Comentario al evangelio del Lunes 31 de Marzo del 2014
Queridos amigos:
¿Se puede saber para qué escribió Juan el cuarto evangelio? (Si viniera un estudioso de la obra de Juan
le trataría a uno de indocumentado, pero nosotros ya nos entendemos, y no vamos a estar hablando del
redactor final o de qué sé yo cuántas manos que intervinieron/interfirieron en la aparición de la
criatura.) Para enterarnos de los objetivos de muchos escritos nos resultan particularmente útiles los
prólogos y los epílogos. Justo el cuarto evangelio tiene un epílogo en el capítulo 20 donde declara sin
ambages: “Jesús realizó... otros muchos signos que no están escritos en este libro. Éstos lo han sido
para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre”
(Jn 20,30-31).
Es bueno recordar ese epílogo, pues a lo largo de estas dos semanas finales de la cuaresma nos guiará
el evangelio de Juan. Si en nosotros se cumple en alguna proporción el objetivo del autor, podremos
afirmar que su escrito sigue siendo un evangelio vivo y de largo alcance. Además, para que sepamos de
qué va el asunto de la fe y cómo se puede creer acerca de Jesús lo que desea el evangelista, se nos narra
en su obra un buen puñado de historias de fe.
Hoy, aparte de mencionarse la primera (los discípulos de Jesús creen en él tras el signo de Caná), se
nos cuenta otra historia que también tiene un "final teologalmente feliz": el funcionario real cree junto
con toda su familia. Esta historia de la fe viene precedida y preparada por otro desenlace feliz: el niño
de la casa del funcionario, una criatura ya a punto de malograrse, prematuramente hechizada por la
sonrisa de la muerte, se había zafado de la fiebre la víspera a la hora séptima. Y a este desenlace lo
precede la palabra de Jesús y una primera diligencia de fe de aquel hombre, que se fía de esa palabra.
(En realidad, ya había habido unas diligencias previas: cierto asomo de esperanza en que Jesús
realizara un signo como en Caná y la búsqueda del maestro para que interviniera también en su propio
caso. Pero es ahora cuando vemos al régulo ejercitando la fe.) Acto seguido, le llega una buena noticia
y cumple una segunda diligencia. (Ah, no!, nada de grandes cavilaciones, sólo una rápida y sencilla
comprobación horaria. La diligencia final la hace con toda la casa: la madre, el niño, los criados. Es,
para él, una fase nueva de la fe. Se dice escuetamente que creyó, sin más especificaciones. Pero basta
para darnos cuenta de que ha hecho un itinerario: ha ido de fe en fe, y la segunda y última ha sido una
fe a coro.
Sí, sin duda, “dichosos los que sin ver creyeron”. Pero dichosos también los que vieron “los signos” y
creyeron. ¿Cuáles son los signos que nos ayudan a creer? ¿Cómo consolidan nuestra fe? ¿Cómo hacen
de balizas en nuestro camino en medio de la noche?
Vuestro amigo
Pablo Largo
Pablo Largo