Cuarta semana de Cuaresma
VIERNES
Quien no acepta a Jesús, no conoce a Dios
Juan 7, 1-2.10.25-30
“Yo le conozco porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado”
Al acercarnos ya hacia el final de la Cuaresma, el Evangelio de Juan nos está
introduciendo poco a poco en la pasión de Jesús al colocarnos en contacto con los
sentimientos de odio y rechazo de sus opositores, y con las amenazas de muerte a
las cuales constantemente es sometido.
En el Evangelio de hoy vemos a Jesús buscado a muerte por lo judíos, “no puede
andar libremente por Judea” (7,1). Sube entonces, tardíamente, en
peregrinación hacia Jerusalén: “ Solamente después de que sus hermanos
subieron a la fiesta, entonces Él también subió, no manifestándose, sino de
incógnito ” (7,2).
1. Jesús, un signo de contradicción
En la escena narrada en los versículos 25-30 del capítulo 7 de Juan, vemos
claramente que el tema central es: ¿Quién es Jesús? En cuanto a la respuesta, la
posición del pueblo y de las autoridades es diferente.
Es importante notar que quienes hacen comentarios no son opositores de Jesús,
más bien parecen ser personas que han reconocido en Jesús a un hombre de bien
(7,12). Al ver cómo Jesús enseña en el templo libremente, no le dicen nada sino
que se preguntan: “¿Habrán admitido las autoridades la verdad de sus
enseñanzas? La pregunta que está latente en sus inquietudes es: “¿No será
él, el Cristo? (7,26).
Pero esta hipótesis encuentra enseguida una objeción. Según una de las
expectativas judías, el Mesías tenía que ser de origen desconocido; y es por esto
que descalifican a Jesús como Mesías: “Pero éste sabemos de dónde es!
Galilea! ” (7,27).
2. Jesús responde a las objeciones indicando al Padre
“Grit￳ Jesús, mientras ense￱aba en el templo...” (7,28)
El templo es el lugar donde Jesús se ha hecho reconocer por el enfermo que había
sido curado (5,14). El lugar y el tono de voz con que Jesús se expresa nos
demuestran que lo que está para decir tiene una importancia especial: “Me
conocen a mí y saben de d￳nde soy” (7,28)
Jesús retoma con un tinte de ironía el punto exacto que está poniendo en duda su
reconocimiento como Mesías: “Ustedes me conocen y saben de d￳nde soy”,
repite, para suscitar nuevamente el interrogante y preparar la acogida de su
afirmación.
3. Jesús es el enviado del Padre
“Yo no he venido por mi cuenta, el que me ha enviado es veraz, pero
ustedes no lo conocen” (7,28)
Es verdad que Jesús procede de Galilea, no obstante, “no ha venido por su
cuenta”, ha salido de otro lugar: Jesús, en última instancia, proviene del Padre.
“El que me ha enviado es veraz” (7,18). Jesús se presenta como alguien que
viene de Dios, que está junto a Dios (ver 1,1-2). Es Dios mismo quien lo ha
enviado, es su representante, viene de aquel que es “veraz”, es decir, del Dios en
quien los judíos dicen creer, “ pero no lo conocen (7,28).
En este sentido, el origen de Jesús es desconocido para ellos, porque no “conocen”
a Dios. Estas palabras debieron haber sido muy duras para los judíos, sobre todo
para las autoridades que se gloriaban no sólo de conocer a Dios sino también de
poseerlo con exclusividad.
Y no lo conocen, porque no han reconocido a Jesús : “ Si me conocieran a mi,
conocerían también a mi Padre (8,19).
Jesús concluye afirmando con mayor fuerza aún: “Yo le conozco porque vengo
de Él y Él es quien me ha enviado” (7,29).
Yo le conozco ”, es decir, yo sé por experiencia quién y cómo es Dios. Como se
dijo en la última línea del prólogo del Evangelio: “ A Dios nadie le ha visto jamás:
el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado ” (1,18; ver 1,1-
2). Jesús en cuanto “ enviado ” del Padre no hace sino responder a la voluntad del
Padre..
En la contraposición que vemos entre las afirmaciones " ustedes no le conocen y
yo le conozco (7,28), Jesús nos deja percibir que su misión en el mundo es
darnos a conocer al Padre, mostrarnos el rostro de Dios y participarnos su misma
vida.
Durante el camino Cuaresmal que ya hemos recorrido en la escucha diaria del
Maestro y en la contemplación de sus actitudes, hemos tenido la oportunidad de ver
y sentir no solamente el rostro del Padre, sino también su corazón. Llegados a este
punto ya podríamos estar bien contagiados de sus sentimientos, de su amor, de su
vida.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿En qué sentido la vida de Jesús fue un signo de contradicción?
2. ¿En qué nos damos cuenta que nuestra vida también es signo de contradicción
para quienes no viven de acuerdo a la verdad?
3. ¿Cómo nos empeñamos en acercarnos cada vez más a la Palabra de Dios para
conocer a Jesús y abrirnos más a Él?
Padre Fidel Oñoro CJM