“EL AMOR NOS HACE CREIBLES”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 1º domingo de cuaresma
(09 de marzo 2014)
Nos disponemos a celebrar el tiempo cuaresmal, como tiempo de gracia y penitencia, que nos prepara a
celebrar el misterio central de nuestra fe que es la pascua. En la pascua celebramos el misterio del Amor
de Dios, de un Dios cercano que se hizo hombre: “ y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre
nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como hijo único lleno de gracia y de
verdad” (Jn. 1,14). El Amor de Dios se hizo hombre en la persona de Jesucristo, el Señor, que por
nosotros murió y resucitó. El se reveló y nos contó que nuestra vida está cargada de sentido, que el Amor
es lo único que nos humaniza y plenifica, y nos permite decir como María en el magníficat: “Mi espíritu
se alegra en Dios mi Salvador” (Lc. 1,47).
Durante varias semanas cuaresmales nos prepararemos a celebrar la Pascua. La pascua es celebrar la
caridad… la reconciliación realizada por el amor de Dios. En la celebración del jueves Santo, se anticipa
sacramentalmente la Pascua, “la Misa” actualizada en cada misa que celebramos, la institución del
sacerdocio ministerial y la caridad. La misa que celebramos nos reclama el amor donado en nuestra vida, y
aquello que es la razón de ser de la iglesia que es evangelizar. El Papa Francisco nos dice que practicar de
hecho la caridad nos saca del exceso de deformaciones y egoísmos, sanándonos de enfermedades de
insatisfacciones personales, comunitarias y eclesiales. La liturgia cuaresmal que prepara la Pascua vivida
con intensidad es la mejor fuente de espiritualidad que implica nuestra vida y cotidianidad, y reordena y
convierte nuestras estructuras y formas de organización para ser una Iglesia abierta y misionera. La
Caridad vivida plenifica nuestra condición humana, y es el mejor aporte a nuestro inicio del siglo XXI,
que a veces es demasiado mercantil y deshumanizado.
En muchas oportunidades hablamos que uno de los flagelos de nuestro tiempo es “el secularismo”, la
omisión de Dios. Es lo que observamos de tantos hermanos nuestros que viven una orfandad, y la vida se
reduce a situaciones solo coyunturales sin pasado ni futuro. La experiencia errónea de un Dios que es algo
y no alguien, termina dañando la misma dignidad humana como imagen y semejanza de Dios,
cosificándonos como algo más de un todo. Para los cristianos “Dios es Amor, y quien permanece en el
amor, permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16). “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo
único, para que todos los que creen en Él tengan vida eterna” (Jn. 3,16). En el Dios hecho hombre, en la
encarnación y la Pascua, entendemos que amar es dar la vida.
La palabra amor es cierto que habitualmente designa gran cantidad de cosas y muchas de ellas válidas,
aspectos carnales o espirituales, pasionales o pensados, graves o ligeros, que llevan a la plenitud humana o
desdibujan su dignidad. Se ama una cosa agradable, una amistad, a un compañero de trabajo, a un
amigo, a los padres, el amor de un hombre y una mujer, el amor a los hijos. El Papa Benedicto en su
primera encíclica “Dios es Amor”, nos dice que toda forma de amor “requiere” de un proceso de
purificación y maduración, que incluye también la renuncia”. Esto no implica un rechazo al amor que
aparece en nuestro corazón, sino encaminar la fuerza del amor a su verdadera plenitud y grandeza.
La conversión al amor, requerirá revisarnos si somos constructores de la comunión. El Señor condiciona la
evangelización a que nos amemos los unos a los otros. Lamentablemente observamos en estos días con
dolor que se multiplican expresiones de cristianos sin conciencia del pecado de difamación y calumnia,
omitiendo la corrección fraterna del Evangelio y dañándose desde el chisme, o bien desde las redes
sociales mal usadas y sin ningún sentido ético.
Un saludo cercano, y hasta el próximo domingo.
Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.-