Sábado después del Miércoles Ceniza
a.- Is. 58, 9-14: Partir el pan con el hambriento.
Continúa el profeta a explicar la verdadera religión. La primera exhortación a quitar
todo tipo de yugo, lo indigno de la persona humana, todo tipo de violencia, para
crear un clima de fraternidad, de igualdad entre los hombres. El pan se convierte,
en símbolo de cuanto unos poseen y otros carecen, compartirlo será para el rico,
acoger la confianza que el pobre tiene en Yahvé. Cuando los hombres que poseen,
compartan con los que carecen de todo, será signo de que los tiempos mesiánicos
han comenzado, donde la prosperidad material es imagen de esta realidad. La luz
irrumpe sobre las tinieblas, y Yahvé como Pastor, conducirá a su pueblo a buenos
pastos y aguas cristalinas. Más aún, ellos mismos llevarán en sí la fuerza de Yahvé
y su vitalidad, hasta convertirse en huertos y fuentes de aguas porque comunicaran
a otros su experiencia. “Te guiará Yahveh de continuo, hartará en los sequedales tu
alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial
cuyas aguas nunca faltan. Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los
cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas, y
Restaurador de senderos frecuentados. Si apartas del sábado tu pie, de hacer tu
negocio en el día santo, y llamas al sábado «Delicia», al día santo de Yahveh
«Honorable», y lo honras evitando tus viajes, no buscando tu interés ni tratando
asuntos, entonces te deleitarás en Yahveh, y yo te haré cabalgar sobre los
altozanos de la tierra. Te alimentaré con la heredad de Jacob tu padre; porque la
boca de Yahveh ha hablado.” (vv. 11-14). El templo será reconstruido y sus
murallas, premio de Yahvé a la vivencia de esta verdadera religión. La santificación
del sábado era otra de las grandes instituciones de Israel, lugar como Sión, y el
tiempo del sábado serán santos, en la medida en que el hombre los hace santos
con sus actitudes. La santificación del sábado, consistirá en dedicar el tiempo para
el Señor y para los hermanos en ese día. Observar el sábado, sin dedicarlo a Yahvé,
es una profanación, además de una gran hipocresía. La herencia de Jacob, se
refiere al cumplimiento de las promesas, en los que son fieles a la verdadera
religión, exaltados a la derecha del Padre.
b. - Lc. 5, 27-32: Vocación de Mateo, el publicano.
En este evangelio hay dos momentos importantes, como son la vocación de Leví
(vv.27-28), y el banquete que éste le ofrece Jesús e su casa (vv. 29-32). Llama a
un publicano o un recaudador entre sus discípulos, un hombre colaborador de
Roma. El gesto de Jesús, adquiere un gran valor, al llamar a este hombre, desde su
lugar de trabajo, para ser su discípulo. Le regala la vocación a un pecador público,
un impuro al que hay que evitar, según la mentalidad farisea. Desde ahora la gracia
de Dios llega a todos, Jesús la comunica a quien quiere. El pecado ya no es barrera
para la salvación, más aún, el que trae la salvación, Jesús, antes perdona los
pecados, para que ésta puede ser acogida en la propia existencia por el hombre.
Mirada luminosa y penetrante es la que dirige Jesús a Leví, acompañada de
palabras tan poderosas, que el publicano Leví, deja todo lo que posee, y a lo que
había servido, para seguir al joven maestro de Nazaret. Su llamada cambia la
existencia. La llamada produce un efecto inmediato: la recepción de la salvación se
traduce en un banquete en honor de Jesús y sus discípulos, y los que tienen trato
con los publicanos. Lucas, tiene la particularidad de presentar a Jesús
conversando, como un invitado, a la usanza de los banquetes griegos, donde los
invitados se tienen diálogos profundos (cfr. Lc. 7, 36ss; 13,38ss; 14,1ss; 19,1ss;
24,29ss). En ese clima fraterno, las murmuraciones de los fariseos y escribas
producen tensión: critican el sentarse a la mesa con pecadores públicos,
trasgresores de la ley mosaica. Ellos se consideran íntegros, santos, apartados de lo
que no es santo; aplican las rígidas leyes de pureza. Lo que fue una norma para el
sacerdote en funciones, lo extendieron ellos al pueblo, y los fariseos sus
defensores. El Señor Jesús sigue un camino diverso, no excluye a nadie ni provoca
el alejamiento, busca la curación del pecador. Se hace necesario el trato con los
pecadores, los busca, los acerca a la salvación, se las ofrece con tal de ganar a
algunos para el Reino de Dios. Lo que hace en definitiva Jesús, es obrar como un
médico. Si el médico se ocupase sólo de los sanos y se apartase de los enfermos no
cumpliría con su profesión. Jesús, quiere salvar a los hombres, desde la salud física
hasta la salud espiritual, perdonando los pecados. El tiempo de la salud
corresponde al tiempo de la misericordia con los pobres, enfermos, y hombres sin
esperanza o sometidos al mal. Jesús llama a pecadores a la conversión, único
camino para llegar a la salvación. La conversión y santificación de los discípulos de
Cristo pasa, no por apartarse de los pecadores, sino en ofrecerles la salvación a
justo y pecadores, preocupados en amar y servir a todos, antes de estar demasiado
preocupados por la propia salvación. La crítica que hacen a Jesús los fariseos, es
porque desconocen que es enviado por Dios Padre, que ha venido a buscar y llamar
a los pecadores, no a los santos. Ellos no lo necesitan. Sólo la fe en Jesús, y que
habla por Jesús puede superar el escándalo que provoca su forma de actuar. Los
fariseos no reconocen en Jesús, el inicio de los tiempos mesiánicos, porque ciegos
para ver la obra de Dios. En esta Cuaresma no discriminemos a nadie, porque si
Jesús no lo hace tampoco notros tenemos derecho ha hacerlo.
Teresa de Jesús, buscando remediar a la soledad de su alma, cómo buena lectora,
encontró en San Agustín, en especial en sus Confesiones, un buen aliado para sus
anhelos de mejorar su vida espiritual. El Santo Doctor le dio la clave: entrar en su
mundo interior. “Como comencé a leer las Confesiones, paréceme me veía yo allí,
comencé a encomendarme mucho a este glorioso Santo. Cuando llegué a su
conversión y leía cómo oyó aquella voz en el huerto, no me parece sino que el
Señor me la dio a mí, según sintió mi corazón; estuve por gran rato que toda me
deshacía en lágrimas y entre mí misma con gran aflicción y fatiga. ¡Oh, qué sufre
un alma, válgame Dios, por perder la libertad que había de tener de ser señora, y
qué de tormentos padece! Yo me admiro ahora cómo podía vivir en tanto tormento.
Sea Dios alabado, que me dio vida para salir de muerte tan mortal.” (V 9,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD