VIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
a.- Eclo. 35, 1-12: El que guarda los mandamientos ofrece sacrificio de
acción de gracias.
b.- Mc. 10, 28-31: Lo hemos dejado todo por seguirte.
Es Pedro quien a nombre de sus compañeros, le recuerda a Jesús, que lo han
dejado todo, y lo han seguido. Las palabras del apóstol están en abierto contraste
con la actitud del joven rico. Del peligro de las riquezas se pasa a la pobreza
apostólica. La intención de Marco la promesa va dirigida a toda la comunidad, más
que la otra promesa que Jesús había hecho a un círculo más íntimo (cfr. Mt.19,28;
Lc.22,30). La respuesta de Jesús es la promesa: quien lo ha dejado todo por ÉL,
recibirá el céntuplo en esta vida, con persecuciones y en el futuro la vida eterna
(v.29). Dejarlo todo…encierra afectos familiares, posesiones materiales, pero en la
comunidad del Reino, comunidad eclesial, encontrará todo eso y más de lo que
materialmente dejó. El fundamento de la promesa se encuentra en el llamado que
había hecho Jesús a los que querían formar su nueva familia (cfr. Mc. 3,34). Todos
los que están unidos a Jesús, por su palabra y enseñanza recibirán más de lo que
han dejado por ÉL. La aceptación de la fe cristiana rompe sin querer a veces los
lazos más entrañables, a veces se trata de abandonar la familia para siempre (cfr.
Mc.13,12; Lc.9,61; 12,52; 14,26). Las persecuciones a las que hace alusión el
texto, nos hace pensar que seguir a Jesús no libra al discípulo de la persecución que
vive a propósito de su fe, son las borrascas que se levanta en la sociedad y en
espíritu de los hombres frente al discípulo de Cristo. No podemos ser discípulos de
Jesús sin cruz, es parte del camino para llegar al Reino de los Cielos. La vida
eterna, es la culminación de esa vida de desprendimiento y pobreza voluntaria,
para adquirir los bienes de Reino de Dios: la comunión con Dios y vivir en la
verdad, la justicia, el amor y la paz. Los que ahora son los últimos, serán los
primeros en el Reino de Dios. Esta propuesta de Jesús, la pobreza voluntaria, es
una llamada a creer firmemente en las riquezas de Dios. Nosotros sabemos de
quien nos fiamos, de Jesús y su palabra, es aprender a vivir en la pobreza de
espíritu afectiva y efectiva, en libertad interior, donde la fe obra y la libertad
verdaderamente libera del poder seductor de las riquezas. Desde esta perspectiva
se va a la búsqueda de la fuente de la felicidad que está en lo interior del hombre.
Es el hombre plenamente realizado, estado que no se compra con riquezas, Jesús lo
exige para ser su discípulo. Deberíamos sentirnos plenamente realizados, siguiendo
a Jesús, lo que significa estar en el Reino de Dios y en el camino a la vida
verdadera. La Iglesia trabaja desde siempre para que todos, especialmente los
pobres, tengan participación de los bienes de la tierra en un compromiso de
solidaridad y justicia, que nace de una fe y esperanza creativa y operante.
La Santa Madre Teresa, nos recomienda vivir la pobreza de espíritu para alcanzar
de estimar la pobreza afectiva y efectivamente por seguir a Jesús de Nazaret.
“Sería engañar al mundo otra cosa; hacernos pobres no lo siendo de espíritu, sino
en lo exterior” (CV 2,3).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD