Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Cuaresma,
Semana No. 3, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Muchos leprosos había en Israel, sin embargo,
ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio * Mi alma tiene sed
del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios? * Jesús, igual que Elías y
Eliseo, no ha sido enviado únicamente a los judíos
Textos para este día:
2 Reyes 5,1-15a:
En aquellos días, Naamán, general del ejército del rey sirio, era un hombre que
gozaba de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había dado
la victoria a Siria. Era un hombre muy valiente, pero estaba enfermo de lepra. En
una incursión, una banda de sirios llevó de Israel a una muchacha, que quedó como
criada de la mujer de Naamán, y dijo a su señora: "Ojalá mi señor fuera a ver al
profeta de Samaría: él lo libraría de su enfermedad." Naamán fue a informar a su
señor: "La muchacha israelita ha dicho esto y esto." El rey de Siria le dijo: "Ven,
que te doy una carta para el rey de Israel." Naamán se puso en camino, llevando
tres quintales de plata, seis mil monedas de oro y diez trajes. Presentó al rey de
Israel la carta, que decía así: "Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi
ministro Naamán para que lo libres de su enfermedad."
Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando: "¿Soy yo
un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de librar a un
hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando un pretexto
contra mí." El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las
vestiduras y le envió este recado: "¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que
venga a mí y verá que hay un profeta en Israel. Naamán llegó con sus caballos y su
carroza y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo le mandó uno a decirle: "Ve a
bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia." Naamán se enfadó y
decidió irse, comentando: "Yo me imaginaba que saldría en persona a verme, y
que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte
enferma y me libraría de mi enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco, el Abana y
el Farfar, no valen más que toda el agua de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y
quedar limpio?" Dio media vuelta y se marchaba furioso. Pero sus siervos se le
acercaron y le dijeron: "Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo
harías. Cuanto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te
bañes."
Entonces Naamán bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el
profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño. Volvió con su comitiva y se
presentó al profeta, diciendo: "Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra
más que el de Israel."
Salmo 41:
Como busca la cierva / corrientes de agua, / así mi alma te busca / a ti, Dios mío.
R.
Tiene sed de Dios, / del Dios vivo: / ¿cuándo entraré a ver / el rostro de Dios? R.
Envía tu luz y tu verdad: / que ellas me guíen / y me conduzcan hasta tu monte
santo, / hasta tu morada. R.
Que yo me acerque al altar de Dios, / al Dios de mi alegría; / que te dé gracias al
son de la cítara, / Dios, Dios mío. R.
Lucas 4,24-30:
En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: "Os aseguro que
ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había
muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis
meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas
fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos
leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de
ellos fue curado, más que Naamán, el sirio."
Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron
fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con
intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Homilía
Temas de las lecturas: Muchos leprosos había en Israel, sin embargo, ninguno de
ellos fue curado, más que Naamán, el sirio * Mi alma tiene sed del Dios vivo:
¿cuándo veré el rostro de Dios? * Jesús, igual que Elías y Eliseo, no ha sido enviado
únicamente a los judíos
1. Lo que se gana en una derrota
1.1 Naamán había ganado muchas guerras pero estaba perdiendo su batalla contra
la lepra. La lepra era el punto negro, el gran lunar, el centro de su vergüenza. La
lepra era el espacio de derrota de un hombre acostumbrado a triunfar. Pero los
hechos se dieron de tal modo que ese espacio de derrota se volviera un espacio de
triunfo, no suyo, sino de Dios.
1.2 Es una especie de constante esto en la Biblia: aquello que nos avergüenza y
nos deshonra es a menudo la grieta por la que el plan de Dios se cuela en nuestra
planes. Dios irrumpe por la brecha abierta que dejan nuestras derrotas y problemas
no resueltos. De este modo transforma lo más bajo en lo más alto. Cuando somos
así salvos no cabe espacio para el orgullo sino sólo proclamación de la piedad y el
poder de Dios.
2. No compres, que no está en venta
2.1 Naamán se cargó unas cuantas arrobas de regalos para el rey de Israel: "diez
barras de plata, seis mil monedas de oro, diez vestidos nuevos...". Eliseo no acepta
los regalos. No por falta de educación sino porque Naamán debía entender que las
relaciones con el Dios de Israel no eran comparables a las relaciones políticas entre
los reyes que este general conocía.
2.2. En las leyes de la diplomacia los "regalos" son el método usual para buscar el
favor o gracia del rey o soberano a quien se ofrecen. Tal recurso es superfluo
cuando se trata del Dios Altísimo, el Dios de Israel: nada le hace falta y su gracia
no está en subasta al mejor postor.
2.3 Aceptar este lenguaje es maravilloso y a la vez difícil. Maravilloso porque nos
introduce en la dimensión del amor sin intereses. Difícil porque implica reconocer la
radical indigencia que tenemos en aquellas cosas que son tan importantes en
nuestra vida como era la salud en la vida de Naamán.
3. "Nadie es profeta en su tierra"
3.1 En el evangelio de hoy Cristo toma el ejemplo de Naamán, y otros semejantes,
para ilustrar cómo se cumple aquello de que "nadie es profeta en su tierra". El
mensaje fue tan claro que sus compatriotas, locos de ira, piensan en deshacerse de
él de inmediato despeñándolo.
3.2 ¿Por qué sucede así? ¿Por qué nadie es profeta en su tierra? Si lo miramos
desde el punto de vista del profeta no se ve una razón; pero si pensamos en los
vecinos o paisanos del profeta algo podemos entender: reconocer un profeta en
medio de nuestro barrio o ciudad es admitir nuestra propia ceguera para leer lo que
el profeta lee y para entender lo que el profeta entiende. Es sobre todo la soberbia
la que nos impide admitir en paz que Dios hace con otros obras que no hace con
nosotros, muy seguramente porque no le dejamos.
3.3 Vencida la soberbia y bajada la cabeza los ojos se abren y empezamos a
reconocer que hay testigos del amor divino en todas partes... ¡también a nuestro
lado!