SOLEMNIDAD DE LA ANUNCIACIÓN
Lucas 1, 26-38
He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra
Hoy celebramos una solemnidad que nos involucra de manera especial: la
encarnación de Jesús. La celebramos en pleno tiempo de cuaresma, cuando
tenemos los ojos puestos en la Cruz. Ambos misterios están unidos, se explican
mutuamente, uno es raíz del otro.
En el relato de la anunciación de la encarnación y nacimiento del Señor a María,
vemos cómo el vientre de María se convierte en el arca de la alianza perfecta en la
cual Dios se hace presente de modo pleno y definitivo.
Hoy celebramos este anuncio pero también la respuesta. Detengámonos en esta
última, ya que las palabras finales de María son una puerta de entrada para
saborear algo de este misterio: “ He aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra ” (1,38).
Esta respuesta de María es el fruto maduro de un proceso que se viene
desarrollando a lo largo del diálogo con el ángel Gabriel: (1) Se le ofrecieron tres
apoyos de su vocación: “alegría”, “amor”, “seguridad”. (2) Se le anuncia la Palabra.
(3) María escucha pero también medita: confronta la Palabra con su vida. En esa
reflexión, el Señor le permite descubrir nuevas palabras que le permiten
comprender la grandeza de su obra en ella. (4) Finalmente María responde su
“Fiat”.
Este “ Hágase en mí según tu Palabra ”, tiene el sabor de las palabras orantes
que reflejan con nitidez una profunda conciencia de relación: María se comprende a
sí misma como sierva y confiesa a Dios como su Señor. Ella se abandona
completamente a servicio de su plan de salvación.
Esta respuesta, que le hace eco a Isaías 42,1, nos presenta el rostro de una Virgen
que sabía nutrir su espíritu de oración con la Sagrada Escritura. En la escucha de la
Palabra, María aprendió también a afinar su corazón para la respuesta. La
respuesta de María a Dios es una respuesta orante que brota del corazón que arde
con la Palabra de Dios. Por eso se presenta como joven mujer que asume una
responsabilidad que la une estrechamente al Dios que tuvo predilección por ella y
que la hace también fuertemente responsable con el destino de su pueblo. La
Palabra le abrió el corazón y las entrañas.
Con María tomemos conciencia de quiénes somos ante Dios y ante toda la gente
que nos rodea. Somos, como ella, servidores de Yahveh, servidores felices que
hacen sus tareas atentos al querer de su Señor, servidores felices que quieren
arrojarse con confianza en los brazos del Padre para cooperar en la obra de la
salvación.
Cultivemos hoy, en el terreno fecundo de nuestro corazón orante, la respuesta más
perfecta que se le ha dado a Dios en toda la historia: “ He aquí la esclava del
Señor, hágase en mí Según tu Palabra ”.
Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:
Hagamos nuestra la oración de San Bernardo, uno de más grandes cantores de la
Virgen en toda la historia, agradeciéndole a María por su “sí” que es fuente
esperanza y de luz para todos nosotros:
“¡El ángel espera tu respuesta, María!
Estamos esperando también nosotros, oh Señora,
esta donación tuya que es también de Dios.
¡Responde rápido, oh Virgen!
Pronuncia, oh Señora, la palabra que la tierra, l
los infiernos e inclusive el cielo están esperando...
Abre tu corazón a la fe,
abre tus labios a la palabra,
abre tu seno al creador.
He aquí que el deseado de todos los pueblos
está afuera y toca a tu puerta.
¡Levántate, corre, abre!
¡Levántate con tu fe,
corre con tu afecto,
abre con tu consenso!
Padre Fidel Oñoro CJM