Sal fuera
Hoy escondemos la muerte, la disfrazamos, pintoreteamos los muertos para que
aparezcan “bonitos”. La juventud no quiere vivir más allá de su experiencia de éxtasis
de la penúltima noche. Son hijos de la noche a las puertas de la muerte. Y se la toman
en serio. Se resisten a vivir; por eso están emparentados con la muerte. Y se pintan de
muertos anticipando funerales. Tras ellos va la muchedumbre de muertos a la pira final.
Jesús confrontó la muerte. La propia y la ajena. En algunos casos la llamó sueño. En
otros, la sufrió a lágrima partida. Y todas las tumbas que encontró a su paso, las dejó
abiertas, vacías, aún las de los leprosos. ¡Y la suya propia! El grito estertóreo en la Cruz
ya lo había dado con la misma intensidad ante la tumba de Lázaro: “Sal fuera”. La
muerte como salida, salida ante el sol, salida ante la misma muerte…
Salir es morir a muchas cosas. Dar un paso es dejar atrás la huella. Y la vida se va
confundiendo con este morir permanente en donde debemos “salir”, dejar, abandonar,
rechazar, cultivar la incertidumbre para cosechar la novedad en esperanza. Pero antes de
“salir” hay muchas ataduras que debemos romper, muchos pesos que alivianar, muchas
cargas en aligerar. Para morir como es debido, antes hay que “salir” muchas veces.
Las culturas tienen sus propios rituales para enterrar a sus muertos y que bien
enterraditos queden... En la Biblia hay una lucha a cuartel no para enterrar, sino para
abrir los sepulcros. “Y abriré sus sepulcros y los sacaré de sus tumbas”. Pero no para
que el mundo se llene de más muertos, sino para infundirles “El Espíritu”. Es la
novedad de la vida cristiana: Romper muchas tumbas para que la vida se haga eternidad.
Cochabamba 06.04.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com