VIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
«Nadie puede servir a dos señores, porque o tendrá aversión al uno
y amor al otro, o prestará su adhesión al primero y menospreciará al
segundo: no podéis servir a Dios y a las riquezas.
Por eso os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni
por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿Acaso no vale la vida más
que el alimento y el cuerpo que el vestido? Fijaos en las aves del
Cielo, que no siembran, ni siegan, ni almacenan en graneros, y
vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿Es que no valéis vosotros
mucho más que ellas? ¿Quién de vosotros por mucho que cavile
puede añadir un solo codo a su edad? Y acerca del vestir, ¿por qué
preocuparos? Contemplad los lirios del campo, cómo crecen; no se
fatigan ni hilan, y yo os digo que ni Salomón en toda su gloria pudo
vestirse como uno de ellos. Si a la hierba del campo, que hoy es y
mañana se echa al horno, Dios la viste así, ¡cuánto más a vosotros,
hombres de poca fe! No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué
vamos a comer; qué vamos a beber; con qué nos vamos a vestir?
Por todas esas cosas se afanan los paganos. Bien sabe vuestro
Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados.
Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás
se os dará por añadidura. Por tanto, no os preocupéis por el
mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada
día le basta su contrariedad» (Mateo 6, 24-34).
1. Jesús, veo que nos previenes de la codicia: “Nadie puede servir
a dos señores, porque o tendrá aversión al uno y amor al otro, o
prestará su adhesión al primero y menospreciará al segundo: no
podéis servir a Dios y a las riquezas”. Quisiera tu fuerza, Señor, para no
apegarme a nada mundano, no ser como esos que “parecen guiarse por la
economía, de tal manera que casi toda su vida personal y social está teñida
de cierto espíritu materialista” (Concilio Vaticano, Gaudium et spes 23).
En “El Se￱or de los anillos” se plantea el Anillo como signo de la codicia;
se ve que el poder corrompe (Elrond dirá que “basta desear el Anillo para
que el coraz￳n se corrompa”), y Gollum es un ejemplo, esclavizado, con
sólo algún momento de libertad. Tantos dictadores usan medios malvados
cuando asumen el poder de modo incorrecto, cuando “el fin justifica los
medios”. El anillo es adictivo, y lleva una inscripci￳n: “Un anillo para
gobernarlos a todos. Un anillo para encontrarlos. Un anillo para atraerlos a
todos. Y atarlos a las tinieblas”, es el resumen de su malicia intrínseca.
Muchos políticos, banqueros, empresarios y demás gente con poder llevan
puesto el anillo que lleva a su portador a creerse un dios sediento de más
poder, aunque no es más que un pelele seducido por la codicia y sometido
al poder del anillo. “Un anillo para dominaros a todos”... también es un
modelo que llega a los niños, pues el corazón lleno de trastos y egoísmos,
de los juegos de la UI o la playstation, u otras cosas que nos atan como a
Gollum al anillo y nos hacen esclavos como el protagonista nefasto del
Señor de los Anillos
“No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por
vuestro cuerpo, con qué os vestiréis”. Señor, aunque me hablas de ser
libre como las aves, veo que es difícil “dejarse llevar”, no tener agenda
propia, sentir a Dios a nuestro lado y vivir el día a día sin preocuparnos más
que del presente, sabiendo que lo pasado es experiencia y que nos prepara
para el futuro, pero siempre sabiendo que sólo existe el presente, que Dios
vive en presente, y nosotros también… Ayúdame, Señor, a darme cuenta
que mañana « todavía no es», y, si llega, será el día más bello que nunca
pudimos soñar, porque lo ha preparado mi Padre Dios: Tú eres mi Dios y
en tus manos están mis días” ( Sal 31,16). Sé que mañana dispondré de las
gracias necesarias para lo que toque. Lo que importa es el hoy . “El que
anda observando el viento no siembra nunca, y el que se fija en las
nubes jamás se pondrá a segar ( Ecli 11,4). Ayúdame, Señor, a cumplir
el deber del momento. Lo mejor es enemigo de lo bueno (F. Fernández
Carvajal).
No puedo ser más alto de estatura, y no deseo salir de tus planes,
Señor, pero quizá me da miedo ese dejarte las riendas de mi vida, confiar
como un niño que se fía de su padre… Nos animas a no pensar ni en
preocupaciones de tener ropa ni en comida ni nada…“ Bien sabe vuestro
Padre Celestial que de todo eso estáis necesitados . La tradición
señala aquí que no nos dice Jesús que confiemos en un dios lejano, sino en
un Dios que es Padre, y por tanto que nos tiene seguros en sus manos…
Buscad, pues, primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo
demás se os dará por añadidura ”. Esta es la idea principal: que libres de
toda preocupación pensamos en amar a Dios y a los demás, en vivir es
reino de amor y paz… El Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar
espacioso, me libró porque me amaba ( entrada de la Misa).
“Por tanto, no os preocupéis por el mañana, porque el mañana
traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad».
«Si viviéramos más confiados en la Providencia divina, seguros -¡con fe
recia!- de esta protección diaria que nunca nos falta, cuántas
preocupaciones o inquietudes no ahorraríamos. Desaparecerían tantos
desasosiegos que, con frase de Jesús, son propios de los paganos, «de los
hombres mundanos», de las personas que carecen de sentido sobrenatural
(…). Nosotros, por la misericordia de Dios, somos hijos de ese Padre
Nuestro, todopoderoso, que está en los cielos y a la vez en la intimidad del
corazón (…) tenemos todos los motivos para caminar con optimismo por
esta tierra, con el alma bien desasida de esas cosas que parecen
imprescindibles, ya que «¡bien sabe ese Padre vuestro qué necesitáis!», y Él
proveerá. Creedme que sólo así nos conduciremos como señores de la
Creación, y evitaremos la triste esclavitud en la que caen tantos, porque
olvidan su condición de hijos de Dios, afanados por un mañana o por un
después que quizá ni siquiera verán» (J. Escrivá, Amigos de Dios 116).
1. “ Sion decía: «El Señor me abandonó, mi Señor se ha
olvidado de mí»”. Pero nos dice Jesús: No andéis angustiados... La
preocupación estéril no suprime la desgracia temida, sino que la anticipa.
Nos echamos encima una carga sin tener todavía la gracia de Dios para
sobrellevarla. La preocupación aumenta las dificultades, y disminuye la
capacidad de realizar el deber del momento presente. Sobre todo, faltamos
contra la confianza en la Providencia que el Señor ejerce sobre todas las
situaciones de la vida.
“¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del
hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide, yo no te
olvidaré!” (Isaías 49,14-15). Hoy, en todas las circunstancias, nos tendrá
amorosamente presentes nuestro Padre Dios. Entonces viene el gozo y la
paz.
“Sólo en Dios descansa mi alma, de Él me viene la salvación.
Sólo él es mi Roca salvadora; Él es mi baluarte: nunca vacilaré”. El
salmista nos anima a dejar todo en manos del Señor, pues estamos en sus
manos. El temor hacía que los israelitas en el desierto tomaran más maná
del debido, y se pudría… es una llamada a la confianza y vivir el “hoy” y
“ahora” llenos de fe.
“Mi salvación y mi gloria están en Dios: Él es mi Roca firme,
en Dios está mi refugio”. Con esa fe, podemos vivir el: No os
inquietéis, pues, por el mañana : “Confiad en Dios constantemente,
vosotros, que sois su pueblo, desahogad en Él su corazón, porque
Dios es nuestro refugio. El Señor manifestará las intenciones
secretas de los corazones”. Dios sabe la necesidad que padecemos;
busquemos el reino de Dios y su justicia en primer lugar, y todo lo demás
se nos dará por añadidura. Cada día tendrá su “maná”. El Señor no nos
fallará .
Vivir el momento presente es no perderse en ensueños de la
imaginaci￳n, sean buenos o malos. So￱ar está bien, pero siempre “con la
cabeza en el cielo y los pies en la tierra”. Pidamos a la Santísima Trinidad
que nos conceda la gracia de vivir el momento presente en cada jornada
con plenitud de Amor, como si fuera la última ofrenda de nuestra vida en la
tierra (F. F. Carvajal).
3. “Los hombres deben considerarnos simplemente como
servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios.
Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel”. Pablo
nos pide lealtad a la fe que hemos recibido.
“En cuanto a mí, poco me importa que me juzguéis vosotros o
un tribunal humano; ni siquiera yo mismo me juzgo. Es verdad que
mi conciencia nada me reprocha, pero no por eso estoy justificado:
mi juez es el Señor”. Sabe el apóstol que ni siquiera nosotros nos
conocemos, ni queremos juzgarnos y mucho menos a los demás: dejamos
que sea Dios, que bien nos conoce, el que nos juzgue… “Por eso, no
hagáis juicios prematuros”. El Señor sacará a la luz lo que está
oculto en las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los
corazones. Entonces, cada uno recibirá de Dios la alabanza que le
corresponda”.
Llucià Pou Sabaté