Martes 11 de Marzo de 2014
Santoral: Eeulogio, Eutimio
Isaías 55,10-11 Mi palabra hará mi voluntad
Salmo responsorial: 33 El Señor libra de sus angustias a los justos.
Mateo 6,7-15 Vosotros rezad así
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuando recéis, no uséis muchas
palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.
No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo
pidáis. Vosotros rezad así: Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre,
venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan
nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos
perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino
líbranos del Maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro
Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás,
tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.
Pensemos…
En este mundo tan lleno de rivalidades, de enfrentamientos y divisiones Dios
se quiere quedar y lo hace porque nos ama y nos quiere salvar. Es verdad que
muchos andan descarriados, pero otros buscan incansablemente a Dios y Dios
abre sus oídos, abre su corazón para captar la voz, las súplicas de quienes quieran
comunicarse con Él.
Entonces…
Avanzar sin Dios es pérdida. Vivir sin Dios es ir a la propia destrucción. Pero
Dios no es un aparato radial que lo podemos prender cuando uno quiera y lo
escuchamos cuando nos dé la gana. No. Él no es radio que se puede manipular a
nuestro antojo.
Las lecturas de hoy nos están informando que todo lo que sube a Dios no
baja baldío, sino que son escuchadas por Dios y no tanto procesadas al mejor
estilo de una secuencia computarizada. Sino que como regalo de Dios que necesita
de nuestro esfuerzo. No es pedir y cruzarse de brazos. Aquí hablamos de escuchar,
en primer lugar a Dios. Hacerlo vida en nuestro corazón y en tercer lugar ejecutar,
accionar. Y así obtendremos el fruto que deseamos.
De ahí que nuestra oración tiene ir de menos a más. Saber que esa oración
“perfecta” viene de Jesús. Él la ense￱￳. Ya que conoce nuestras necesidades. Es
una oración centrada en dos fuentes: la confianza y la constancia. No es de ganas o
de simples peticiones para solucionar.
Este pueblo me honra con los labios pero está lejos de mí (Isaías 29,13)
ahora quiere un pueblo que de verdad sepa dirigirse a Dios donde reconozcamos al
único Dios verdadero que es Padre de todos. (Gálatas 4,6) Por eso en la santa misa
la oración del Padrenuestro toma fuerza para abrazarnos y luego llenarnos de su
comida para la vida eterna.
Esa oración nos encamina. Nos centra y nos despierta. Hacerla es decirle a
Dios “aquí estoy, decidido estar por siempre contigo”
Padre Marcelo
@padrerivas