Segunda Semana de Pascua
MARTES
Dejarnos iluminar por la Pascua (II):
Bajo el influjo vivificante del Crucificado Exaltado
Juan 3, 7b- 15
“Tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por
él vida eterna”
Continuando nuestra lectura del diálogo de Jesús con Nicodemo, notamos cómo
Jesús pone de relieve el carácter misterioso de la realización del nuevo
nacimiento “por el agua y el Espíritu Santo”.
Su obra va más allá de una plena intelección humana. La imagen del viento,
también figura del Espíritu (“ruah”), pone de presente lo inaferrable que es en
categorías humanas: “ El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no
sabes de dónde viene ni a dónde va ” (v.8a). Esta plena libertad, docilidad y
apertura hacia el futuro es la gran característica del hombre nuevo: “ Así es
todo el que nace del Espíritu ” (v.8b).
La última expresión de Jesús nos invita a dejarnos asombrar, y no simplemente
extrañar, por la obra de Dios. La frase inspirada en Eclesiastés 11,5 (“ Como no
sabes cómo viene el espíritu a los huesos en el vientre de la mujer en
cinta, así tampoco sabes la obra de Dios que todo lo hace ”), nos señala
cuál es la actitud que nos corresponde: la gratitud a Dios por su obra en
nosotros y la humildad y el abandono total en él para que la lleve a plenitud.
La nueva pregunta de Nicodemo no obtiene respuesta. Al comienzo él había
reconocido a Jesús como Maestro venido de Dios (v.2). Ahora Jesús exige ser
reconocido verdaderamente su autoridad y que se acepte su testimonio. No da
ninguna otra razón para sostener sus afirmaciones, sino la calidad de su
testimonio (v.11). Él ha bajado del cielo: sabe porque es testigo ocular (v12).
Conoce las cosas de Dios. Por lo tanto hay que confiar en su palabra.
Del diálogo de Jesús con Nicodemo aprendemos que:
(1) Para poder participar del Reino de Dios es necesario un comienzo
completamente nuevo.
(2) No podemos darnos a nosotros mismos este inicio de una nueva vida, que
nos es dado en Bautismo del poder creador de Dios.
(3) En este nuevo comienzo no somos pasivos: éste exige por parte nuestra la fe
en el Hijo de Dios.
Pero ni siquiera la fe es algo de orden humano. Jesús muestra que la fe se
fundamenta en la prueba de amor que Dios nos ha dado enviando a su Hijo. El
nuevo nacimiento de Dios y la fe en el Hijo de Dios nos conducen al sentido y a
la plenitud de nuestro ser, a la verdadera vida que no pasa. Si este nacimiento y
esta fe arruinamos nuestra vida.
¿Cómo evitar un fin absurdo, una muerte sin sentido y miserable?
¿Cómo mantener y asegurar nuestra vida?
Israel se hacía estas preguntas cuando, en el camino del desierto, fue
amenazado por serpientes venenosas (Números 21,4-9). Entonces Dios vino en
auxilio de su pueblo. Le encargó a Moisés que construyera una serpiente de
bronce y la suspendiera en un palo. Quien era mordido por la serpiente y miraba
la serpiente de bronce seguía con vida.
Así se aclara el significado del Hijo del hombre exaltado sobre la Cruz: el
crucificado es símbolo de salvación, fuente de vida (3,4-5). No hay que apartar
la mirada de Él y tratar de olvidarlo. Más bien debemos levantar nuestra mirada
hacia él y reconocerlo como nuestro salvador. No hay otro camino para la vida,
ni otra posibilidad de superar la muerte si no es en Él.
En conclusión, la unión con Jesús da la vida. Y esta unión la obtenemos creyente
en Él, que es el Crucificado, abandonándonos y confiando completamente en él.
Confiando en el Crucificado, reconocemos el amor desmesurado de Dios y nos
encontramos la esfera de acción de su potencia vivificante.
Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:
1. ¿Por qué se utiliza aquí la imagen del viento? ¿Qué indica?
2. ¿Qué tipo de Maestro es Jesús? ¿De dónde proviene su enseñanza?
3. ¿De dónde se saca la imagen de la serpiente colgada en un palo? ¿Qué
relación tiene con la crucifixión de Jesús? ¿Qué efecto tiene?
Padre Fidel Oñoro CJM