DOMINGO III DE CUARESMA (A)
Homilía del P. Anselm Parés, monje de Montserrat
23 de marzo de 2014
Ex 17, 3-7 / Rom 5, 1-2.5-8 / Jn 4, 5-42
Hoy tercer domingo de Cuaresma, queridos hermanos y hermanas, tradicionalmente la
Iglesia celebraba el primero de los llamados escrutinios, que no tienen nada que ver
con las quinielas de fútbol, sino que se trataba de unas ceremonias que se hacían a
los catecúmenos que se preparaban para recibir el Bautismo en la Vigilia Pascual. Por
eso los evangelios de los domingos 3º, 4º y 5º del ciclo A, son muy adecuados para
explicar el proceso de adquisición de la fe. Obviamente, estas ceremonias se hacían, y
todavía se hacen, aunque adaptadas a nuestros tiempos, sólo en el caso del bautismo
de adultos, que podían entender el significado y la trascendencia del Bautismo. No en
el Bautismo de niños, que, como ya sabéis es lo más normal en nuestras
comunidades.
El largo evangelio de hoy, según S Juan, es llamado sintéticamente "el de la
samaritana”. Contiene como hilo conductor el tema del agua. El evangelista nos hará
pasar a través del relato evangélico, del agua corriente al agua de vida, que da
Jesucristo.
Efectivamente, Jesús, hacia el mediodía, llega cansado a un pueblo de Samaria
llamada Sicar, se sienta junto a un pozo, llamado de Jacob, y dice a una mujer que
venía a sacar agua "Dame de beber". La mujer se extraña de que un judío pida agua a
una samaritana. Pero Jesús no insiste en su demanda, sino que ofrece a la mujer
"agua viva", un agua que apaga toda sed. Dice "el que beba del agua que yo le daré
nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor
de agua que salta hasta la vida eterna". Este fragmento evangélico es el que
cantaremos en el canto de comunión de la misa de hoy. Esta agua viva que Jesús le
ofrece, es el mismo Espíritu Santo. Según los padres de la Iglesia, es una referencia al
agua del Bautismo, sacramento en el que se recibe el Espíritu Santo.
A continuación, Jesús inicia con la samaritana un diálogo sobre la fe. Y, en el
transcurso de este diálogo se irá revelando como Mesías. Efectivamente, a la pregunta
de la mujer sobre si había que adorar en la montaña donde lo hacían los samaritanos
o en Jerusalén, Jesús le responde, los auténticos adoradores del Padre no lo harán ni
en Samaria ni en Jerusalén, ya que "los que quieran dar culto verdadero adorarán al
Padre en espíritu y verdad". Es decir, con sinceridad de corazón, no sólo con palabras
alejadas de la fe y del amor a Dios por parte de quien ora. Seguidamente, la mujer
dice a Jesús que sabe que va a venir el Mesías. Y Jesús le responde el Mesías "Soy
yo, el que habla contigo".
El evangelista S Juan, mediante su técnica del malentendido, va conduciendo al
oyente de su evangelio a conocer y amar a la persona de Jesús. Es por ello, que estos
grandes relatos evangélicos, el de hoy, que estamos comentando, el del "ciego de
nacimiento" que se leerá el próximo domingo, y el de la resurrección de Lázaro, que se
leerá el domingo posterior, constituyen auténticas catequesis sobre la fe. Y se utilizan
para la preparación de los catecúmenos que han de recibir el bautismo.
La primera lectura, tomada del libro del Éxodo, también incluye el tema del agua. Los
israelitas tenían sed en el desierto. Y se quejaban de Dios a Moisés. Pero Dios hizo
brotar agua abundante de una roca del desierto, y el pueblo y su ganado se pudieron
saciar. Los padres de la Iglesia dicen que esta roca era figura de Cristo. Y el agua que
brotó también es una referencia al agua del Bautismo.
La Iglesia de los primeros siglos daba una gran importancia al bautismo. Y toda la
comunidad eclesial acompañaba a los catecúmenos en el largo periodo de
preparación para recibir el sacramento en la vigilia Pascual. Me refiero obviamente al
Bautismo de adultos.
Hoy en día esto puede que no sea así. Lo dejo a vuestra consideración. Podríamos
pedir, como fruto de esta Eucaristía cuaresmal que estamos celebrando, que los
cristianos seamos conscientes y agradecidos a Dios por el don de haber sido
bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Que así sea.