II Semana de Cuaresma
Lunes
Lecturas bíblicas:
a.- Dan. 9, 4-10: Nos hemos apartado de tus mandamientos.
La primera lectura, nos presenta al profeta Daniel, en una confesión que nace de la
realidad del pueblo en que vive, toma su voz, se hace voz de ellos, pero a su vez, él
se confiesa con la mirada puesta en el Dios magnífico, alumbrado por las lámparas
de los atributos divinos. “Hemos pecado, hemos cometido iniquidades y delitos y
nos hemos rebelado, apartándonos de tus mandamientos y preceptos” (v.5). Lee su
propia verdad, y la del pueblo, a la luz de la verdad divina, es decir, reconoce los
atributos divinos y a esa luz mira y contempla su propia conducta, sus actitudes y
las juzga como alejadas del querer divino. Comienza “derramando” su espíritu,
expresión de Daniel, confesando la fidelidad de Yahvé a la Alianza, y el amor de que
son colmados, quienes la observan, por parte de Yahvé. De la otra parte, están los
que no han cumplido, han sido malos y sobre todo, no han escuchado a los
profetas, causa quizás de tantos males que han padecido y que sufren en ese
momento. Reconoce la justicia divina, y la vergüenza cubre su rostro, “porque
hemos pecado contra ti” (v.11); termina su oración implorando piedad y el perdón
por el pecado cometido. Esta actitud del profeta también podemos hacerla nuestra,
cuando sentimos verdadero dolor de nuestros pecados y más generosa resonaría
nuestra oración, si pidiéramos perdón por los pecados de la sociedad en que
vivimos, porque sean creyentes o no, los efectos de sus actitudes igualmente nos
afectan. Eran tiempos de la persecución religiosa de rey seléucida de Siria, Antíoco
IV Epífanes en el siglo II. La resistencia armada vino de parte de los hermanos
Macabeos y del sacerdote Matatías.
b.- Lc. 6, 36- 38: Perdonad y seréis perdonados.
El evangelio nos presenta una serie de sentencias reunidas por el evangelista: ser
compasivos como el Padre es compasivo, no juzgar, perdonar al hermano y dar,
para a su vez, recibir de Dios (vv. 38-38). “Sed compasivos como vuestro Padre
celestial es compasivo” (v. 36), va a significar imitar la compasión de Dios Padre,
con cada uno de nuestros semejantes necesitados. Hoy son muchas las necesidades
de los hombres de nuestra sociedad, desde los bienes básicos de subsistencia hasta
los bienes morales y espirituales, escasos en muchos ambientes. El cristiano, será
compasivo en la medida que comparte desde el pan, la palabra, un consejo, una
corrección, la oración, entregar su tiempo por una causa justa, etc. Será compasivo
cuando perdone de corazón, no juzgue, comparta con el otro, porque comprende
que sólo Dios debe juzgar, perdonar y colmar de amor en Cristo a quien se
considera su discípulo. Cristo Crucificado, es la mayor manifestación de la voluntad
del Padre por la humanidad caída, precisamente para levantarla hasta la unión con
Dios. Hacer la voluntad de Dios, en cada una de estas situaciones, nos asegura el
Señor que no seremos juzgados, ni condenados, más aún, seremos perdonados, en
el día del Juicio, es más, se nos “dará una medida generosa, colmada, remecida y
rebosante” (v. 38). No hay otro camino que crecer espiritualmente en el amor que
perdona y acepta a los demás con sus limitaciones humanas, o disminuir con una
actitud egoísta. Está demás decir que sólo la primera opción tiene proyección
cristiana y madurez personal lo que constata el seguimiento de Cristo. La Cuaresma
nos exige conversión de lo contrario resultará imposible no juzgar, ser generoso y
perdonar. Sólo si reconocemos con humildad que necesitamos ese perdón de Dios,
las cosas cambian porque de parte de Dios somos hijos perdonados por su amor
redentor. Habrá que comenzar por vencer nuestro orgullo, ponerlo bajo los pies, y
así podremos con ese amor que ÉL nos proporciona perdonar al hermano. Pasamos
de una ley impuesta de perdón a ser consecuentes desde lo interior como
pecadores perdonados que somos. Contra la mentira, la sinceridad, contra el
egoísmo la generosidad, la intransigencia, la combatimos con la benevolencia.
Como cristianos debemos, tomar más en serio a Jesús y su evangelio.
San Juan de la Cruz, nos invita a ser trasfigurados, para reflejar lo que realmente
somos: hijos de Dios, hijos de la luz: “Más quiere Dios de ti el menor grado de
pureza de conciencia que cuantas obras puedas hacer” (D 12).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD