V Semana de Cuaresma
Miércoles
Lecturas bíblicas:
a.- Dan. 3, 1-28: Los tres jóvenes fieles a la alianza.
La primera lectura, nos presenta la mirada del profeta, que desde una situación de
persecución con Antíoco IV Epífanes, su intención es mantener la fidelidad de la
comunidad judía, vuelve su pensamiento al destierro babilónico y narra la historia
el testimonio de los tres jóvenes en el horno ardiente. Si bien Nabucodonosor,
había reconocido al Dios de Israel, como el único Dios (cfr. Dan. 2,46-49), cambia
de actitud, y exige adoración de su estatua, bajo pena de muerte al que se resista a
ello (vv. 1-8). Los compañeros de Daniel, Sidra, Misac y Abdénego son condenados
a muerte por negarse a adorar un ídolo, Dios siempre Providente, premia su
fidelidad librándolos del fuego (v. 46). El cántico de los tres jóvenes, es todo un
himno a la acción creadora de Dios y finalmente, el rey Nabucodonosor, reconoce
que Yahvé obró a favor de sus fieles (vv. 24-30). Este pasaje bíblico nos quiere
enseñar que en la persecución a causa de la fe, el justo se mantiene fiel a Dios, en
la lucha entre el bien y el mal, mantiene su libertad interior, a pesar de la opresión,
conserva ese espacio donde Dios reina hasta ver coronados sus esfuerzos por la
acción divina. El testimonio admirable de estos tres jóvenes, fue un gran aliciente
para la naciente Iglesia romana, se identificó con ellos, en la persecución,
mantuvo la adoración al único Dios, no abandonó la alabanza divina y la celebración
de la eucaristía, en medio de la idolatría que los rodeaba, en lo íntimo de las
catacumbas.
b.- Jn. 8, 31-42: Jesús y Abraham.
El evangelio nos presenta las palabras de Jesús a quienes habían creído en ÉL. Los
que le escuchan no sólo son quienes creyeron en ÉL sino que también su audiencia
hay quienes no lo aceptan, porque les acusa de querer matarlo (v.37). A otro nivel
se trataría de judíos que sintonizan con Jesús, pero siguen unidos a la sinagoga, no
profesarían toda la fe de la comunidad joánica. Con las palabras de Jesús, se
demuestra que se hace irreconciliable el judaísmo con ÉL, tanto que lo llevarán a la
muerte. A quienes le aceptan, les enseña que para ser sus discípulos deben
aprender a mantenerse en su palabra, lo que viene a significar aceptar su persona
hasta convertirse en centro vital del discípulo, de este modo se entra en la verdad,
se gusta de ella y esto produce libertad. Le recuerdan que son libres, porque son
hijos de Abraham; puro orgullo de pertenecer al pueblo escogido ya que olvidan las
esclavitudes. Jesús les niega tal privilegio espiritual, aunque por la sangre sean
descendencia de Abraham, no lo aceptan a ÉL. Jesús sabe que son estirpe de
Abraham, pero no basta, se requiere una descendencia espiritual, la que había
recibido Abraham de parte de Dios. En el fondo, Jesús se siente la esperanza más
profunda de judaísmo, el corazón de Abraham. Se inicia ahora un diálogo dinámico
pero muy fuerte en declaraciones sobre quiénes son los verdaderos hijos de
Abraham (vv.34-41). Jesús habla lo que le ha visto y oído decir a su Padre,
mientras ellos hablan de su padre Abraham, si éste fuera su padre, no lo
intentarían matar, ya que precisamente ÉL era su anhelo más profundo. Su padre
no es Abraham. Su nueva argumentación es que no han nacido de prostitución es
decir, han sido fieles a la Alianza con Dios y no han sido idólatras (cfr. Jn.8,48). A
esta altura el discurso de Jesús revela una clara conciencia de comunión total con
Dios, le ha visto y oído. Por ello, quien se opone a Jesús rechaza a Dios, imposible
que sea hijo de Abraham, puesto que era gran amigo de Dios (cfr. 2Cro. 20,7;
Is.41,8). Ser parte de la familia de Dios, viene por la vía teologal y moral: vida de
fe, de justicia, de apertura a Dios, aceptar el testimonio de Quien viene en su
nombre. Sólo quien es propiedad de Dios por el Bautismo y vive su fe, escucha y
acepta a Jesús, como Enviado del Padre; sin fe no pertenecemos al Reino de Dios,
es más, no podemos acercarnos a Dios.
San Juan de la Cruz, enseña que la dureza del alma, es propia del hombre a causa
del pecado; sólo la misericordia, la divina gracia y el amor de Cristo pueden
romper muros en el corazón humano, es el triunfo de la luz y el amor que atraviesa
las tinieblas del pecado, para iluminar la vida del hombre. San Juan de la Cruz: “Si
tú en tu amor, ¡oh buen Jesús!, no suavizas el alma, siempre perseverará en su
natural dureza” (D 35).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD