III Semana de Cuaresma
Miercoles
Lecturas bíblicas:
a.- Dt. 4, 1. 5-9: Guardar y cumplir los mandatos del Señor.
La primera lectura, es parte de un discurso de Moisés, el prólogo a la explicación de
la ley. Moisés prepara al pueblo a su ingreso a la tierra prometida, para una vida
según Dios. Se centra en el cumplimiento de los Mandamientos y los decretos, los
cuales no impone, sino que busca suscitar la obediencia para obtener la posesión de
la tierra. Esta última tiene un valor histórico, promesa cumplida, pero también un
sentido teológico, como lugar de la presencia de Yahvé, vida dichosa para el
pueblo, porque Dios está en su tierra. La obediencia a la ley, se inculca por la
experiencia de aquellos que cayeron en la idolatría, lo que significó para ellos la
muerte, en cambio, la obediencia trae la vida; lo mismo sucede ahora, el observar
la ley conduce a la vida verdadera (cfr. Nm.25). La ley, tiene la capacidad de hacer
a los hombres que la observan, sabios y prudentes. Israel sobresaldrá entre las
naciones por su sabiduría, es decir, saber lo que se es, lo que se quiere y a dónde
se quiere ir. El pueblo de Israel, debe caminar con Yahvé y su destino es el mismo
Dios, es su vida y su dicha plena. El acercarse de Dios al hombre por medio de la
Ley, posee un carácter salvador histórico, porque señala al creyente el camino de la
justicia y santidad. Finalmente, la ley se vincula con los acontecimientos que han
revelado a Dios como Salvador; obras que hacen de fundamento de la ley. Estos
hechos son el prólogo histórico con que Dios busca la dicha verdadera para su
pueblo. Todos estos son motivo para perpetuar esta memoria, para que las
generaciones futuras conozcan estos hechos salvíficos, que son la razón y
fundamento de la ley.
b.- Mt. 5, 17-19: No he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En el evangelio, vemos a Jesús anunciando que ha venido a cumplir la Ley del
Señor, no a suprimirla, sino a darle plenitud. Esto habla de Cristo, como buen judío
que cumple la ley, aunque su crítica recaiga sobre la interpretación que de ella
hacían los maestros, según la tradición de los rabinos. Jesús, no busca abolir la ley
de Moisés, sino una mayor perfección, de ahí que promulgue las Bienaventuranzas
(cfr. Mt. 5, 1-12), que exigen mayor radicalidad, una santidad que nace de lo
interior, es decir, de lo profundo del espíritu humano, morada de la nueva ley de
Cristo. Se busca una adhesión nacida en la libertad y en el amor; opción de elegir.
Nace así la nueva ley de Jesucristo, moral y ética nueva, que deviene de un
dinamismo interior, la presencia del Espíritu, que progresa con la revelación del
querer divino, manifestado en el evangelio. La nueva justicia, superior a la antigua,
queda manifestada en seis antítesis que Mateo presenta así: “no matarás…si pues
al presentar tu ofrenda en el altar… (v. 21-23); “no cometerás adulterio…todo el
que mira a una mujer deseándola… (v. 27-28); “ el que repudie a su mujer…comete
adulterio” (v.31-32); “no perjurarás…no juréis en modo alguno (v.33-34) ; “ojo por
ojo…a quien te pida da” (v.38-42); “amarás a tú prójimo…amad a vuestros
enemigos…(v. 43-44). El ideal es superar la justicia y el testimonio, que hasta
ahora, habían dado los maestros de la ley de Moisés: es la nueva ley evangélica
para la vida del cristiano. La fidelidad radical que Jesús requiere de su discípulo,
hará la diferencia entre la comunidad que se reúne en la sinagoga, y la que,
constituye la Iglesia. Pablo, relaciona el tema de la Ley, la fe en Cristo y su
evangelio cuando afirma: “El fin de la Ley es Cristo, para justificación de todo
creyente” (Rom.10, 4). Sólo en Cristo se cumple toda la Ley y los profetas. La ley
en la nueva comunidad eclesial, es el evangelio, expresión de su amor por cada
hombre; la Ley de Moisés fue el pedagogo, que adiestraba a los creyentes hasta
guiarlos a la fe en Cristo Jesús (cfr. Gál. 3,19ss). Lo importante, es que la nueva
ley de Cristo, sigue educando al hombre de hoy en la moral y en la fe, hasta
alcanzar la santidad, la perfección del amor.
San Juan de la Cruz, nos lleva a la cumbre de la perfección, en el monte Carmelo,
dibujado por él mismo, donde enseña que quien a llegado a la perfección del amor
ya no tiene ley: “Ya por aquí no hay camino porque para el justo no hay ley, él para
sí se es ley” Monte de la Perfección.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD