III Semana de Cuaresma
Viernes
Lecturas bíblicas:
a.- Os. 14, 2-10: Vuelve, Israel, a Yahvé tu Dios.
La primera lectura, es una invitación a Israel a volver a Yahvé. El texto posee un
carácter penitencial, expresión de su ministerio, pero también de su fe, en el amor
salvador de Yahvé. Ante los inminentes anuncios proféticos de mortandad a mano
de espada, Oseas lanza el grito de alarma, para dejar los cultos idolátricos que se
practican bajo los árboles sagrados, pidiendo la fertilidad para los campos. Yahvé es
el ciprés que siempre verde, produce los frutos, es el único Señor (v. 9), no los
ídolos. Que no se diga “dios nuestro” a lo fabricado por sus propias manos (v. 4). El
regreso a Yahvé, significará perdón de sus culpas, fidelidad y sobre todo “yo los
amaré graciosamente” (v. 5). En este regreso del pueblo a Dios, no quiere sacrificio
sino un corazón sincero, arrepentido de su culpa y una conversión auténtica; el
verdadero sacrificio que pedían los profetas, es el abandono de la idolatría y pactos
políticos con las potencias extranjeras. Es el momento en que Yahvé, comienza a
obrar, misericordioso y Salvador. Hasta la naturaleza se ve beneficiada: crecerá el
trigo, florecerá la viña, todo fruto recogido será, Dios su dueño. Se exhorta a la
sabiduría para caminar por el camino recto, justo de Yahvé, en cambio los rebeldes
tropiezan y caen, porque se afirman en ellos mismos (v.10). Es por medio de la
palabra que Yahvé viene a los hombres, el camino la vía de los pecadores, para
alcanzar el encuentro con el único Señor de Israel.
b.- Mc. 12, 28-34: El mandamiento principal. Un escriba y Jesús.
El evangelio, nos muestra la inquietud de un escriba por saber acerca del cuál de
los mandamientos es el primero de todos (v. 28). La pregunta de uno de los
escribas, le parece a Jesús sincera, y la responde en forma tradicional, es decir, con
los argumentos que todo judío conocía. La respuesta era: amar a Dios por sobre
todas las cosas… pero también al prójimo, como a sí mismo (cfr. Dt. 6,4-5; Lv.
19,18). Jesús se pone en la línea de la tradición judía, coloca los dos mandamientos
al mismo nivel, como si fuera un solo mandato con dos expresiones, iguales en su
valor (cfr. Mc. 3,28; 7,19). La respuesta del escriba repite las palabras sobre la
unicidad de Dios, el amor a Él y al prójimo, añadiendo que cumplir con estos
mandamientos es el mejor holocausto y el sacrificio (v.33). El escriba está de parte
de Jesús, puesto que coinciden en colocar luz sobre lo que es esencial para el que
cree (cfr. Is. 45,21). Este tema de los sacrificios y holocaustos, se encuentra en la
línea crítica de los profetas, los libros sapienciales y el propio Jesús. Subordinar los
sacrificios al amor de Dios relaciona al escriba apoyado en las Escrituras, con la
percepción acerca de la conducta de Jesús con el templo. Se muestra conforme con
Jesús, y se pone en sintonía con su postura respeto del templo y de la Ley.
Jesús reconoce que entre los escribas, había hombres que no estaban lejos del
Reino de Dios (v. 34). El escriba, visto con luz nueva de parte de Jesús, como un
disidente púbico, puesto que su acercamiento a Jesús lo separa del resto de los
escribas que quieren matarlo. El escriba, queda relacionado con el reinado de Dios,
como realidad a la que uno se acerca o aleja, un don que se puede recibir o
rechazar. No está lejos del reino de Dios, viene a significar, que el escriba tiene
sintonía con el mensaje de Jesús y la verdadera tradición judía. Más
concretamente, la vinculación entre ambos, Jesús y el escriba, es la función del
templo y el mandamiento del amor, lo que explica el juicio de Jesús y el contenido
de las discusiones y enfrentamientos sobre el tema del templo. La vida de la
Iglesia, para quien mira desde fuera, puede parecer fría, si sólo contempla
personas que cumplen preceptos, pero, si entra en ella como cristiano, contemplará
el amor que hay en el corazón de la asamblea, la dedicación por el culto divino y su
preparación, la participación en la Palabra y su culmen es la comunión con el
Cuerpo y Sangre de Cristo; todo vivido en clave de fe y oración. Mas esta
celebración se prolonga en un enorme número de obras de caridad, que las
parroquias y comunidades cristianas, realizan a favor de los pobres, ancianos,
jóvenes y niños, es decir, compartir la propia experiencia de fe en la pastoral
sacramental y de todo tipo de servicios que nacen del amor a Dios y al prójimo.
Sólo el amor es la salud del alma, enseña Juan de la Cruz, es más, cuando ese
amor sana y robustece esa condición de amigo de Dios y de los hombres.
San Juan de la Cruz, uno de sus “Dichos de Luz y Amor”, no merece comentario por
su claridad y radicalidad para cada uno de nosotros cristianos que buscamos
criterios sanos y sustanciosos para profundizar en la fe. “Quien a su prójimo no
ama, a Dios aborrece” (D 183).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD