Comentario al evangelio del Jueves 10 de Abril del 2014
Queridos amigos y amigas:
En la galería de personajes que acompañan nuestra Cuaresma, hoy le toca el turno al “viejo beduino”:
o sea, a Abrahán. El libro del Génesis nos cuenta la alianza que Dios hace con él. Y en el evangelio de
Juan, Jesús se atreve a decir que en él se realiza plenamente la alianza que Dios hizo con el viejo
beduino: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día: lo vio, y se llenó de alegría .
Vayamos por partes. La alianza que se describe en el Génesis no está registrada en ningún tratado de
derecho. Dios le promete a Abrahán dos cosas: una descendencia numerosa ( Serás padre de
muchedumbre de pueblos ) y una tierra a perpetuidad ( Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra
en que peregrinas, como posesión perpetua ). A cambio, este contrato tan original pide del otro socio
una sola cosa: Guardad mi alianza, tú y tus descendientes, por siempre. Es la famosa fórmula “dos
contra uno”.
La cosa no tendría más trascendencia si no fuera por dos pequeños, insignificantes detalles que Dios
parece pasar por alto: el socio Abrahán, y su pareja Sara, son unos viejos de cuidado (por lo tanto, poco
aptos para fáciles procreaciones) y la tierra que piensa darles tiene ya título de propiedad (por lo tanto,
va a ser necesaria una expropiación que va contra todo derecho internacional). En otras palabras, la
alianza que Dios hace es una verdadera provocación. No se trata de poner la firma a bienes contantes y
sonantes sino a promesas que no se ven y que exigen una fe de caballo (quizá fuera mejor decir de
“camello”, teniendo en cuenta las costumbres del viejo beduino). En el texto que leemos hoy no se
dice expresamente, pero Abrahán, en el borde de lo absurdo, se fía. Ahora entendemos por qué se le
conoce como el “padre de los creyentes”.
Vayamos ahora a Jesús. Su estilo no es menos provocativo que el de Dios Padre: Os aseguro que antes
que naciera Abrahán existo yo . Después de una afirmación de este calibre, no es nada extraño que
cogieran piedras para tirárselas. ¿De qué se está hablando en la controversia? ¡Pues de la verdadera
identidad de Jesús! La referencia a Abrahán es un recurso para poner de relieve el contraste
promesa-realidad. Abrahán representa la promesa. Jesús es ya la realidad. En él, la alianza ha llegado a
su plenitud: nace un pueblo numeroso que habita la tierra como propiedad.
No pasemos por alto un pequeño detalle sobre el que los exegetas no acaban de ponerse de acuerdo
(¿Se ponen de acuerdo sobre algo alguna vez?). Me refiero a esa “insinuación cronológica” que parece
hacer a Jesús un poco más viejo de lo que solemos imaginar: No tienes todavía cincuenta años . O sea,
que no debía de andar demasiado lejos. ¿O también aquí el cincuenta tiene sólo un valor simbólico?
Discuten los autores.
C.R.