Semana Santa
Domingo de Ramos
Lecturas bíblicas:
Evangelio para la Procesión:
- Mt.21,1-11: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
Lecturas de la Eucaristía:
a.- Is. 50, 4-7: El Siervo paciente del Señor.
El profeta nos presenta al Israel que ha sido fiel a Yahvé. Lo representa el Siervo
sufriente de Yahvé, descrito con rasgos personales muy sólidos. Es un testimonio
personal de la profecía de Israel, dentro del plan de Dios. Este Siervo escucha,
habla, y comunica la enseñanza revelada. Su palabra es fuerza para el débil, al
Israel histórico, que se mueve entre la incredulidad y falta de confianza. El Siervo
escucha, porque Yahvé le ha abierto el oído (vv. 4-5). Todas las humillaciones y
vejaciones descritas, son símbolo de lo que sufrió Israel cuando fue cautivo en
Egipto, en Babilonia, por ser fiel a la alianza con Yahvé. Este Siervo representa al
“resto” de Israel, el de la fe, resultado de muchas generaciones de hombres y
mujeres que fueron fieles, que sufrieron en su carne, la violencia y la vejación. Los
Sinópticos, usan este texto del profeta para presentarnos la situación que vive
Jesús ante Pilatos, y lo que a nosotros nos falta por completar de la Pasión de
Cristo. Es también un testimonio del profeta, que también sufrió en su vida, este
dolor moral y espiritual, sufrimientos amargos, y a pesar de todo, seguir confiando
en Yahvé. En ÉL encontraba su fuerza y el sentido de su dolor, porque su esperanza
estaba puesta en Quien era su justificador, lo tenía muy cerca. Era la certeza de
saber que Dios, defiende al inocente, mientras todos lo acusan, lo condenan los
poderosos. El Siervo de Yahvé, nos conduce a Cristo Jesús, Mesías Crucificado.
b.- Flp. 2, 6-11: Se rebajó a sí mismo; por eso Dios lo exaltó.
El texto de Pablo, tiene como trasfondo, la afirmación: Cristo es el Señor. Se
refiere a su triunfo sobre la muerte, su estar sentado a la derecha del Padre y su
poder sobre la Iglesia, y toda la creación, que quiere alcanzar su liberación (cfr.
Rm. 2, 5-11). Ahora toda autoridad en la Iglesia, deberá seguir el ejemplo de
Cristo, es decir, su mismo proceso de despojamiento de toda ambición de poder,
para servir a la comunidad. En un primer estadio Pablo, nos presenta a Jesucristo
en su condición divina, es Dios y hombre verdadero, libre de toda miseria humana.
Dios se hizo hombre, pero lo admirable, no es sólo el misterio de su Encarnación,
sino el haberse despojado de los privilegios divinos que poseía, para vaciarse, los
que eran inherentes a su condición de Dios. Hace su proceso de kénosis. Un
segundo estadio, nos presenta a este Dios-Hombre, despojado voluntariamente de
toda su condición divina. Hace su kénosis, sumergiéndose en todo el caudal
humano; se hace hombre, uno cualquiera, sometido a todas las limitaciones
humanas, incluida la tentación y la muerte; y morir crucificado era la peor de las
muertes. Se sumerge en la miseria humana que iba a redimir, en el mismo pecado,
se hizo carne de pecado por nosotros (cfr. 2Cor. 5, 21; Rm. 8, 3). Finalmente, el
tercer estadio, se produce la redención, después de todo este proceso de
encarnación en la miseria humana. Por esto, Dios lo exaltó, para que toda lengua
proclame que Cristo Jesús, “es el Se￱or”, para gloria de Dios Padre (v. 11). En esta
forma Pablo propone como todo cristiano, contando con todo su caudal humano al
servicio de la redención, descubra la necesidad que tiene de la Cruz, donde
encuentra la sabiduría de Dios. Solo quien se sumerge en la existencia personal y
del prójimo, descubre la gracia de la redención, en su propia carne, podrá luego
gozar del señorío de Cristo en el cielo.
Brevemente comentamos la Pasión de Jesús según San Mateo 26,14-27,66.
1.- “Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos
sacerdotes, y les dijo: ¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré? Ellos le asignaron
treinta monedas de plata.” (vv. 14-15).
Este pasaje lo recoge solamente Mateo, con lo cual quiere destacar que la Pasión de
Jesús, corresponde al plan salvífico de Dios, sin ningún tipo de improvisación, hasta
el precio de la traición había sido profetizado (cfr. Zac. 11,12-13). Mateo presenta a
Jesús, como el Rey manso y humilde (cfr. Zac. 9,9).
2.- “Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os
aseguro que uno de vosotros me entregará.” (vv. 20-21). Durante la Cena se
descubre al traidor. Según Mateo, Judas abandonó el cenáculo antes de la
institución de la Eucaristía. ¿Por qué no reaccionaron de otra forma los discípulos,
al delatar Jesús al traidor? Esta identificación sólo la encontramos en Mateo y Juan
(cfr. Jn. 13, 21-30); quizás no fue tan clara en ese momento. De todas formas, el
evangelista resalta el conocimiento de Cristo, y el proyecto de Dios, que se vale de
instrumentos humanos. La pregunta de los otros discípulos, “Acaso soy yo, Se￱or?”
(v. 22), es una expresión del temor que tiene todo cristiano de en algún momento
de la vida, de traicionar o negar al Señor Jesús.
3.- “Tomad, comed, este es mi Cuerpo…” (v. 26).
La última Cena de Jesús es una Cena pascual. Como buen judío, conmemoró lo que
estaba mandado al pueblo de Israel, sólo que explicó el significado de la nueva
Cena pascual: Jesús hace partícipes a los discípulos de su destino, su Reino, el de
su Padre, en él comerá y beberá con sus discípulos. Su Sangre es derramada para
remisión de los pecados, dato que sólo proporciona Mateo, con lo cual, quiere
indicar el carácter sacrificial de la Cena pascual. Entrega su vida, por toda la
humanidad, es el valor vicario de la entrega de Jesús y el valor expiatorio de su
Sacrificio. Con esta Cena comienza la Nueva Alianza, por eso, el evangelista habla
de “sangre de la alianza” (v. 28). Él es comienzo de un nuevo orden de cosas, en
que Dios pondrá su ley en el corazón de los hombres y perdonará los pecados; se
inaugura esta nueva era con esta Cena pascual en contraposición con la antigua
(cfr. Ex. 24, 8; Zac. 9,11). Se da una correspondencia entre la alianza de Moisés y
la de Jesús; ambas alianzas fueron selladas con sangre. Jesús, es la Nueva Alianza,
el Siervo de Yahvé (cfr. Is. 42, 6; 49,7-8). La Sangre de Jesús es derramada por
muchos, queriendo destacar la entrega de uno, que entrega la vida por muchos. Es
más significativo, decir por muchos, que por todos, porque “todos” también
pueden ser pocos. Mi Cuerpo, mi Sangre, equivale, como sin￳nimo, a “yo mismo”.
La vida de Jesús entregada, es asimilada por comer el pan y la beber de su cáliz.
4.- “Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos.” (v. 30) Esta
escena, representa la plena humanidad de Jesús, siente miedo, camina hacia la
muerte, quiere la compañía de sus más cercanos: Pedro, Santiago y Juan,
comienza a sentir la lejanía de Dios (cfr. Sal. 42, 6. 12). Es el tiempo de la máxima
debilidad del Hijo del Hombre, y de Dios. Busca en la oración el querer del Padre,
como lo había enseñado a sus discípulos, ahora corresponde acatar esa voluntad. El
Pastor será herido y se dispersarán las ovejas (v.31; cfr. Zac. 13,7), más aún, los
discípulos se escandalizarán de ÉL. Pedro, luego de asegurar, que no se
escandalizará jamás de Jesús, recibe como respuesta el anuncio de su triple
negación (vv. 33-35). Pedro ingresa, como Jesús, en un clima de debilidad. El cáliz
que ha de beber Jesús, es su pasión y muerte: acepta plenamente la voluntad del
Padre. No porque esté sea un momento de debilidad, deja de enseñar, recomienda
a los suyos no dejar de orar, para no caer en tentación, es decir, no apartarse de
Dios, alejarse de su voluntad es entrar por caminos de muerte para el hombre. El
Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. El traidor ya se acerca.
5.- “El que le iba a entregar les había dado esta se￱al: «Aquel a quien yo dé un
beso, ése es; prendedle.» Y al instante se acercó a Jesús y le dijo: «¡Salve,
Rabbí!», y le dio un beso. Jesús le dijo: «Amigo, ¡a lo que estás aquí!» Entonces
aquéllos se acercaron, echaron mano a Jesús y le prendieron.” (vv. 48-50).
Contemplamos a Jesús en toda su debilidad, pero revestido de majestad y dignidad,
camina hacia la muerte y enseña la no violencia, las cosas de Dios y la religión no
se defienden con espadas. Mientras ejerció su ministerio de predicación no le
prendieron sus enemigos, podía en ese momento recurrir a sus legiones de ángeles,
pero renuncia a ello, para que se cumpla la voluntad del Padre. Con un beso Judas,
entrega a su Maestro. Jesús no lucha contra los poderes seculares, sino que contra
Satanás y los poderes superiores del mal, pero Dios que se vale de instrumentos
humanos. Se cumplen así las Escrituras y la palabra de los profetas (cfr. Sal.
91,11). Todos los discípulos lo abandonan; es la hora del poder de las tinieblas.
6.- “Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios
vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» Dícele Jesús: «Sí, tú lo has
dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la
diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.” (vv. 63-64).
Jesús ante el Sanedrín. Esta reunión de las máximas autoridades religiosas de
Israel, pretendía legalizar de alguna forma la muerte de Jesús, previamente
decidida. Este tipo de pena requería, que la sesión fuese de día, dos días de juicio y
la declaración de los testigos. Este Consejo estaba formado por los Sumos
Sacerdotes y los Ancianos, laicos importantes de la aristocracia judía. Para que los
del Consejo pudieran acusarlo, era necesario que coincidiesen en la misma
acusación y en la formulación de la misma, y dos testigos. Las acusaciones respecto
al templo de Jerusalén eran muy delicadas; Jesús había afirmado que era mayor
que el templo (cfr. Mt. 12, 6). En sus declaraciones referidas al Templo, se incluían
sus pretensiones mesiánicas, por ello el Sumo sacerdote le pregunta directamente:
“Eres el Cristo, el Hijo de Dios?” (v. 63). Al de Mesías, se agrega el título de Hijo
de Dios que le da el propio Caifás, nombre que se asociaba al del Mesías, basado en
la profecía de Daniel (Dn. 7). La respuesta de Jesús, es una afirmación de la
dignidad del Hijo del Hombre, contestación a la pregunta de Caifás. Pero para evitar
confusiones declara la naturaleza de su mesianismo, no el político, que lo judíos
esperaban, será un Mesías doliente, pasará por la pasión y muerte, antes de
resucitar. Renuncia al mesianismo tradicional, para presentarse como Señor, el Hijo
del Hombre, los judíos no le verán más que en la gloria de su Resurrección y en su
Reino a la derecha de Dios (v. 64). Ese tiempo del que habla Jesús comienza ahora,
con su pasión y muerte, resurrección y ascensión al cielo. Es declarado blasfemo,
por igualarse a Dios (cfr. Mt. 9, 2).
7.- “Entonces él se puso a echar imprecaciones y a jurar: «Yo no conozco a ese
hombre!» Inmediatamente cantó un gallo. Y Pedro se acordó de aquello que le
había dicho Jesús: «Antes que el gallo cante, me habrás negado tres veces.» Y,
saliendo fuera, rompi￳ a llorar amargamente.” (vv. 74-75).
En las negaciones de Pedro, encontramos un alejamiento de Jesús, si lo que define
al cristiano es estar con Jesús, esa dignidad se pierde, si lo ignoramos, más aún,
negar conocerle o no ser su discípulo, habiéndolo sido desde el comienzo. La
palabra de Jesús, vale más que las promesas y juramentos hechas por Pedro. En
Pedro, se cumplieron las palabras del Jesús, el discípulo lloró amargamente su
traición para su salvación.
8.- “Llegada la ma￱ana, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo
celebraron consejo contra Jesús para darle muerte. Y después de atarle, le llevaron
y le entregaron al procurador Pilato.” (27, 1-12).
Todo lo decidido la noche anterior, acerca de la muerte de Jesús, ahora
correspondía ser confirmado por el gobernador romano, tanto la sentencia como la
ejecución, porque los judíos habían perdido la capacidad de aplicar la pena capital
al convertirse Judea en provincia romana. Pero antes, encontramos el final de la
vida de Judas, quien devuelve las monedas en el templo, se ahorca y los sacerdotes
compran el Campo del Alfarero para cementerio de extranjeros. Se cumple en todo
momento la palabra de los profetas (cfr. Zac. 11, 12-13; Jr. 32,6-15). Si bien el
pecado de Pedro es perdonado por recordar la palabra de Jesús, no así el de Judas
que se convirtió en pecado de desesperación que lo llevó al suicidio. Para Mateo, es
un pecado imperdonable (cfr. 2 Cor. 7, 9- 10). En el juicio, de cara a Pilato, el
evangelista destaca la firmeza de Jesús al afirmar su realeza, la misma que tuvo
frente al Sumo sacerdote. El silencio de Jesús frente a las acusaciones que le
hacen, habla de inocencia y cumplimiento de la palabra del profeta (cfr. Is. 53,7).
Se da una contraposición entre Barrabás y Jesús, el pueblo prefiere al primero,
condena el pueblo a su propio Mesías y Salvador, mientras Pilato creen en su
inocencia. Puede más la implicancia política de su cargo, que sus valores y su
conciencia.
9.- “Salve Rey de los judíos” (v. 29).
La soldadesca injuria a Jesús, y lo hace objeto de su burla. La realeza de Jesús, no
es reconocida y sirve de escarnio para los paganos. Le llevan a crucificar y obligan
a Simón a llevar la Cruz; el vino mezclado con hiel era un brebaje dado a los que
iban a ser ejecutados, Jesús lo rechaza; el reparto de sus ropas, la confianza del
Crucificado en Dios y su desamparo que experimenta, se inspiran en el Sal. 22;
sorprende el dramatismo con que Mateo, presenta el abandono de Jesús, acepta su
suerte. Sus enemigos, en sus mofas, reconocen a su modo, sin saberlo, la
superioridad de Jesús sobre el templo, que es el Hijo de Dios, el rey de Israel, que
podía salvarse, ya que había salvado a otros, en fin, Jesús rechaza hacer un signo
extraordinario para creer. Mateo, termina este episodio diciendo que “Jesús
entreg￳ el espíritu”, dando un fuerte grito expiró, es su triunfo anticipado sobre la
muerte.
10.- “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (v. 54).
Toda la creación padece la muerte de Jesús, era el día del Señor descrito por los
profetas (cfr. Am. 8, 9). Fuera de la ruptura del velo del templo, Mateo, narra una
serie de milagros que ocurrieron; ahora que está el nuevo templo, Jesús, el antiguo
templo de Jerusalén cesa en su significado, ahora hay acceso directo a Dios, el velo
que lo ocultaba debe ser rasgado. Ha aparecido el vencedor de la muerte, el
primogénito de entre los muertos, el sepulcro ya no es sitio definitivo para el
hombre; Dios no ha dejado al Justo abandonado en el sepulcro; incluso el centurión
pagano, reconoce a Jesús como el Hijo de Dios. Los discípulos entierran a Jesús,
como habían hecho los discípulos de Juan el Bautista (cfr. Mt. 14, 12). José de
Arimatea, afirma el evangelista que era discípulo de Jesús y el ofrecerle su propio
sepulcro es un reconocimiento a Jesús como Mesías inocente; de haberlo
considerado culpable, no hubiera ofrecido su sepulcro, por quedar éste impuro, por
ser un criminal, el que había sido enterrado allí, con lo que tampoco se podían
hacer nuevos enterramientos en ese sepulcro. Queda todo preparado para la
resurrección, incluidas las afirmaciones que negaban la resurrección, el robo del
cuerpo…; queda todo previsto con guardias custodiando el sepulcro, para que
nadie se acerque al cuerpo de Jesús (vv. 62-66). Todo queda en silencio, los cielos,
las mujeres, todo…
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD