡Tantas cosas buenas que me da!
Señor, te alabo por tus maravillas. Las expreso concreta y
detenidamente... orar partiendo de mis alegrías, de lo que me hace
feliz.
Yo vi como el beato Álvaro del Portillo, ante una circunstancia buena
decía “¡gracias a Dios”; y ante una circunstancia adversa, decía
también: “¡bendito sea Dios!”…
-“ ¿Está enfermo alguno entre vosotros? Llame a los
«ancianos» -los presbíteros- de la Iglesia que oren sobre él y
le unjan con ￳leo, en el nombre del Se￱or”. Esto se llamaba antes
la Extremaunción... El Concilio ha pedido que se renueve este
sacramento, llamándolo en adelante la Unción de los enfermos... y
dándolo más generosamente siempre que sea conveniente. No es un
sacramento de agonizantes.
Desde el comienzo de la Iglesia, se ve que los Apóstoles, -los Doce-
escogieron a unos presbíteros para que colaborasen con ellos y
ocupasen algunos cargos en las comunidades. Cada pequeña
comunidad de cristianos está estructurada. La familia del enfermo
llama a un presbítero; quien no es ahora solamente Don Tal o Cual...
es Cristo quien visita a este enfermo. El sacerdote reza y hace la
unción "en el nombre del Señor", y no en nombre propio. Dios
necesita de los hombres. Dios necesita de los sacerdotes. Hace poco
me tocó celebrar la unción de los enfermos en una residencia
sacerdotal. Otros sacerdotes me acompañaban. En el momento de
imponer las manos, les invité a que ellos también lo hicieran. Ante su
perplejidad, les leí este texto del Ap￳stol, donde dice que se “ llame a
los «ancianos» -los presbíteros- de la Iglesia que oren sobre él
y le unjan con ￳leo, en el nombre del Se￱or”. Es una invitación a
que fuera –en ese caso se podía- una oración comunitaria, no de un
solo sacerdote.
-“ Si hubiera cometido pecados, le serán perdonados”.
Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados. Mirad pues otro
"sacramento" testificado aquí. Incluso si no tiene precisamente la
«forma» con que podemos haberlo conocido. La confesión es también
uno de esos sacramentos esenciales que todos debemos redescubrir y
renovar. La Liturgia Penitencial colectiva va en el sentido de la más
pura tradición -aunque aparezca para algunos como una novedad-: los
primeros cristianos debieron «confesarse» sin duda con toda
simplicidad (Noel Quesson).
La carta termina con un gran elogio de la corrección fraterna: el que
logra recuperar a un hermano que se estaba desviando, se salvará de
la muerte él mismo y sepultará un sinfín de pecados.
3. Nos irían mucho mejor las cosas si «oráramos nuestra vida». O sea,
si las diversas experiencias de nuestra historia, tanto las alegres como
las tristes, las convirtiéramos en oración y en comunicación con Dios
(J. Aldazábal). Por ejemplo, si en los momentos de enfermedad
hiciéramos nuestras las palabras del salmista: « Señor, mis ojos
están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso ».
Llucià Pou Sabaté