CICLO B
TIEMPO ORDINARIO
XVIII DOMINGO
El domingo pasado se nos narraba la multiplicación de los panes. Visto el milagro,
la gente quiso proclamar rey a Jesús. Pero Cristo se retiró a la montaña Él solo. Al
no verlo, “se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús”. Por fin lo
encontraron en la sinagoga, donde Cristo les habló largo rato sobre el Pan de Vida.
Jesús sabía bien la razón por la que con tanto entusiasmo era buscado: “Me buscáis
no porque habéis visto signos sino porque comisteis pan hasta saciaros”. Intenta
hacerles ver que “no sólo de pan vive el hombre”.Y les habla de otro alimento:
“Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la
vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre”.
Al referirse ellos al maná, del que habla la primera lectura de hoy, Jesús les dice:
“Yo soy el Pan de Vida. El que viene a mi no pasará hambre, y el que cree en mi no
pasará nunca sed”. Esta frase de Cristo resume el mensaje de hoy.
El cristiano está llamado a la comunión con Cristo, viviendo existencialmente con
Cristo y como Cristo: “vivo, pero no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mi”
(Ga 2,20). Por la fe y el bautismo, que es el sacramento de la fe, se produce en
nosotros una transformación tan profunda que llegamos a ser uno en Cristo. Nos
asimila a Él: somos hijos de Dios en el Hijo eterno de Dios.
El ser humano tiene hambre y sed de vida, de bondad y de verdad. Hambre de
Dios: “Dentro de mi sentía hambre de un alimento interior, tú mismo, Dios mío”,
decía San Agustín en sus Confesiones (III, 1). Cristo, el pan de Dios, da la vida al
mundo: sacia este hambre y esta sed. En Cristo recibimos la gracia, que es la gloria
en camino, siendo la gloria la gracia en su plenitud definitiva. “Es mi Padre el que
os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da
la vida”. Una vida que es eterna, infinita. Es la vida misma de Dios: Bondad
infinita, amor infinito, verdad infinita.
“¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?”. Jesús responde: “La
obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado” (Evangelio). “El centro de
la existencia, lo que da sentido y firme esperanza al camino de la vida, a menudo
difícil, es la fe en Jesús, el encuentro con Cristo” (Benedicto XVI). La fe en Cristo es
lo fundamental. No se trata de seguir una idea, un proyecto o unas costumbres,
sino encontrarnos con Jesús, vivo y glorioso, nuestro contemporáneo. Jesús no nos
da algo, como el maná, se da a sí mismo: él es el verdadero pan del cielo.
“¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?”. Que nuestros criterios
sean los criterios de Cristo: La verdad de Cristo (segunda lectura); teniendo los
sentimientos propios de Cristo Jesús; si aprendemos a Cristo: su mensaje de vida,
su estilo de vida; si vivimos la nueva condición humana, abandonando el hombre
viejo corrompido, viviendo como hijos de Dios, partícipes de su naturaleza; si nos
renovamos en la mente y en el espíritu; si nos identificamos -nos revestimos- de
Cristo Jesús (2ª lectura).
MARIANO ESTEBAN CARO