Semana Santa
Lunes Santo
Lecturas bíblicas:
a.- Is. 42, 1-7: El Siervo del Señor es manso, pero tenaz.
La primera lectura, corresponde al primero de los cánticos del Siervo sufriente (cfr.
Is. 49,1-6; 50, 4-9; 52,13-53,12). Este personaje misterioso, el Siervo, el Ungido
por Yahvé, que representa en sí lo más característico del pueblo elegido y de uno
de sus personajes más entrañables. En este primer cántico, se presenta al Siervo
con rasgos distintos al del pueblo de Israel, con tareas a realizar: renovar la alianza
hecha con Israel y la de repatriar a los exiliados, restablecer la verdadera religión
entre las naciones vecinas. Con la presencia de este Siervo, todo es nuevo, por ello,
el lenguaje es el de una nueva creación, “te formé” (v.6), como si fuera el primer
hombre. Es como si con este Siervo, todo comenzara de nuevo: nuevo mundo,
nuevo orden, la realidad cambia, por medio de la nueva alianza, realizada con su
pueblo: los ciegos, incluidos los paganos, verán la revelación, los presos serán
liberados de las tinieblas del error y del destierro. Creador y redentor, todo lo hizo
con el soplo de su Palabra. Implantará la ley desde sus prerrogativas de sacerdote,
profeta y rey. Como rey y sacerdote, implantará el derecho, la Ley, y justicia en la
tierra; como profeta será el que comunique la voluntad divina a su pueblo. Todo un
contrapunto precisamente para reyes, sacerdotes y profetas de su tiempo. Va a
transformar lo interior de cada hombre, la llama de la mecha que casi se extingue,
la revivirá, como precioso fruto de la justicia va a revindicar los derechos de Dios,
en el corazón de los hombres. Nada de armas, ni legalismos, sino las armas de la
paz. En el Bautismo y en el Tabor, se cumple plenamente esta profecía en Jesús de
Nazaret, como Siervo de Dios y Mesías sufriente, Mesías Crucificado y Resucitado.
Así como al Siervo de Isaías lo anima la dinámica del Espíritu de Yahvé, Jesús luego
de su Ascensión entrega su Espíritu Santo a la naciente Iglesia, como Sacramento
universal de salvación.
b.- Jn. 12, 1-11: Unción de Jesús en Betania
En este evangelio vemos a Jesús viajar a Betania, seis días antes de la Pascua.
Cena con una familia amiga. Es una nueva comunidad que crece en torno a ÉL:
Lázaro, el que había resucitado, Marta y María, sus hermanas, una que se preocupa
del servicio y María que unge a Jesús. Tres hermanos amigos de Jesús. Durante la
cena, María, unge los pies de Jesús, con un perfume de nardo carísimo, cuyo olor
invade toda la casa, con sus cabellos enjuga los pies del Maestro (cfr. Ct. 1, 3.12;
7,6). María, se encuentra plenamente centrada en Jesús. Lo que hace con ÉL, no es
el lavado ritual de bienvenida, que suponemos ya le había ofrecido el dueño de
casa, sino algo completamente distinto. Unge los pies de Jesús con perfume y
luego, los seca con sus cabellos, parte del ungüento queda en la cabellera de María.
Por toda la casa se esparció el olor de aquel ungüento. María, en este momento
representa a la nueva comunidad, que rinde como esposa, un homenaje de
adoración y amor a Jesucristo Esposo de las almas bautizadas, de la Iglesia. Amor y
servicio, en la Casa de Dios, Marta y María lo representan. La intervención de
Judas, es un contrapunto, va dirigida a Jesús por permitir semejante derroche;
Jesús defiende la acción de la mujer, porque en cierta forma, está anunciando su
próxima muerte. La referencia a los pobres, quiere recordar, que primero está la
entrega del discípulo a Cristo, y desde esa entrega, tiene sentido en la nueva
comunidad eclesial, la ayuda a los pobres. Dios se identifica con ellos, luego de
serviles, es encontrar a Jesús. Pero el amor a los pobres, no dispensa de la
adoración personal a Dios. La acción llevada a cabo por María, nos lleva a pensar en
la sepultura de Jesús, donde habrá gran cantidad de perfumes proporcionados por
Nicodemo (cfr.Jn.19,39). Todo el trasfondo, lo proporciona el libro del Cantar de los
Cantares: el jardín, los ungüentos, el hombre y la mujer, palabras veladas que
encontrarán ahí su sentido pleno. La escena de hoy, con María que unge los pies de
Jesús y su sepultura, tiene mucho en común; ahora María, le puede ungir y abrazar
los pies, en el sepulcro luego, de Resucitado a otra María, la Magdalena, no se lo
permitirá: “Deja de tocarme, que todavía no he subido al Padre” (Jn. 20, 17). María
de Betania, entregó en ese ungüento carísimo, trescientos denarios, toda su vida,
puesto que ese era el sueldo de todo un año. Toda su existencia, lo que tenía para
vivir, lo ha entregado a Jesucristo, como expresión del más purísimo y excelso
amor nacido del corazón de una mujer enamorada. Jesús, acepta esta oblación; es
como si hubiera quedado preso en los cabellos de María (cfr. Ct. 7,6). Ella,
contraviniendo las costumbres de su tiempo, no podía presentarse en público, con
los cabellos descubiertos, ha puesto por encima de cualquier convencionalismo, su
ardiente amor a Jesucristo, hasta llevar en sus cabellos, el perfume de su Amado.
Otro ambiente, muy distinto, se vive fuera de la casa, muchos vinieron a ver a
Jesús y a Lázaro, pero eso trajo como consecuencia que los Sumos sacerdotes
dieran sentencia de muerte también contra Lázaro (vv.10-11), porque por su causa
muchos creyeron en Jesús.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD