IV Semana de Cuaresma
Viernes
Lecturas bíblicas:
a.- Sab. 2,1.12-22: Condenemos al justo a una muerte humillante.
La primera lectura nos presenta al justo perseguido, víctima del odio de los
malvados. Este pasaje es unos de los más realistas del autor sagrado respecto de
las actitudes de los impíos frente a la sociedad, frente a la existencia del justo,
también en la vida presente (vv. 1-5; 6-9; 10-20). La actitud del impío frente a la
sociedad, está en contra de la doctrina fundamental de la Sabiduría, porque Yahvé,
no creó la muerte, su justicia es inmortal, porque todo lo hizo para que subsistiera
(cfr. Sab. 1,13-15). En muchos textos, es verdad, encontramos la realidad del
hombre limitado, de cortos días de vida y que después de la muerte no se sabe
nada, nadie vuelve del Hades (cfr. Jb. 14,1-2; Ecle. 3, 18-21). La diferencia entre
los impíos del libro de la Sabiduría y los hombres justos de Job y Eclesiastés es, que
estos son creyentes en Yahvé, mientras que los primeros son agnósticos. Los
justos, son los judíos fieles, que viven en la Alejandría del s. I a. de Cristo,
rodeados de paganos y lo peor, judíos apóstatas. Los enfrenta el tema de la fe,
mientras los primeros creen, los segundos no tienen fe, lo que se concretiza en que
no aceptan su forma de vida sobria y religiosa, denuncias sus faltas; se declaran
sabios, es más, se tenían por justos (cfr. Rm. 2, 17-20). Su existencia es un
reproche para ellos, llevan una vida distinta, los consideran bastardos, se apartan
de ellos. Los impíos pasan a la acción: persiguen a los justos, quieren acabar con su
vida. En estos pasajes, se inspiraron los autores del NT, para mostrar la pasión de
Cristo, el Justo, por antonomasia, víctima de los ataques de paganos y judíos,
pecadores y políticos. (cfr. Mt. 27, 43; Heb. 12,3). Finalmente al autor sagrado da
su veredicto: “Así discurren, pero se equivocan; los ciega su maldad; no conocen
los secretos de Dios, no esperan recompensa por la santidad ni creen en el premio
de las almas intachables.” (vv. 21-22). Juicio temible, pero real. Habrá que esperar
a los tiempos del Mesías, para conocer la salvación y la verdadera justicia.
b.- Jn. 7,1-2.10.25-30: Jesús sube a Jerusalén a la fiesta y enseña.
El texto evangélico tiene dos momentos: la subida de Jesús a enseñar al templo
(vv.1-10), y la discusión sobre los orígenes de Jesús (vv.25-30). El evangelista deja
bien en claro la postura de los galileos que acepta a Jesús con ciertas reservas
como taumaturgo, no comprendido, pero puede vivir entre ellos; en cambio en
Jerusalén, Judea, lo buscan para matarlo, no creen en ÉL y no aceptan su mensaje.
Sus hermanos le invitan a subir a Jerusalén para que muestre su mensaje y sus
obras con motivo de la fiesta de las Tiendas o Tabernáculos (v.3-4). Jesús sabe que
el mundo no recibe su palabra. Porque sus obras son perversas, no ha llegado
todavía su tiempo, en cambio el tiempo de sus hermanos está siempre a mano, por
eso el mundo nos los odia, porque son como los que no creen en Jesús (vv.5-7).
Estos hermanos son ciudadanos de Galilea, que lo toleran pero no aceptan su
mensaje, no creían en las Escritores. De ahí que Jesús no quiere subir a la fiesta
con ellos, no ha llegado su tiempo (v.8). Sin embargo, Jesús sube a Jerusalén, más
tarde que sus hermanos, no a celebrar sino a enseñar en el Templo (v.14). Durante
la fiesta los judíos, las autoridades buscan a Jesús para matarlo, en cambio, otros
piensan que es bueno, otros lo consideran un seductor (vv.10-13). Esta no era la
fiesta de Jesús, está por inaugurar la era de la Espíritu que habían anunciado los
profetas; las autoridades religiosas celebran el pasado, pero se cierran al futuro
(cfr. Jn.4,14; 6,35;19,34). Si alguien quiere hacer la voluntad de Dios, descubrirá
que su mensaje es la verdad. Su doctrina, no es suya sino de Dios, porque quiere
hacer la voluntad de Dios, de ahí lo sublime de su conocimiento (vv.16-18). No es
verdad, que quebrante el sábado por haber sanado en ese día, pues ellos permiten
la circuncisión; si se permite sanar un miembro, cuánto más al hombre entero (vv.
23-24; cfr. Jn. 5,1-18). En un segundo momento, Juan quiere que la doctrina de
Jesús sea reconocida, por ello se preguntan: ¿Habrán reconocido de veras las
autoridades que este es el Cristo? (v. 25), no le pueden identificar como Mesías,
porque todos conocen sus orígenes. Jesús deja en claro que es un Enviado, su
palabra es expresión de la sabiduría de Dios. Se arroga un conocimiento superior
respecto a Dios al de sus oyentes, sólo ÉL lo conoce, por ello vive de Dios (vv.28-
29). La Escritura lo que ha hecho, es preparar el camino a este Enviado, el que nos
va a proporcionar el verdadero conocimiento de Dios (cfr.Jn.1,8; 7,28-29). Esta
auto-identificación con Dios provoca las iras de sus oyentes y la decisión de
detenerle, pero nadie le puso la mano sobre su hombre, porque no había llegado su
hora. Venir del Padre y conocerle, no introducen en una dimensión diferente a todos
los personajes bíblicos conocidos; es un nivel de conciencia que sólo Jesús posee
respecto de su Padre, como realidad humana y divina a la cual quiere que entremos
abriéndonos a su Persona y misterio por medio de la fe.
San Juan de la Cruz sabe por experiencia que en las tribulaciones que se sufren por
la fe, está la puerta para entrar en la espesura de la Cruz y la sabiduría, de la que
habla quien supo bien escoger supo llamarse Juan “de la Cruz”. Su palabra es
auténtica, palabra vivida, transida de amor humano y divino. Por ello escribe: “¡Oh
si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la espesura y sabiduría de
las riquezas de Dios, que son de muchas maneras, sino es entrando en la espesura
del padecer de muchas maneras, poniendo en esto el alma su consolación y deseo,
y cómo el alma que de veras desea sabiduría divina, desea primero el padecer en la
espesura de la cruz para entrar en ella!” (CB 36,13).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD