DOMINGO DE RAMOS DE LA PASIÓN DEL SEÑOR
(Isaías 50:4-7; Filipenses 2:6-11; Mateo 26:14-27:66)
En un poema una pareja está rezando el rosario. Ella dice: "Dios te salve,
María...bendita eres entre todas mujeres y bendito es el fruto de tu vientre
Jesús." Él responde: "Santa María, madre de Dios, ruega por nosotros
pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén". Entonces el
poema explica que el hombre se le muere. La mujer sigue rezando como
siempre: "Dios te salve, María,..." Pero esta vez nadie le responde nada.
Sólo hay la soledad callada. La pasión de Jesús según san Mateo que
acabamos de escuchar nos asegura que el Señor conoce esta soledad y la
redime.
Cada relato de la pasión es distinto. El año pasado la pasión según San
Lucas nos mostró la bondad de Jesús cuando, por ejemplo, pide
misericordia por sus verdugos. Siempre al Viernes Santo el evangelio
según San Juan nos presenta a Jesús reinando en la cruz mientras forma
una nueva familia, la Iglesia. La pasión de San Mateo y la de San Marcos
destacan el sufrimiento tanto psicológico como físico de Jesús. Desde el
momento en que Jesús señala a Judas como el traidor tenemos un sentido
de su aislamiento. Este sentimiento crece en Getsemaní dónde está de
bruces contra el suelo pidiendo a su Padre Dios que le quite la prueba que
lo enfrenta si es posible.
La desolación no se alivia durante los juicios. Ante el sanedrín ¿podría ser
algo más humillante que ser golpeado y escupido como profeta falso
después de dar un testimonio completamente veraz? Aunque Pilato le
muestra alguna comprensión, últimamente el procurador romano traiciona
su conciencia para aplacar a la muchedumbre. Por supuesto, es en la cruz
donde el aislamiento de Jesús alcanza su culminación. Tres grupos distintos
- los viandantes, los líderes judíos, y los otros ladrones (no hay un "buen
ladrón" en este evangelio) - lo desprecian. El medioambiente refleja lo
sombrío de su situación con una eclipsa del sol. Al añadir insulto a injuria,
ofrecen a él en agonía vinagre de beber. No es por nada que Jesús muere
con la pregunta, "'¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?'" en
sus labios.
¿Qué significan estas palabras? Vale la pena considerarlas por un ratito.
Son las primeras palabras del Salmo 22 que termina con el salmista
alabando a Dios. Pero no es cierto que Jesús repita estas palabras aquí con
la confianza. Lo significativo es que no más se dirige a Dios como padre.
Es como te sientes cuando te desconocen tu hijo y nuera después de que te
has agotado tratando de complacerlos. Sin embargo, no se puede decir que
Jesús esté rechazando a Dios. Al contrario, está rezando aunque con la
desilusión. Así muere.
Entonces Dios Padre se muestra como atento a toda la ordalía de Su Hijo.
El soldado romano proclama a Jesús "'Hijo de Dios'". Aún más
impresionante un temblor sacude la tierra despertando a los justos de la
muerte. Vemos que todo el dolor que ha experimentado Jesús -- ambos
psicológico y físico - no ha sido en vano sino merece la salvación. La pasión
de Jesús según san Mateo debería apoyar a todos nosotros cuando sentimos
aislados, malentendidos, o injustamente perseguidos. Puede ser con la
muerte de un ser querido o tal vez después de un divorcio en que fuimos
traicionados. Nos asegura que Dios nos acompaña a través de estas
pruebas aun si no hemos podido reaccionar a la desgracia con honor
completo. Está con nosotros convirtiendo nuestra tragedia en la esperanza,
nuestras lágrimas en suspiros del alivio. Dios está con nosotros.
Padre Carmelo Mele, O.P.