VIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Domingo
a.- Is. 49, 14-15: Yo no te olvidaré.
La primera lectura nos invita a saber que Yahvé no abandona a su pueblo. Por un
parte encontramos en los versículos anteriores, la visión teológica del profeta, que
vislumbra tiempos de felicidad para Israel, una vez regrese a Jerusalén. Otra muy
distinta es la que tiene el pueblo, donde si bien eran esclavos, poseían tierras, altos
cargos en el gobierno, etc. pero pensar en el retorno no les hacía ninguna ilusión.
La tarea del profeta será infundirles esperanza y usan todo tipo de imágenes que
hablan de la protección divina, que faciliten el regreso de los exiliados. Les
preocupaba la falta de agua para ellos y sus ganados, comida, pastos, buenos
caminos…Yahvé será su pastor. Lo más importante será adquirir tierras, como en
tiempos de Josué, será Yahvé quien restablezca el país y repartirá las herencias
ahora devastadas. Hasta los presos recuperarán la libertad y los que habitan
mazmorras, verán la luz. La reunión de todos los desterrados, desde el lugar en
que se encuentren en Jerusalén, es otro elemento a considerar. Todo esto ha
preparado para su pueblo y Sión había pensado que Dios la había abandonado. Si la
madre no abandona a su bebé que amamanta en sus brazos, tampoco Yahvé olvida
a su pueblo. No hay en el Antiguo Testamento, expresión más profunda, íntima y
cercana, del amor de Dios por sus hijos.
b.- 1Cor. 4,1-5: El Señor manifestará los designios del corazón.
Pablo, quiere que en cada apóstol se vea servidores de Jesucristo y buenos
administradores de sus misterios (v. 3). El discípulo es tal en la medida que sirve a
su Señor que está presente en su Iglesia. Con esto se quiere advertir que el siervo
no es un remedo, sustitución de Cristo, como si éste no estuviera presente o muy
alejado de la comunidad, Pablo insiste en la presencia de Cristo resucitado en la
comunidad. Si el discípulo tiene claro esto primero, también debe saber, que es un
administrador de los misterios de Dios, no es inventor o descubridor de nada. Lo
que debe hacer es estar atento a la voz de su Señor, esperar en la oración la
palabra oportuna y serena de Dios. Se le pide encarecidamente que sea fiel, porque
los fieles pueden criticarle precisamente en si ha sido fiel al ministerio recibido.
Pablo no teme ser juzgado, por la comunidad, es consciente de sus malas
actuaciones, pero tampoco él se juzga, decide esperar a que venga el Señor que
iluminará los corazones y se descubrirán las intenciones; sólo entonces cada cual
recibirá la alabanza del Señor. Toda una lección de sabiduría y humildad, de
perseverancia en el bien para no ambicionar puestos y cargos en la comunidad
eclesial, como tampoco juzgar intenciones de los hermanos.
c.- Mt. 6, 24-34: Confianza en la Providencia de Dios.
El evangelio nos habla del verdadero servicio a Dios (v.24), y de la confianza en la
Providencia (vv.25-34). Se llama al discípulo para que tome su decisión: tesoros en
la tierra o tesoros en el cielo. En realidad el hombre sólo puede servir a un sólo
Señor; el hombre sabe que sólo Dios puede darle la salvación. Sólo Dios puede
exigir el corazón del hombre, todo su ser, en exclusiva, el otro señor es el dinero,
un ídolo que exige adoración del corazón humano, con lo cual se olvida al
verdadero Señor, para servir al ídolo. Cuando se discute sobre el señorío de Dios,
se oculta el demonio detrás del dinero, Mammón. Representa la propiedad terrena,
las riquezas, acumulación de bienes, toda clase posesiones. Estas realidades
fascinan y cautivan el corazón del hombre. Por ello Jesús califica a las riquezas de
injustas, porque quien se deja cautivar, termina también bajo el poder de Satanás.
En un segundo momento Jesús nos habla de quien vive confiando en Dios, no se
preocupa de la vida terrena. El gran argumento para confiar plenamente en Dios
es saber que El cuida de la vida del hombre, este no debe preocuparse, porque hay
Alguien, que se ocupa de ello (vv. 25. 27. 28. 34). No hay que agobiarse por el
alimento y el vestido, aviso para todos los creyentes, ricos y pobres, para evitar la
obsesión del poder, porque Dios sabe de las necesidades de sus hijos. Se reprueba
el excesivo esfuerzo por las cosas terrenas, el afán egoísta, donde Dios no es
considerado para nada. Si Dios nos dio la vida, el cuerpo, no se cuidará de lo
menos importante (v.25). No vivimos sólo de pan. “Mirad las aves del cielo…”
(v.26). Si se preocupa de alimentar a las aves, ¿cuánto más se preocupará de los
hombres, más cercanos a su corazón de Padre? Buscar sobre todo o primero el
reino de Dios y su justicia, no excluye lo demás, trabajo y bienes materiales. Jesús,
sabe que no somos ni pájaros ni flores, sino hombres necesitados de bienes, de
trabajo para ganarse la vida y descubrir la Providencia divina a cada paso que cada
jornada. “Observad los lirios del campo… qué vamos a comer y beber” (v. 28.31ss).
También del cuidado por el vestido se preocupa el Padre. Jesús nos invita a optar
por el Reino de Dios y su justicia, es decir, optar por la soberanía de su amorosa
voluntad en nuestra vida y de la sociedad. El seguimiento a que nos invita
Jesucristo, es una prueba para nuestra fe y confianza en Dios diariamente ya que
ella tiene mucho de paradoja y aventura, riesgo en el desierto y peregrinación para
la vida. La fe y confianza que pide Jesús es abandono en las manos del Padre
providente porque le servimos con amor por sabernos, a su vez amados. En este
caso la mejor oración es decir: Danos hoy el pan de cada día.
Teresa de Jesús, aprende a pedir el verdadero Pan del cielo para enfrentar la
jornada diaria: “¿Pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este
santísimo Manjar y gran medicina aun para los males corporales? … Porque de las
maravillas que hace este santísimo Pan en los que dignamente le reciben son muy
notorias, no digo muchas que pudiera decir de esta persona que he dicho, que lo
podía yo saber y sé que no es mentira. Mas ésta habíala el Señor dado tan viva fe,
que cuando oía a algunas personas decir quisieran ser en el tiempo que andaba
Cristo nuestro Bien en el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que teniéndole tan
verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces, que ¿qué más se les
daba?” (CV 34,6).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD