Quinta semana de Cuaresma
MIÉRCOLES
En Jesús alcanzamos la verdadera libertad
Juan 8,31-42
“Si pues el Hijo les da la libertad, serán realmente libres”
Después de la revelación del “ Yo soy ”, que nos ha mostrado la unión íntima de
Jesús con el Padre haciéndonos descubrir en Él al Dios liberador (Éxodo 3,15), en
este día se nos revela como el “Hijo que nos da la libertad”. En otras palabras, el
evangelio de hoy nos a entrar decididamente en la “filiación divina” de Jesús para
que podamos ser verdaderamente libres.
Observemos de cerca el texto. Éste está construido a partir de cuatro frases que
llamamos condicionales (del tipo: “si tal cosa… entonces tal otra”).
Las dos primeras parten de una afirmación que invita a hacer o a dejar hacer algo;
si esta es aceptada la consecuencia es la realización de una promesa.
Si se mantienen fieles a mi Palabra (entonces) serán mis discípulos,
conocerán la verdad y la verdad los hará libres” (8,31).
Si el Hijo les da la libertad, (entonces) serán realmente libres”
(8,36).
Aquí se conectan estrechamente dos realidades: ser discípulos ” y “ ser libres ”.
En las otras dos Jesús urge a los judíos a asumir las consecuencias del ser
descendientes del Patriarca Abraham e Hijos de Dios:
Si son hijos de Abraham, hagan las obras de Abraham ” (8,39)
S i Dios fuera su Padre, me amarían a mí (8,42)
La conexión entre las dos primeras afirmaciones y las otras está en la palabra
“Hijo”. El discípulo vive la libertad del Hijo. Los israelitas viven la filiación de
Abraham, pero en última instancia su verdadero Padre es Dios, aquel a quien
Abraham siempre se remitió. De aquí se derivan nuevas conexiones y
consecuencias.
Ahondemos en algunos aspectos significativos del pasaje.
1. Permanecer en la Palabra para ser discípulos
Para ser discípulo de Jesús no basta solamente seguirlo (8,12) o fiarse de Él (8,31),
es necesario “ Permanecer en su Palabra ” (8,31), es decir, dejarse habitar por
ella, acogerla, asimilarla, vivir de ella, reconociendo que por medio de ella
asimilamos al “Verbo”: Dios con y en nosotros.
En este discipulado podemos llegar al conocimiento de la “ Verdad ” (8,32), es decir
de la íntima naturaleza y de la fidelidad del Padre y del Hijo. El Hijo, quien vive en
una relación íntima con el Padre, es la “Verdad” personificada (ver 1,14; 14,6).
2. El pecado nos hace esclavos
Los judíos se rebelan ante la propuesta de libertad que Jesús les hace porque
siendo los hijos de Abraham, se consideran ya, de por sí, un pueblo libre. Dios
mismo los ha liberado de la esclavitud para que le sirvieran en libertad, por eso,
aunque estén bajo la dominación romana, sostienen que no son esclavos de nadie.
Pero Jesús está hablando de la una libertad más profunda: “Todo el que comete
pecado es un esclavo” (8,34). Quien se hace esclavo del pecado ya no es hijo, no
goza de la libertad propia del Hijo.
El hijo es el que está en relación íntima con Dios y por tanto permanece en la
familia divina. El esclavo no se queda en casa para siempre (8,35) porque el pecado
lo aleja del amor y de la familia del Padre (como bien lo ilustra Lucas en la parábola
del Padre misericordioso: Lucas 15,11-16).
El pecado de que Jesús está hablando aquí es el rechazo a su Palabra. Rechazar a
Jesús es rechazar la luz (3,19), rechazar el amor de Dios revelado en Jesús.
3. Ser realmente hijos libres
Es en el Hijo en quien llegamos a ser realmente libres (ver 8,36).
La libertad para Jesús se vive al interior de una relación viva con Dios, como fruto
de la verdad plenamente acogida, y está íntimamente relacionada con la filiación:
Si el Hijo les da la libertad, serán verdaderamente libres ” (8,36).
La Palabra de Dios a lo largo de toda esta Cuaresma sigue progresivamente nuestro
proceso de liberación interior, verdadero camino pascual, atrayéndonos cada vez
con mayor fuerza para vivir como hijos de Dios, dejándonos configurar con los
sentimientos y actitudes de Jesús, el Hijo enviado del Padre.
Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿Por qué el hecho de ser discípulos de Jesús nos da libertad?
2. ¿Qué quiere decir ‘permanecer en la Palabra de Jesús’? ¿Cómo lo vivo en mi
familia, comunidad o grupo de referencia?
3. ¿En qué hago consistir en mi vida de cada día el hecho de ser y sentirme hijo/a
de Dios?
Padre Fidel Oñoro CJM