30 marzo. Domingo Quinto de Cuaresma
1Samuel 16,1b.6-7.10-13ª David es ungido rey de Israel
Salmo responsorial: 22 El señor es mi pastor, nada me falta.
Efesios 5,8-14 Levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz
Juan 9,1-41 Fue, se lavó, y volvió con vista
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Escupió en tierra,
hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: Ve a lavarte a la piscina de
Siloé (que significa Enviado. Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes
solían verlo pedir limosna preguntaban: ¿No es ése el que se sentaba a pedir? Unos decían:
El mismo. Otros decían: No es él, pero se le parece. Él respondía: Soy yo.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y
le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les
contestó: Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo. Algunos de los fariseos comentaban:
Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado. Otros replicaban: ¿Cómo puede
un pecador hacer semejantes signos? Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al
ciego: Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos? Él contestó: Que es un profeta.
Le replicaron: Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a
nosotros? Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees
tú en el Hijo del hombre? Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él? Jesús les
dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es. Él dijo: Creo, señor. Y se postró ante
él.
Pensemos…
Hoy se nos presenta Jesucristo como el Ungido. Un rey lleno de poder y de bondad.
Su deseo y lucha es sacarnos de nuestros errores que nos mantienen en la oscuridad.
Para ello: caminemos como hijos de la luz.
En la luz siempre habrá bondad, justicia y esa verdad que la hemos dejado a un lado.
La Cuaresma nos dice: Nada manchado entra en la presencia de Dios.
El Señor no se queda en apariencias. El mira los corazones.
Entonces…
Si Cristo es la luz del mundo tenemos que abrir los ojos. O por lo menos quitarnos la
venda que no nos deja ver.
"Yo soy la Luz del Mundo"
Esa luz es que la necesitamos para ver la realidad. No hay peor ciego que el que no
quiere ver. Lo mismo el sordo.
Somos muchos que nos conformamos con esa carnosidad que tenemos y no nos
deja ver bien. O simplemente nos acostumbramos a “dique” ver así.
Cuaresma es la necesidad muy urgida de esa luz para ver y ver de una vez.
Todos nos retratamos en ese ciego de nacimiento. Y al igual que sus discípulos
buscamos achaques, excusas para minimizar para justificar, hacernos los locos y seguir
ciegos.
Más que un castigo esa ceguera nuestra es producto de no querer ver la obra de
Dios en beneficio de nuestra salvación. Veo lo que me conviene y rechazamos la obra de
amor de Jesús en cada uno.
En aquel ciego Jesús obra y hace presente su actividad salvadora. Yo he venido para
hacer visibles las obras de Dios. Dios está en la ceguera y está en la sanación.
Aquí no hace falta buscar culpables o echarle la culpa al otro o al de más allá. Aquí
lo que importa es salvar, sanar… Por eso utiliza la saliva, el barro y lo envía a lavarse. Su
obediencia estaba diciendo creo y por eso se sanó. Es la fe muy necesaria para acción
curativa de Jesús.
Pero ese ver es para conocer a Jesús. No para ponerse lentes de contacto lucir y
seguir peor. Nada de eso. Es y será un abandonar la oscuridad para ver con los ojos de la
carne y de la fe.
Recapitulemos
Empezar a ver es…
Tomar consciencia que soy hechura de Dios.
Tener la suficiente fortaleza para quitar la venda que tapa los ojos. Envidia,
hipocresía, rabias, venganzas, mentiras…
Todo para no caer en el mismo hueco y hacerme cada día más daño.
Reconocer que somos esos ciegos necesitados de la vista.
Yo creo, Señor, tú eres la luz de mis ojos. Sólo tú tienes palabras de vida eterna.
Sólo en ti está la salvación. Sólo tú eres Señor.
Padre Marcelo
@padrerivas