Queridos hermanos y hermanas,
• El segundo elemento para no desasosegarnos nos lo
da San Pablo: prescindir del juicio de la gente, que
no nos preocupe el juicio de la gente. Hasta habla
de prescindir de juzgarse uno mismo.
Una de les palabras que podría definir nuestra
sociedad, es la palabra “desasosiego”. Estamos
inquietos, no sólo por la crisis, sino por el ritmo de
vida, por la incerteza del futuro, por las dificultades
en les relaciones personales, por tantas cosas a hacer,
por los hijos, por los nietos,... ¡Hay tantos motivos de
inquietud!
Qué claro que nos lo dice: “ Para mí, lo de menos
( preocupación/inquietud) es que me pidáis cuentas
vosotros… ni siquiera yo me pido cuentas. La
conciencia, es verdad, no me remuerde; pero
tampoco por eso quedo absuelto: mi juez es el
Señor .”
Hoy las lecturas nos presentan tres elementos para
ayudarnos a sacarnos de encima el desasosiego:
• El primero es el amor de Dios. Una de les palabras
más conmovedoras de todo el Antiguo Testamento
son las que hoy hemos leído: “¿ Es que puede una
madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por
el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide,
yo no te olvidaré ”. ¡Qué belleza! A veces, nos puede
parecer que Dios se ha olvidado de nosotros. ¡No!
¡Jamás! Lo que falla es nuestra percepción, nuestra
fe. Qué bonito que Dios nos diga: “jamás me olvido
de ti”.
Claro que no lo hacemos todo bien, pero si no hay
malicia en el obrar, prescindimos del juicio de los
demás. Se juzga tanto, y tan mal, que hemos de
prescindir de ello. Se juzga desconociendo tantas
cosas, y mal interpretando tantas otras, que hemos
de prescindir de ello. Nos hemos de sentir libres
del juicio, como San Pablo... “ lo de menos es que me
pidáis cuentas vosotros ”.
• Tercer elemento para no inquietarnos: confiar en la
providencia. No hay ninguna palabra de Jesús donde
tan claramente se nos invite a vivir la providencia.
Cuando nos sentimos amados por Dios, las
inquietudes van disminuyendo y desapareciendo.
Decíamos domingo pasado que Jesús lo que predica lo
vive plenamente. Jesús ha hecho una experiencia
profunda de Dios Padre Providente. Y nosotros hemos
de intentar hacer nuestra, esta experiencia,
apropiarnos de ella, hacerla nuestra. ¿Cómo? En la
oración entramos en el corazón de Jesús, desde donde
son pronunciadas las palabras que hoy hemos leído,
contemplamos a Jesús pronunciando las palabras...
No estéis agobiados por la vida ...”, nos está
comunicando lo que Él vive, no una lección magistral.
Cuando se habla de la providencia hay una tendencia a
pensar: “¿Y los pobres qué?”. “Si Dios es providente,
si Dios no se olvida de nosotros, ¿qué pasa con tanta
gente inocente que sufre?”. Tengo la certeza de que
Dios es providente para todos. Tengo la certeza de
que Dios está siendo providente para todos. Tengo la
certeza de que somos nosotros que no respondemos al
plan providente de Dios. Me explico...
La providencia de Dios se vehicula a través de
personas concretas que han de responder a la gracia
de Dios, y muchas veces no responden.
Un ejemplo: Queremos dar un impulso a Cáritas, yo
confío en la providencia. Dios me proveerá de los
voluntarios necesarios para hacer lo que hemos de
hacer... La providencia no son milagros espectaculares,
son personas que responden a la gracia de Dios.
Tengo la certeza de que si respondiéramos todos a la
gracia de Dios, en cuatro días se acababa el hambre
en el mundo... La providencia de Dios es que hoy nadie
muriese de hambre, pero nosotros somos los que
fallamos.
Somos las manos de Dios, somos los brazos de Dios,
(...) pero nuestro egoísmo ata nuestras manos y
nuestros brazos...
La providencia de Dios no es un milagro a nivel mundial
que lleva pan donde hay hambre y agua donde hay
sed… No. No es así...
Acabo ya, y resumo, la experiencia de sentirnos
amados por Dios, poder prescindir del juicio de la
gente, y vivir la experiencia de la providencia, sólo es
posible cuando: “ Sobre todo buscad el reino de Dios y
su justicia ”. Y esto, sólo es posible cuando somos
servidores de Dios y no de las riquezas.