Sábado 22 de Marzo de 2014
Santoral: Bienvenido, Lea
Miqueas 7,14-15.18-20 Arrojará a lo hondo del mar todos nuestros delitos
Salmo responsorial: 102 El Señor es compasivo y misericordioso.
Lucas 15,1-3.11-32 Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a
escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: Ése acoge a los
pecadores y come con ellos. Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; el
menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte que me toca de la fortuna. El padre les
repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a
un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado
todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue
entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a
guardar cerdos. Le entraban ganas de saciarse de las algarrobas que comían los cerdos; y
nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: Cuántos jornaleros de mi padre
tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino
adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco
llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.
Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y
se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:
Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el
padre dijo a sus criados: Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la
mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete,
porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."
Y empezaron el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y
el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: Ha vuelto
tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud. Él
se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su
padre: Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí
nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido
ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado. El
padre le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte,
porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos
encontrado.
Pensemos…
Todos somos pródigos porque de alguna manera nos hemos abandonado en las
seguridades humanas hasta caer en el fango del fracaso y el pecado. Por medir nuestra vida
en cosas efímeras y que esclavizan tan fuerte que atados a ellas saboreamos delicias y al
final el gran engañador, diablo, nos abandonará dejándonos completamente destruidos.
Entonces…
La parábola del Hijo Prodigo es la línea directa con el pecado y el perdón. Los dos se
fraguan y vence el amor que la esclavitud del pecado que ata y ataca sin piedad.
En el desarrollo de la parábola el menor quiere partir. Quiere gozar. Quiere
experimentar. Reclama su parte de la herencia. El Padre consciente de todo le hace caso y le
entrega su dinero. Parte sin mirar atrás. Goza sin pensar en el mañana. Fiesta y fiesta sin
evitar gastos.
Hoy, delante de tanto consumismo, la parábola nos invita a examinarnos seriamente
donde dejemos escuchar nuestra consciencia y le demos respuesta a esta situación de
pecado. Porque debemos observar con precisión que en medio de la tragedia del menor que
gastó todo, su vuelta se da por tomar conciencia de la situación que está padeciendo.
¿Examen para qué?
1. Tomar consciencia del pecado. La equivocación por la cual avanzo.
2. Enumerar que es lo que me ha llevado a todo este desorden.
Observemos:
El hijo menor decide. Cada uno de nosotros puede decidir. Mal o el bien. Pero si todos
recibimos la herencia de los dones de Dios, pero no todos la cuidan de igual manera. El
menor la gasta y la bota.
Llega a un estado calamitoso. Muy mal y delante de todo decide volver. La falta de
comida, lo duro del trabajo, la soledad… Esto le hace recordar su hogar. Aquí está la
revisión de vida y decide regresar a casa.
El padre siempre lo esperaba. No había perdido la esperanza. Se alegra al volver a ver a
su hijo. Corrió a su encuentro y lo llenó de besos. Sin escuchar lo que el hijo quería decirle
lo acepta como hijo, no como esclavo. Por eso túnica nueva, sandalias nuevas, anillo al
dedo, parrilla, sancocho de gallina, música… Fiesta.
El hijo mayor de regreso se encuentra con la fiesta y no quiere participar, pue son
entiende la alegría del papá. El menor conocía al papá por eso regresa. El mayor no lo
conoce y eso que está cerca.
El padre sale a invitar al mayor. Su respuesta es de reclamo. Ese hijo tuyo gastó todo…
Quiere una fiesta con sus amigos, no con su hermano. La actitud del Padre es otra. El acoge
el hijo menor, pero también no quiere perder el hijo mayor. Los dos forman parte de la
familia. El uno no puede excluir al otro.
El padre sale a convencer al mayor y le da a entender que si él quiere ser hijo del Padre,
tendrá que aceptarlo así como a él le gustaría que el Padre sea. La parábola no dice cuál fue
la respuesta final del hermano mayor. Esto le toca al hermano mayor, que somos todos
nosotros.
Dios es grande y salvador. Quiere que no perdamos la esperanza. Que mantengamos la
alegría. Por eso nos pide que nos alegremos con él (Lucas 15,6) Cuando nos sentimos
perdonas hay fiesta de verdad. Que al final de cuaresma esa sea la mayor alegría: una
conversión dejando lo viejo ya sumiendo lo novedoso del amor de Dios.
Padre Marcelo
@padrerivas