¡TODOS CLAVADOS EN ELLA!
Padre Javier Leoz
1.- Viernes Santo. El Señor no está sólo. Está acompañado de todas nuestras
miserias y deficiencias. ¡Cuánto peso hemos puesto sobre su cruz, cuando delante
de nosotros, ha pasado por la vía dolorosa!
--¿Qué ves, Señor , desde ahí arriba? ¡Veo el horizonte redentor! ¡Os veo a
vosotros! ¡Veo a mi Padre!
--¿Qué nos dices, Señor , desde el azotea del mayor escándalo cometido hacia el
hombre más justo y bueno? ¡Os digo lo de siempre! ¡Os quiero! ¡Os amo! ¡Os
perdono! ¡Dios, por mí, os recuperará definitivamente!
2.- Viernes Santo. El peso de nuestras faltas, es insensible en la mano de Jesús.
Paga un alto precio, su vida, pero lo hace consciente de su misión: vino para
rescatarnos y nos liberta en lucha con el mal, con la duda, con la noche oscura, con
el cáliz amargo…pero nos libera. Sólo quien se siente débil o pecador es capaz de
estremecerse ante la verdad de la cruz. Nuestras fragilidades han hecho levantar en
lo más alto del monte una cruz. Por nuestro amor muere el Señor y lo hace, no
postrado en un lecho, sino desgarrado en una cruz. ¿Puede hacer alguien algo más
por nosotros? Todos, por si lo hemos olvidado, somos clavados –en el amor, por
amor y con el amor de Jesús- en la cruz. Todos, con Jesús, somos clavados en ella.
-Jesús, a su paso por nosotros , también quiso recoger todas nuestras firmas
antes de subir a la cruz: se hico eco de las del rico y también de las del pobre.
Asumió la historia del enfermo y la del humillado. Se enteró de la situación de la
mujer pecadora. Nadie ni nada fue indiferente para El. ¡Todo por el mundo y por el
hombre!
-Jesús, en medio de la plaza de nuestra vida , puso una gran mesa. Una mesa
en la que hemos aprendido a ser hermanos; a perdonarnos; a rezar y a vivir con los
ojos mirando al cielo.
-Jesús, antes de emprender su subida a la cruz , se ha preocupado de vivir con
nosotros, de compartir nuestra condición humana, de curar heridas, de poner
muchas cosas en su sitio y, a Dios, en el corazón de muchos de nosotros.
3.- Ahora no le queda sino ascender por aquellos que preferimos quedarnos en el
llano. Ser exaltado en un madero por aquellos que preferimos ser aplaudidos desde
mil palcos. Perdonar, por aquellos a los cuales nos cuesta torcer algo de nosotros
mismo.
¡Gracias, Señor! Por subir, cuando nosotros no nos atrevernos
¡Gracias, Señor! Por bajar, a esos infiernos a los que estábamos llamados
¡Gracias, Señor! Porque, tus dolores, evitan los nuestros
¡Gracias, Señor! Porque, sin conocer el pecado, cargas con los de todos nosotros
¡Gracias, Señor! Porque pudiendo decir tanto, nos haces llegar escasas 7 palabras
¡ Gracias, Señor! En la cruz, sigues empeñado en regalarnos: una Madre y un
amigo, María y Juan
¡Gracias, Señor! En la cruz, haces lo que siempre nos enseñaste, ¡Perdónales, no
saben lo que hacen!
¡ Gracias, Señor! En la cruz se funde la llave del infierno para que, ningún hombre,
pueda encontrarla y sólo se dé con la que abre las puertas del mismo cielo
¡ Gracias, Señor! Porque, desde la cruz, la cuerda que sobra es empleada para
rescatarnos y no dejarnos abandonados a nuestra suerte
¡Gracias, Señor ! ¡Qué gran amor!
¡Qué gigantesco amor cuando, además de ofrecerse, es colmo y el no va más
cuando deja clavarse!
Déjanos, Señor, por lo menos desde lejos acompañarte y, nunca olvidar, que por
nosotros Tú has sido clavado en esa cruz. Déjanos sentir, Señor, que todos somos
clavados –en tu amor, con tu amor y por tu amor- en ella.
No estás solo, Señor.