Quinta semana de Cuaresma
MARTES
En la Muerte y Resurrección de Jesús participamos de la plenitud de Dios
Juan 8,21-30
“Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo soy”
Al aproximarse la Semana Santa, somos ungidos cada vez más por la Palabra del
Maestro a tomar posición, a optar radicalmente por Él, a comprometernos con Él
hasta la muerte para no correr el riesgo de “morir en nuestro pecado” (8,21) de
indiferencia, mediocridad y falta de compromiso verdadero.
En el Evangelio de hoy Jesús, en que continuamos leyendo la enseñanza de Jesús
en el Templo, vemos cómo comienza a hablar de su próxima partida: “ Yo me
voy… ” (8,21). Jesús no habla directamente de su muerte sino de su desaparición,
como para urgirnos a comprometerse con Él. El tiempo de la convivencia terrena
con el Maestro se va a acabar.
1. El rechazo de Jesús lleva a la muerte
Este texto no es propiamente un discurso, ni un diálogo propiamente dicho, más
bien es una confrontación de dos partes que están en niveles tan diferentes que
parece casi imposible la comprensión. La contraposición “ Yo–Ustedes ”, coloca en
evidencia este distanciamiento.
La partida de Jesús tiene graves consecuencias: Yo me voy y Ustedes me
buscarán y morirán en su pecado (8,21).
Comienzan entonces a escucharse diversas interpretaciones en el auditorio. La
primera vez que Jesús habló de su partida (ver 7,35) sus adversarios habían
pensado que se iba fuera del país; esta vez, piensan que se va a suicidar (8,22a).
La razón de esta segunda interpretación es que agregó: “ Adonde yo voy,
vosotros no podéis ir ” (8,22b). En ambos casos se trata de una incomprensión
radical. Esta incomprensión perdurará hasta que no se reconozca y acepte el origen
divino de Jesús.
Pero el origen y el destino de Jesús, está envuelto en el misterio. Un misterio que
requiere comprensión y adoración.
2. Origen divino de Jesús
Jesús expresa entonces su origen divino acudiendo a un lenguaje que describe
espacios diametralmente opuestos (de abajo, de arriba): “ Ustedes son de abajo,
yo soy de arriba. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo
(8,23).
El “arriba” hace referencia al mundo propio de Dios. La actitud de incredulidad ante
Jesús excluye a los judíos de este “mundo de arriba”. Por eso, siguen perteneciendo
al “mundo de abajo” donde vence la muerte.
Jesús ha venido a transformar esta situación. Su venida al “mundo de abajo” es
liberadora. Al mundo de Dios se accede mediante la fe en Jesús: “Yo les he dicho
que morirán en su pecado, porque si no creen que Yo Soy morirán en su
pecado” (8,24).
El término “muerte” aquí suena fuerte. Pero alude a la realidad: morirán en su
pecado de incredulidad, por su intención de matarlo, por la dureza de su corazón.
Morirán porque no creen en Jesús, en cambio los que creen vivirán: “ Tanto ha
amado Dios al mundo que entregó a su Hijo, para que todo el que crea en
Él, tenga vida eterna (3,16; ver 6,50; 8,51).
La pregunta, que los fariseos le vuelven a plantear a Jesús “¿Quién eres tú?
(8,25), ratifica una vez más su incredulidad y su falta de disposición para
escucharlo y acogerlo.
3. La Muerte gloriosa de Jesús revela su divinidad
Ante la obstinación de sus adversarios Jesús apela nuevamente al testimonio del
Padre, que es veraz (8,26). Pero como sus oyentes, ni siquiera entienden que Él
está hablando del Padre, Jesús los remite a su último signo: su muerte gloriosa.
Dice Jesús: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces sabrán
que Yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que lo que el
Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo (8,28). Jesús está hablando aquí
de su glorificación por la muerte en la cruz (ver 12,32).
Este es el punto más alto de la auto revelación de Jesús, que tiene como telón de
fondo la revelación de Dios a Moisés como el “Yo Soy” (ver Éxodo 3,14-15). Jesús
está desvelando el misterio de su comunión absoluta con Dios: Jesús es uno con el
Padre, vive una relación única con El, su existencia es el Padre mismo.
Jesús no hace nada por su cuenta (8,28), depende totalmente de la voluntad del
Padre. Pro su parte, el Padre está siempre con Él, nunca lo deja ni lo dejará solo
porque hace siempre lo que al Padre le agrada (8,29).
Notemos lo que sucede al final: cuando Jesús terminó de hablar muchas personas
creyeron en Él (8,30). Esta es la provocación que Jesús les hace a sus oyentes.
Creer es entrar decididamente en su Misterio para participar en Él de la misma
plenitud de Dios.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. Jesús nos habla de su origen divino usando dos expresiones ‘abajo’, ‘arriba’.
¿Qué quiere decir con ellas?
2. ¿Siento que el Señor tiene que reprocharme en algo mi falta de fe? ¿Por qué?
¿Qué debo hacer?
3. ¿Mi relación, nuestra relación con Jesús, conduce al Padre? ¿Cómo lo
constatamos?
Padre Fidel Oñoro CJM