Semana Santa
Martes Santo
Lecturas bíblicas:
a.- Is. 49,1-6: Te hago luz de las naciones
Esta lectura corresponde al segundo cántico del Siervo de Yahvé, donde se
identifica con Israel, pero no el histórico, rebelde y pecador, objeto de juicio de
parte de Dios, sino con el Israel teológico, a quien el Siervo tiene la misión de
congregar. Es el resto de Israel, del que habla Isaías, los veinte mil que volvieron a
reconstruir la nueva Jerusalén. El canto se dirige a todas las naciones gentiles, su
espada es la palabra, ajena a la violencia física, pero eficaz con la violencia moral.
Dios hace del profeta su siervo, “tú eres mi siervo Israel, en quien me gloriaré” (v.
3); la reacción, es de debilidad humana, puesta en las manos de Yahvé. Es sólo, en
ese momento cuando Dios, lo confirma en su misión, es más, le hace comprender
lo insignificante de su misión entre sus compatriotas hasta hoy, lo que viene, será
muy superior porque lo hace “luz de las gentes para que mi salvación alcance hasta
los confines de la tierra” (v. 6). El Siervo se ha convertido en rey, sacerdote y
profeta de la humanidad. El NT, agregará a esta visión que el verdadero Siervo, es
la comunidad eclesial, unida a su Cabeza Cristo, el Ungido del Padre. El nuevo
pueblo de Dios, es el encargado de llevar la salvación a toda la humanidad.
b.- Jn. 13, 21-33. 36-38: Traición de Judas y anuncio de la negación de
Pedro.
El evangelio, nos presenta el anuncio de la traición de Judas y el anuncio de las
negaciones de Pedro (vv.21.38). Dentro del relato de la Cena del Señor, se viven
momentos muy fuertes para Jesús, como anunciar que uno de los Doce lo va a
traicionar, el pan mojado en el plato que Jesús entrega a Judas (vv. 26-28) y ante
esa traición, proclama el mandamiento del amor (vv. 34-35). Los tres apóstoles, en
la cena se presentan tal cual son, en sus vidas: Juan como el discípulo amado,
Judas como el traidor, y Pedro el que vacila; cada uno resuelve el misterio de la
Pasión desde su propia realidad. Jesús sufre en lo interior, se conmueve ante el
rechazo del amor que vive Judas, porque rechaza al Padre, y su salvación, más
aún rechaza a su Enviado (cfr. Jn. 11,33; 12,37). Aquí el término entregar, tiene un
sentido pleno, ya que el discípulo, Judas, entrega a su Maestro, a su vez los Sumos
sacerdotes, lo entregarán a Pilato, y éste a sus soldados para que lo crucifiquen
(cfr. Jn. 18, 30. 35. 36; 19, 16). Esta entrega, en la mentalidad de Juan, es obra
del mundo de las tinieblas, en definitiva de Satanás. Los discípulos, no sospechan
de Judas. El discípulo amado, Juan, pregunta quién es el traidor a Jesús, por la
insistencia de Pedro, y Jesús le revela con el signo de la entrega del bocado, quién
es la persona (cfr. Jn. 6, 64. 71). Juan se encuentra muy cerca de Jesús, se
recuesta sobre el pecho del Maestro, signo de intimidad, figura opuesta a Judas,
que rechaza el amor y la persona de Jesús. Será un bocado lo que delate a Judas,
pero en ese bocado era el mismo Jesús, Pan de vida eterna, Carne y Sangre que
hay que comer (cfr. Jn. 6), que se entrega a Judas, como última esperanza para
recuperarlo. En el fondo Judas, comió su propia condenación (cfr.1 Cor.11, 29),
puesto que tras el bocado, entró Satanás. “Lo que vas a hacer, hazlo pronto” (v.
27), fue el mandato de Jesús. Los discípulos, piensan en la festividad de la Pascua:
creían que Jesús le mandaba comprar algo para la fiesta, cuando la verdadera
Pascua era esa última Cena con su Maestro. La limosna a los pobres, recuerda el
evangelista al cristiano, que ellos son los que realmente los que constituyen las
comunidades de Jesús; entregar la vida a ellos, como servicio al prójimo como hizo
ÉL. La noche se dejó caer, anota Juan, luego de salir Judas a cumplir su obra de
traición, anuncia las tinieblas que vienen provocadas por la ausencia de Jesús,
densa oscuridad densa era en la que entraba Judas. Se levanta, sale para hacer un
éxodo, en dirección totalmente contraria a la de Jesús y sus discípulos, va hacia la
noche del sin sentido de la existencia, el vacío de la noche más profunda que acaba
en suicidio (cfr. Mt. 27, 5). Jesús, se despide de sus discípulos, les recuerda que lo
buscarán, pero no lo podrán seguir hacia donde ÉL va, lo que da pie a Pedro para
decirle que está dispuesto a seguir donde vaya, está dispuesto a dar la vida por ÉL
(v. 37). No termina de comprender, que para dar la vida como Jesús, primero hay
que unirse a su designio de amor redentor: comunión con ÉL y con el Padre. Pedro,
entiende que Jesús va a morir, quiere acompañarlo, pero no reconoce su debilidad.
La respuesta que le da es que más tarde lo seguirá (v.36), pero esa misma noche,
le negará tres veces. Este capítulo comenzó con el amor infinito de Jesús por sus
discípulos, en un contexto de celebración de la verdadera Pascua, la Eucaristía, la
respuesta de amor incondicional de Juan, por su Maestro, la traición de Judas, que
rechaza dicho amor y termina con las dudas de Pedro, que demuestran que falta
madurar en su entrega a la intención de Jesús. Les falta que Cristo viva su misterio
pascual y descienda la fuerza del Espíritu Santo, para que alcancen su plenitud en
la fe y seguimiento del Resucitado.
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD