SAN JOSÉ: SILENCIO CUARESMAL
Padre Javier Leoz
--San José, a tono con la Santa Cuaresma, nos transmite sobriedad y
profundidad, sencillez y silencio, oración y austeridad.
-San José, con el pensamiento en nuestro seminario, nos recuerda que
todos estamos llamados a ser promotores de las vocaciones sacerdotales
en nuestro hogar. ¿Cómo es posible que, en nuestra mesa, se hable de las
grandes figuras del deporte o de la música y, en cambio, silenciemos la
vocación sacerdotal?
1. El Papa Francisco a los pocos días de su pontificado quiso que, en la plegaria
eucarística, junto al nombre de María, San José tuviera su propio espacio. Entre
otras cosas porque, San José, representa perfectamente la imagen de la Iglesia
contrastada con el Evangelio: humilde, servicial, cercana, comprometida, sin ruido
pero sin pausa.
Al festejar a San José, y junto con Él su silencio, llegamos a la conclusión de que su
disponibilidad y obediencia o la ausencia de sus palabras en el Evangelio es, todo
ello, un gran tesoro para nuestra Iglesia.
-Nos enseña San José a ser grandes desde la pequeñez (como María).
-Nos invita San José a confiar en el Creador aunque aparentemente las cosas nos
vayan en contra.
-Nos induce San José a ponernos en camino apoyados en el cayado de la
esperanza.
Sólo desde el silencio, con el silencio y en el silencio podremos llegar a comprender,
vivir y sentir la presencia del Señor tal y cómo José la abrigó en propias carnes. Su
silencio, el silencio de San José, es para nosotros una joya, un modelo, una
respuesta a nuestra fe. ¿Confías en Dios? ¡Guarda silencio! ¡Calla! ¡Olvídate de ti
mismo y piensa más en los demás! ¿Quieres, como San José, conocer y amar más
a Dios? ¡Abre un poco menos los labios y abre un poco más los oídos!
2. Una segunda pincelada de este día dedicado al Patriarca de la Iglesia nos viene
dada desde las líneas maestras que nos brinda su figura.
Su constancia, aun sin ser agradecida, es modelo para la Iglesia que se enfrenta a
una Nueva Evangelización. ¿Cómo llevarla a cabo? Ni más ni menos que con aquella
dinámica que San José aportó a los inicios del cristianismo: confiar en la gran
Verdad que es Dios. Poner a Dios en el corazón de cada uno de nosotros.
Su obediencia, probada y continua, es un referente para todos los que somos
cristianos. ¿Amas a Dios sobre todas las cosas? ¿Le entregas incluso aquello que
más quieres? San José, desde su ser obediente, nos empuja a lanzarnos sin ruido
pero sin temblor en la aventura de la fe.
Su responsabilidad en la casa de Nazaret nos exige también, como he dicho al
principio, rezar, cuidar y potenciar las vocaciones sacerdotales. Él, mejor que nadie,
nos puede dar las pistas para ir en la dirección adecuada: acompañamiento,
compromiso, convencimiento, oración y abnegación. Paso que, para llevarlos a
cabo, exigen sacrificio y esfuerzo por parte de todos (padres, sacerdotes,
catequistas o religiosos).
Que el silencio de San José, en este tiempo de la Santa Cuaresma, hable a lo más
hondo de nuestras conciencias. Que al festejar su Patronazgo pongamos en sus
manos los destinos de nuestra Iglesia, el amor y la oración por nuestros padres y
por tantas instituciones que confían en su intercesión.
3.- NOS HABLAS, JOSÉ
Con tu silencio como respuesta
y con tus pisadas, suaves y humildes,
nos muestras el camino de la fe.
Con tu silencio, obediente y puro,
hablas, más que con palabras, con tus propias obras.
¡Sí; José!
Acercarse a tu pecho es sentir el rumor de Dios
saber que, en la soledad y en la prueba,
es donde se demuestra la grandeza que presumimos
la verdad o la mentira de lo que somos.
Nadie como Tú, José, habló tanto en imperceptibles palabras:
Tu vida fue un canto a la obediencia
Tu caminar se convirtió en letra impresa
Tu sendero marcó un antes y un después
para los que, como Tú, queremos seguir dejando huella.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Desde la bondad frente a tanto odio
Desde la fe ante las dudas que nos rodean
Desde el silencio cuando el ruido nos atenaza
Desde la responsabilidad
cuando caemos bajo el peso de nuestras fragilidades
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
En sueños que, mirando al cielo, se convierten
en destellos divinos
En sueños que, mirando a la tierra,
nos empujan a ser decididamente rectos
En sueños que, en las noches oscuras,
disipan preocupaciones y horas amargas.
¡NOS HABLAS, JOSÉ!
Sin elocuencia pero con la verdad de tu vida
Sin ruido pero con la decisión de tu cayado
Sin, subidas o bajadas de ángeles,
pero con los pies en la tierra
Sin riqueza en tu hogar ni monedas en tu túnica
pero con el tesoro inmenso de tu fe sin límites.
¡Sí! ¡Así nos hablas, José!
Toda tu vida es páginas por escribir
de alguien que ya habló con su propia existencia.
Amén