Comentario al evangelio del Viernes 11 de Abril del 2014
Queridos amigos y amigas:
Estamos ya al borde de la Semana Santa. En la liturgia de hoy se masca la tragedia. El evangelio de
Juan dice que los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús . Como se ve, lo de la “intifada”
viene de lejos. En la inhóspita Judea tienen predilección por las piedras: para construir el templo de
Jerusalén, para estampárselas a Goliat en la frente, para cargarse a la mujer adúltera ... o para eliminar
a Jesús. Menos mal que Jesús se les escabulló de las manos . En varios pasajes evangélicos se alude a
este Jesús escurridizo que no se deja atrapar, como si el hecho físico de la desaparición fuera un
símbolo de un hecho más profundo: Jesús no está al alcance de nuestra mano. Es un don gratuito, pero
no una baratija que podamos manejar a nuestro antojo.
Vayamos al grano. ¿Cuál es la razón por la que quieren lapidarlo (y quizá también dilapidarlo)? El
mismo evangelio pone en boca de los judíos la acusación: No te apedreamos por una obra buena, sino
por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios . Cuando se escribe el evangelio de
Juan, la comunidad cristiana, en lucha con varias herejías, ha madurado mucho su comprensión del
misterio de Jesús. Se insinúa aquí la que va a ser la causa de su muerte. En ese te haces Dios se
concentra la razón religiosa por la que Jesús será ajusticiado, aunque luego se disfrace con razones
políticas.
Tengo la impresión de que hoy sucede algo semejante. Jesús cae bien a casi todo el mundo porque
habla de las más nobles aspiraciones humanas: verdad, libertad, justicia, fraternidad. Cualquiera que
luche por estos ideales puede convertirlo en símbolo. Lo que ya no suscita tanto entusiasmo es ese
incómodo te haces Dios porque si esta afirmación es verdadera, entonces Jesús ya no puede ser un Che
Guevara al uso, sino Alguien que tiene que ver conmigo y yo con él, Alguien que me confronta con la
verdad de mí mismo y con la respuesta que estoy dando al sentido de mi vida. Y, claro, esto es pedir
demasiado. A este Jesús tan pretencioso hay que matarlo. Digámoslo con claridad: algunas teologías,
muchas ideologías y millones de personas hemos conseguido matarlo. Reducido a eslogan nos hace un
apaño. Convertido en Dios nos fastidia la vida y no interesa.
C.R.