ENTRA EL SEÑOR
Padre Javier Leoz
Entra el Señor, y entre cánticos, himnos, ramos y palmas el pueblo expresa
una firme convicción: es un punto de referencia para alfombrar el mundo
desde la verdad y con la verdad. Gran semana la que nos aguarda. Entra el
Señor, en estos días, y no precisamente para caminar sobre terciopelo sino
para darse, hoy baño de masas, y el Viernes Santo, baño de sangre. Miel y
hiel, dulzura y amargura son los acordes de este Domingo de Ramos.
1. Hoy, a Jesús, le decimos que es nuestro Rey y, en Viernes Santo, le diremos “no
tenemos más rey que el César”. La vida es así: nos persigue la contradicción, el hoy
sí pero, el mañana no. Hoy glorias y mañana fracasos. Hoy, en Jerusalén, todo
palmas y júbilo pero a la hora de nona llanto, desnudez, soledad y tristeza. Hoy, en
el Domingo de Ramos, ramas recién cortadas y, en la hora de las tinieblas, tan sólo
un madero del que colgará Aquel que hoy vitoreamos y ensalzamos. Hoy le
cantamos y, en Viernes Santo, le gritaremos: “fuera, fuera”. Hoy le alfombramos
los caminos en su ascensión al sufrimiento y a la muerte y, en Viernes Santo, le
despojaremos de su fama, sangre y vestimenta.
2. Bendecimos al Señor por lo que, El, representa. Sube hacia Jerusalén, y aunque
hoy todo se tiñe de gozo y de alegría, sabemos que en el horizonte se perfila la
cruz. Que, en un atardecer con sombra de muerte, el Señor dará su vida por
nosotros: por ti y por mí. No lo olvidemos.
El Domingo de Ramos tiene un sabor agridulce. Por un lado manifestamos
públicamente nuestra adhesión y homenaje a Jesús pero, por otro, somos
conscientes de que por obediencia es conducido, como cordero, hacia el lugar del
sacrificio. Nadie lo hará como El, sólo lo puede hacer Él. Entra el Señor para que,
nosotros, un día salgamos con la VIDA debajo de nuestro brazo.
3. ¡HOSANNA AL HIJO DE DIOS! Cantamos y coreamos en este día. Pero,
también es verdad, que –el corazón- nos invita a gritar: ¡No subas, Señor! ¡No
avances demasiado! Detrás de nuestro griterío, vendrá la cobardía y el silencio. Al
otro lado de la puerta, flanqueada por músicas e himnos, te enfrentarás con el
llanto. ¿Merece la pena, Señor, que avances triunfalmente hacia el fracaso aparente
que será tu muerte?
¡HOSANNA AL HIJO DE DIOS! Sí; Señor. ¡Adelante! No dejes asignaturas
pendientes. El hombre, el mundo, la tierra, los creyentes, la Iglesia, tus amigos y
tus enemigos, los que te conocen y los que te dan la espalda necesitan de tu
salvación y del fruto de la cruz.
¡HOSANNA AL HIJO DE DIOS! Abramos, en este Domingo de Ramos, las puertas
de nuestros corazones. Que el Señor, entre también brillantemente en ellos para
que, en esta Semana Santa, podamos compartir con El su eucaristía, su sacerdocio
, su amor, su sufrimiento, su cruz, su muerte…..y sobre todo deleitarnos y festejar
lo que nada ni nadie puede quitarnos ni ocultar: SU RESURRECCIÓN
¡ENTRA EL SEÑOR! Que nosotros, por lo menos espiritualmente, con la vida y con
el corazón, nos atrevamos a vivir con pasión y fecundidad estos días que se
acercan.
4.- LO SABES, SEÑOR
Que con tu entrada en Jerusalén, con asno incluido,
se cumple lo anunciado por los profetas
Que, los que hoy te aclaman, y te exaltamos,
aun recordando tus milagros y tus hazañas,
tus palabras y tu consuelo
muy pronto, a la vuelta de la esquina,
cambiaremos las palmas por el “reo de muerte”
LO SABES, SEÑOR
Que, como Pedro, hoy prometemos amistad sin fisuras
te cantamos himnos y alabanzas
y, mañana, fingiremos no haberte conocido
o esconderemos nuestros rostros
en un intento de no complicarnos la vida
LO SABES, SEÑOR
Que, el arco de triunfo que hoy levantamos
pronto lo brindaremos al mejor postor
a los simples reyes de la tierra
a los que, sin tener palabras eternas,
nos seducen y nos confunden
nos alejan de Ti y nos apartan de tu Gracia
LO SABES, SEÑOR
Que, la corona que te espera,
no es de oro, sino forjada por espinas
Que, el trono que te aguarda,
no está tallado en madera de ébano
y sí esculpida en cruz que produce vértigo y llanto
LO SABES, SEÑOR
Que nuestro sí, mañana será un no
Que nuestros cantos, se convertirán en silencios
Que nuestros vítores, darán lugar a deserciones
Que nuestros gritos, se tornarán en timidez
LO SABES, SEÑOR
Que, tu entrada en Jerusalén,
es el inicio de una aventura teñida de sufrimiento
de sacrificio, prueba y muerte…
pero con redención final
LO SABES… SEÑOR