Segunda semana de Cuaresma
MIÉRCOLES
La aceptación del misterio de la cruz es un don de Dios
Mateo 20, 17-28
“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida en
rescate por muchos”
La Palabra de Dios sigue urgiendo nuestro corazón a la aceptación del Misterio de
Jesús en el cual somos progresivamente introducidos hasta llegar a ser partícipes y
reflejar en nuestra vida la gloria de Dios manifestada en su Hijo (ver 2Cor 3,18).
El evangelio de hoy ilumina nuestros corazones para que podamos aceptar la gracia
de la conversión.
En el texto descubrimos tres elementos contrastantes:
1. La gloria del Hijo del Hombre por el camino del vaciamiento
Por tercera vez Jesús anuncia su Pasión a los discípulos en el evangelio de Mateo.
Jesús habla abiertamente, no oculta nada, les describe a sus discípulos casi con
detalle cuánto deberá padecer antes de ser glorificado. Notemos el “crescendo”:
Entregado, condenado, burlado, azotado, crucificado y al tercer día
resucitará (20,18-19).
2. La gloria del mundo por el camino del poder
Frente al anuncio de Jesús, los discípulos no parecen estar a la altura de las
circunstancias. Ellos van en contravía a la propuesta.
Así se desvela la ceguera e insensatez de los discípulos que no les permite siquiera
vislumbrar el Misterio de la gloria que el Señor les revela, y bien lejos de entender
las palabras de Jesús (ver Marcos 8,32; 9,32; Lucas 9,45) reaccionan
adversamente buscando la gloria humana y confundiendo con ésta, la gloria del
Señor.
Así como los hijos de Zebedeo, quienes se apoyan en su Madre para pedir a Jesús
los primeros puestos en su reino ( Manda que estos hijos míos se sienten uno
a tu derecha y el otro a tu izquierda... ; 20,20-24) también los otros discípulos
-quienes se sienten indignados por que aquellos se anticiparon y frustraron sus
expectativas-, los unos y los otros están movidos por el afán de reconocimiento y
vanagloria.
3. La contraposición de las dos glorias
Ante esta realidad Jesús, como Maestro incomparable, llama a sus discípulos y con
la ternura y la firmeza que le es propia, pone en contraposición las dos glorias: la
del mundo, basada en el poder y en el prestigio , y la suya, que consiste en hacerse
esclavo para servir a los hermanos.
Para concluir, Jesús los invita decididamente a colocarse de su parte: “ Pero no ha
de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande, sea el
servidor de todos, y el que quiera ser el primero hágase esclavo de todos
(26-27).
En el diálogo de Jesús con sus discípulos, lleno de equívocos y desentendidos,
vemos claramente el dinamismo de dos lógicas opuestas:
Lo que hace el egoísmo que busca la vanagloria y el poder;
Lo que hace el Amor, Jesús que siendo de condición divina, no se aferra a
su igualdad con Dios, sino que se despoja de su rango, se vacía de sí
mismo, asume la condición de esclavo... y se humilla, obedeciendo hasta
la muerte y muerte de cruz (Filipenses 2,5-8). De esta manera nos indica el
camino de nuestra verdadera realización humana: el vaciamiento, el camino de
la cruz, la pequeñez, el servicio.
Quiera el Señor que en este tiempo Cuaresmal, podamos dejarnos tocar el corazón
por la Palabra del Maestro, y permitirle que encarne en nosotros sus criterios, su
lógica, sus opciones de vida.
Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón.
1. ¿Por qué podemos afirmar que la aceptación del misterio de la cruz es un don de
Dios?
2. En el mundo de hoy son cada vez más frecuentes los casos de personas que
buscan las riquezas y los honores por caminos cortos y fáciles. ¿En mi vida
espiritual pretendo conseguir los dones y gracias de Jesús de forma inmediata y sin
mucho esfuerzo?
3. ¿Qué actitudes me pide el Señor que cambie en esta cuaresma, actitudes sin las
cuales no sería posible vivir la pascua?
Desgarren sus corazones y no sus vestiduras
“Que tu amor se convierta, de suerte que tú no ames nada sino para el Señor.
Que tu temor se vuelva hacia Él, pues todo temor que nos hace temer alguna cosa
fuera de Él y no a causa del Él es malo.
Que tu alegría y tu tristeza también se vuelvan hacia Él, y así será si tú sufres y te
regocijas sólo en Él”
(San Bernardo, “Sermón de Cuaresma”)
Padre Fidel Oñoro CJM