Si han muerto con Cristo
La experiencia pascual es la más profunda realidad del cristiano. Desde el bautismo
estamos resucitando. Por eso la muerte no es más que una puerta abierta, callada y
misteriosa que nos da paso a la vida en plenitud. Mientras más inyección de
resurrección haya en nuestra caminada temporal, más luz, más gozo, más fiesta nos
sobrecoge en el encuentro entre tiempo y eternidad. Pero antes tenemos que hacer
nuestros propios funerales…
“Si han muerto con Cristo”…es la primera exigencia para la resurrección. Para vivir hay
que morir. Ir muriendo lentamente a amores y pesares, a ambiciones y fracasos, a
seguridades e indigencias, a honores y frustraciones, a éxitos y derrotas… e irse
quedando con aquello indispensable, lo esencial que es lo único que nos puede lanzar en
paracaídas por el camino de la resurrección. Es el paso obligado de la andadura
pascual.
Era la madrugada de aquel domingo. Todavía no se había hecho el sol de la mañana. Y
de prisa caminan al sepulcro. Todo un concierto de pinceladas para decirnos la novedad,
la nueva creación, la historia inaugurada que brotan a borbotones, a caudales. Es tiempo
nuevo, no nuestro tiempo y menos el pasado. Es el germen de la novedad total. Es lo
inaudito, lo inverosímil, pero a su vez, lo más real de nuestra existencia: El Cristo
viviente. La humanidad renovada.
La Pascua nos hace ver. “Vio y creyó”. Más aún, la Pascua es asunto de visión y antes,
de fe. Jesús dice: “Vayan a Galilea y allá me verán”. Va adelante. No nos deja en el
sitio en donde estamos. Nos cambia de geografías anquilosadas. Nos abre horizontes,
nos propone metas. Le marca dirección a nuestro destino y, más grave, nos ubica en el
futuro: ¡Más adelante! Mucho más. Felices Pascuas.
Cochabamba 20.14.14
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com