“SIN HUMILDAD NOS EMBRUTECEMOS”
Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
para el 4º domingo de cuaresma
(30 de marzo 2014)
En este cuarto domingo de cuaresma leemos el Evangelio (Jn. 9,1-41) el milagro que el Señor realiza
con el ciego de nacimiento a quien le puso barro en los ojos: “El ciego fue, se lavo, y al regresar ya
veía”. Este milagro el Señor lo realiza un día sábado provocando la ira y la incredulidad de los fariseos
que opinaban que era contrario a Dios aquello que Jesús realizaba: “algunos fariseos decían: ese
hombre no viene de Dios porque no observa el sábado”. En el texto se contraponen la actitud de los
fariseos que aunque cumplían la ley estaban seguros de sí mismos encuadrados en la soberbia de
sentirse cumplidores de la ley, y la del ciego de nacimiento que aunque estaba lleno de pecados se
acercó al Señor, con humildad como un necesitado. Es significativo el texto final en donde el Señor
explica su misión: “Después Jesús agregó. He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los
que no ven y queden ciegos los que ven”. Los fariseos que estaban con Él oyeron y le dijeron:
“¿Acaso también nosotros somos ciegos?”. Jesús le respondió: “si ustedes fueran ciegos, no tendrían
pecado, pero como dicen: “vemos,” sus pecados permanecen.”
En el tiempo de cuaresma es necesario que revisemos nuestra condición de cristianos desde la
humildad. Es cierto que reflexionar sobre la humildad va a contrapelo de una cultura que es exitista, y
en donde hay demasiada vanidad y soberbia. En la Biblia “humildad”, tiene que ver con modestia y se
opone a “vanidad”, o bien a “soberbia”. El Apóstol San Pablo nos dice: “no se estimen más de lo que
conviene; pero tengan por ustedes una estima razonable, según la medida de la fe que Dios repartió a
cada uno” (Rom.12,3). En definitiva la humildad está ligada a la verdad. Estamos llamados a tener una
valoración real de nosotros mismos. Si nos engañamos, difícilmente podremos realizar una profunda
revisión de vida. Cada uno sabe “por donde nos aprieta el zapato”, dice el refrán. El conocer nuestros
límites, pecados, virtudes y dones nos permitirá corregir lo que está mal y potenciar lo bueno que hay
en nosotros. En la filosofía decimos que “la plenitud de la existencia se da en los límites de la propia
esencia.”
No es fácil hablar sobre la humildad en nuestra época. Es una virtud necesaria para todos, sobre todo
para los que tienen más poder. Cundo los dirigentes sociales, llámense políticos, empresarios,
sindicalistas, también religiosos, se olvidan de la humildad se “embrutecen”, se olvidan de servir y se
creen lo que no son. Digo intencionalmente que “se hacen brutos” porque la humildad, es la única
puerta para comprender la sabiduría de Dios. En este sentido el Apóstol San Pablo nos dice: “vivan en
armonía unos con otros, no quieran sobresalir, pónganse a la altura de los más humildes. No presuman
de sabios” (Rom.12, 16).
El texto de este cuarto domingo de cuaresma nos presenta la ceguera de los fariseos que aunque ven
están ciegos para entender las cosas de Dios por su soberbia. Se sienten mejores que los demás y aún
teniendo más poder y seguridades eran mediocres y pobres humanamente. En estos días que nos
preparamos para celebrar la Pascua necesitamos “volver a Dios”, y la humildad nos permitirá regresar
junto a Él, para recibir su abrazo de Padre, y poder tener verdadera paz y alegría en nuestro corazón.
Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo.
Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.-