Miercoles de Ceniza, Ciclo A
Miércoles
Jesús sube a Jerusalén, donde va a ser entregado por nosotros y por todos,
pues la salvación es universal.
«Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban
admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a
los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que
subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los
príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte
y lo entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo
azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.
Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo,
diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a
pedir Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron:
Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu
gloria. Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el
cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? Y
ellos le respondieron: Podemos. Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que
yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; pero
sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo,
sino que es para quienes está dispuesto.
Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan.
Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran
como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los
avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien
quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y
quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos:
porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y
a dar su vida en redención por muchos» (Marcos 10,32-45).
1. Este tercer anuncio de la pasión de Jesús nos muestra el
cumplimiento de las promesas mesiánicas. Jesús está en el camino hacia
Jerusalén, camino hacia la entrega de su pasión y muerte, por eso dice: « se
burlarán de él; le escupirán, lo azotarán y lo matarán ». Los discípulos
le seguirán en ese camino. Les anuncia su muerte, pero los discípulos no
entendían nada. Se distraen en pedir los primeros puestos en el Reino.
Santiago y Juan se acercaron a Jesús... " Concédenos sentarnos el uno a
tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria ." Jesús les respondió:
" No sabéis lo que pedís ." Llenos de vanidad, quieren los mejores sitios…
como yo tantas veces, por eso quiero escuchar sus palabras con atención:
-" ¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados
con el bautismo con que Yo he de ser bautizado? " Ayúdame a
entenderte, Señor, a saber que a la gloria se llega por la cruz, no por el
éxito o los mejores sitios. Les hablas de la copa amarga de la Pasión, del
bautismo en la muerte. Y Santiago será precisamente el primero en sufrir el
martirio por Cristo. Los otros se indignaron contra Santiago y Juan… quizá
se indignan porque tienen la misma "ambición".
Te pido, Jesús, que no ambicione yo puestos de honor, que aprenda
la lección de servicio que nos das: « el Hijo del Hombre no ha venido
para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos ». Te pido entender la autoridad no como la de «los que son
reconocidos como jefes de los pueblos», que dices que a los demás «los
tiranizan y los oprimen». Ayúdame a imitar tu vida, a entender que « el que
quiera ser primero, sea esclavo de todos ». ¿Sabes? Me cuesta el dolor
y sufrimiento necesarios, a veces los rechazo, y me gusta el placer
inmediato: ayúdame a que quiera seguirte por el camino estrecho, como me
pides al que es tuyo: « que cargue cada día con su cruz y me siga ».
Todo lo que es grande, cuesta… “Jesús, te has estado preparando
para tu Pasión durante toda tu vida.
Pero ahora, el momento está cerca.
Calladamente -tal vez sólo la Virgen se da cuenta- estás sufriendo ya
todos esos dolores que te esperan, esa agonía que tendrá su punto álgido
en el huerto de los olivos, pero que se ha ido fraguando poco a poco a
medida que se acerca tu hora.
De alguna manera estás ya clavado en la Cruz, sufriendo
voluntariamente por mí.
Y yo no me entero: como Santiago y Juan, me acerco a Ti buscando
mis intereses personales” (P. Cardona).
2. “Queridos hermanos: Ya sabéis con qué os rescataron de
ese proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes
efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el
Cordero sin defecto ni mancha, previsto antes de la creación del
mundo y manifestado al final de los tiempos por vuestro bien”.
Recuerda san Pedro que los bautizados han sido rescatados de su antigua
vida y han vuelto a nacer de Dios. Cristo ha pagado el precio de fianza por
su liberación con su propia sangre.
“Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre
los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y
vuestra esperanza. Ahora que estáis purificados por vuestra
obediencia a la verdad y habéis llegado a quereros sinceramente
como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente”. La
fe va unida a vivir como hijos de Dios, y al mandamiento del amor:
« Amaos unos a otros de corazón ». Si todos hemos nacido del mismo
Dios, todos somos hermanos.
“Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla mortal,
sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y
duradera, porque «toda carne es hierba y su belleza como flor
campestre: se agosta la hierba, la flor se cae; pero la palabra del
Señor permanece para siempre.» Y esa palabra es el Evangelio que
os anunciamos ”. Hay muchas cosas que valora el mundo, pero son
efímeras como la hierba… Tenemos motivos abundantes para esta
confianza. Hemos vuelto a nacer, esta vez del amor de Dios mismo, no del
amor de unos padres mortales. Hemos sido rescatados por la sangre de
Cristo: debemos valer mucho, cada uno de nosotros, a los ojos de Dios,
porque ha pagado un precio muy alto por nosotros.
3. “ Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha
reforzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos
dentro de ti”. Es un canto de acción de gracias por la paz y la prosperidad
de Jerusalén; por haber fortalecido las murallas de la ciudad reforzando los
cerrojos de sus puertas y difundiendo sus bendiciones sobre sus habitantes:
Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía
su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz”.
Conforme a las antiguas promesas, Yahvé ha dado paz a su pueblo,
asegurando sus fronteras y proporcionándole trigo de la mejor calidad. El
Señor ha dado su palabra, prueba de la predilección divina por Israel:
“Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con
ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos”.
Llucià Pou Sabaté